En la Vitoria de 2011, los proyectos se escribirán en mayúsculas. Comenzará la construcción del centro internacional de congresos, de la estación de autobuses y del nuevo Ayuntamiento, dará sus primeros pasos la estrategia para convertir el deporte en un motor económico, seguirá adelante el Plan de Movilidad Sostenible, continuará desenrollándose la alfombra de la Alhóndiga con la intención de revitalizar el comercio urbano a través de la reforma de las calles... Será un año de modernidad, pero no para todos. Los vecinos de los 63 núcleos rurales que se agregaron al municipio en distintos momentos históricos siguen sin contar con derechos básicos que la capital adquirió hace tiempo. O no tienen transporte público o el servicio recibido es ineficaz, les faltan las fosas sépticas o todavía están esperando la obra integral del pueblo. Son gasteiztarras sólo sobre papel. Y el papel está mojado.
Por eso, para ellos 2011 se perfila como un año más de lucha contra el ostracismo al que, según dicen, les ha condenado el Ayuntamiento. Eso sí, tras años de peticiones frustradas, de partidas económicas que no se ejecutan o se demoran, de una espera paciente, esta vez la batalla será literalmente sonada. La asociación de concejos de Vitoria ya dejó claras sus intenciones este miércoles, con una manifestación organizada a las puertas del Europa mientras en su interior se celebraba el Consejo Territorial de Medio Ambiente al que el colectivo ha decidido dejar de acudir.
Los presidentes de las juntas administrativas del municipio se concentraron con pitada incluida para exigir al gabinete de Patxi Lazcoz que presente ya el estudio de movilidad para la zona rural prometido hace dos años, un informe del que aún no se sabe nada. Y DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA aprovechó su presencia para acercar a los gasteiztarras de capital la realidad de los vecinos de sus pueblos con nombres y apellidos. Tres historias salpicadas por la reivindicación que invitan a reflexionar en pleno siglo XXI.
A Estarrona lo llaman el pueblo "defenestrado". Sus apenas sesenta habitantes siguen esperando la ejecución de la obra integral. El Ayuntamiento aprobó en el año 2001 una partida económica para llevarla a cabo. Se prorrogó hasta 2003. Y luego nunca más se supo. El presidente de la junta administrativa, José Luis Mesanza, asegura que desapareció porque "había otras prioridades en la ciudad, construir el scalextric de acceso a El Boulevard". La versión de este hombre, agricultor como su padre, su abuelo y anteriores generaciones, choca sin embargo con la del Consistorio. A los vecinos se les exige la cesión gratuita y voluntaria de sus terrenos para realizar la reforma, pero basta con que uno se niegue para que se paralice la obra. Y eso es lo que sucedió en Estarrona, motivo por el que la asociación de concejos urgió a forzar la expropiación en beneficio del interés general.
El caso es que, a día de hoy, Estarrona se muere de viejo. "El problema número uno son los desagües. Están rotos, sufrimos muchas fugas y no dejan de aparecer ratas en las casas. El otro día, cuando estaba con mi amigo Carlos en su almacén, salió el perro corriendo detrás de una", apunta José Luis, quien coloca en el segundo puesto del ranking el estado de las vías. Absolutamente deplorable. Según explica, "llevan así toda la vida, y con el paso de los tractores, el destrozo es cada vez mayor". Eso, por no hablar de las trabas para acceder con la maquinaria moderna, de gran tamaño, al interior del pueblo. "Es que no es que sea difícil, es que muchas veces no se puede porque la calle es muy estrecha", explica.
Esta situación le obliga a José Luis y sus compañeros a dejar algunos de sus vehículos agrícolas a las afueras de Estarrona o, lo que es peor, "a echar mano de los almacenes de amigos". Él, de hecho, se vio obligado a adquirir una caseta junto al aeropuerto, por lo que cada vez que necesita esa maquinaria, tiene que trasladarse en coche hasta allí. "Y eso no encaja mucho con la Green Capital que nos venden, ¿no crees?", apunta.
Pero ése no es el único obstáculo al que se enfrenta el sector. Según explica este productor de maíz forrajero y cereal, de cada cuatro partes del terreno rural, el Ayuntamiento sólo cede una a los agricultores para construir naves. "Las demás se las queda para la ampliación de polígonos de actividades económicas", sostiene. "Y, además, al mismo tiempo, el Consistorio cataloga los espacios como zonas paisajísticas, aunque no lo sean, para tenerlas para sus cosas". Una situación que "pone en riesgo" la actividad de los agricultores de la zona: "Necesitamos el terreno para competir con los demás. Porque hay mucha competencia en el sector".
TAXISTAS POR OBLIGACIÓN En Estarrona tampoco hay transporte público que conecte a sus vecinos con la ciudad, pero son tantas las necesidades del pueblo que José Luis ni siquiera menciona el asunto. Será porque aún no se ha convertido en un quebradero de cabeza. Sus dos hijos cuentan con autobús para ir al colegio de Ibaiondo porque aún están en Primaria. Tienen ocho y siete años. Sin embargo, Yolanda Granja, presidenta de la junta administrativa de Villafranca, sabe muy bien qué es trabajar "de taxista". Sus gemelas han cumplido los 21. Una edad en la que el pueblo se queda pequeño.
Yolanda vivió en el barrio vitoriano de Desamparadas hasta que hace 29 inviernos se casó con un agricultor de Villafranca. Una localidad de 152 habitantes si se suma la zona de Estibaliz, de 29 contando sólo el pueblo. Muchos de ellos son jubilados y viudas, por lo que la falta de transporte se ha convertido en un grave problema. "Si tienen que ir al médico o necesitan hacer unas compras, tienen que coger un taxi o depender de otras personas", explica. La situación es muy parecida a la que sufre Hueto Arriba, aunque este pueblo cuente con el llamado transporte a demanda. "No ofrece un servicio eficaz", sostiene Emma Muro. "La línea de la Diputación que viene de Nanclares pasa si se llama el día anterior antes de la una de la mañana. Pero si lo necesitas el lunes tienes que llamar el viernes. Así que si surge una urgencia el sábado o el domingo...".
Para más inri, sólo hay dos autobuses a las nueve de la mañana y otro a la hora de comer, unos horarios que no encajan con los de escolares y trabajadores. Por eso, disponer de vehículo privado se ha convertido en una obligación para los vecinos de los concejos. "Nosotros tenemos dos coches. Uno para mi marido y otro para mí y mi hijo, de 19 años, tiene moto", explica Emma, quien se ve obligada a realizar hasta cuatro viajes al día de Hueto Arriba a Vitoria y viceversa por su trabajo de enfermera. "Unos 40 kilómetros", resume. Yolanda, administrativa, también vive pegada a su automóvil. Y aunque ella, del mismo modo que su compañera Emma, no exige un servicio igual al de la capital -"entendemos que las dificultades son mayores"-, tiene claro que seguirá luchando hasta que el Ayuntamiento reconozca el derecho de los pueblos a disponer de un modo de desplazamiento alternativo al coche.
"Vitoria es un municipio y al Ayuntamiento se le olvida", critica Yolanda, quien lleva luchando por un servicio de autobús desde 1992, año de la creación de las asociaciones de concejos de Vitoria y de Álava. "Fui una de las promotoras", confiesa. En este tiempo, ha peleado duro, ya fuera para evitar que la Diputación eliminara concejos, para agilizar el arreglo de los caminos rurales o para lograr que el Plan General de Ordenación Urbana adaptara sus criterios capitalinos a la realidad física de los pueblos. Y ése seguirá siendo su empeño hasta los restos, aunque la voz de Villafranca es consciente de que los concejos tienen las de perder a priori "porque somos muy pocos votos para los políticos". Así de cruel.
¿Y entonces para qué vivir en un pueblo de Vitoria, si son tantas las molestias? "Aporta muchas cosas positivas, evidentemente. Estar en contacto con la naturaleza, tener a los animales sueltos, que los niños puedan salir a la calle sin problemas...", enumera Yolanda. "Por eso, fuimos a vivir a Hueto Arriba", añade Emma. Sin embargo, creen que sería muy injusto utilizar esas bondades de excusa para justificar la falta de determinados servicios. "Pagamos los mismos impuestos que el resto de vitorianos, por lo que nos merecemos los mismos derechos".