Hace poco estuve en Francia y me chocó ver en una librería a una persona hojeando libros mientras a sus pies dormía un perro. Había mucha gente y creo que yo fui la única que se fijó en el perro. En el baño del camping, todas las mañanas una chica se tomaba su tiempo ante el espejo mientras su perro esperaba bajo el lavabo. En el bar del mismo camping me encendí un cigarro y me dijeron muy amablemente que? a la calle, maja. Todo me pareció muy lógico, aunque en este caso yo tuviera las de perder, puesto que no tenía perro y sí ganas de fumar.
He leído una noticia que me ha emocionado: A partir del 1 de enero se podrá acceder al tranvía con mascotas. Y me ha emocionado, no tanto por la posibilidad de utilizar transporte público con los mejores amigos; sino por lo que implica en cuanto a un cambio de mentalidad. Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para el can.
¡Que estamos que nos salimos! Casi en el mismo día dejamos de fumar en los bares y podemos viajar con animales. Hasta resulta poético. ¿Quién decía que éramos un país de catetos e ignorantes? Reconocemos derechos a los animales y a los no fumadores, porque tanto unos como otros, los tienen. Bueno, bueno, bueno? ¿será que vamos a ser Green Capital de verdad?
Los hosteleros tienen miedo porque creen que van a dejar de hacer caja. Pero a mí me da que no va a ser así. A nosotros nos gusta salir y a diferencia de en otros sitios, nos gusta ir de bar en bar, con lo cual los adictos aprovecharemos a fumar por el camino. Las personas que odian a los animales farfullarán con cada perro en el tranvía pero? ya se les pasará cuando se den cuenta de que por pura ley estadística es más probable que les raje un transeúnte cualquiera que les muerda el perro de al lado.
No podemos criticar los cambios a mejor. Hombre, las tabacaleras sí pueden, porque con esta medida habrá quien deje de fumar; lo que es salir de bares, lo dudo. Vivimos en una cultura en la que nos gusta salir y vamos a seguir haciendo, haya crisis, no haya, se pueda o no fumar.
Si tuviera perro, el día dos de enero, me cogería el tranvía y me iría a Lakua o Abetxuko a dar una vuelta por sus estupendas zonas verdes para regocijo de mi animalito. Y para el mío, después pararía en un bar y me tomaría un café con su cigarro? en la calle, aunque haga frío, que para eso los vitorianos estamos acostumbrados. O mejor aún, igual hago realidad eso de "este año en Nochevieja dejo de fumar". Ya podía?
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