vitoria. El noble edificio que duerme junto a la muralla no es un palacio cualquiera. Fernán López de Escoriaza, médico del rey Enrique VIII de Inglaterra, y su mujer Victoria de Anda y Esquivel ordenaron su construcción a mediados del siglo XVI. Se convirtió así en el primer palacio vasco renacentista y en uno de los conjuntos arquitectónicos más importantes de aquella España. Sin embargo, ellos no llegaron a ocuparlo. Murieron antes del fin de la obra.
El primer morador fue el Conde de Salce y, después, sirvió como sede para la Sociedad Vascongada de Amigos del País. En 1851, un cura de Gamarra que había hecho dinero en América con las plantaciones de café y los fideicomisos, Domingo Ambrosio de Aguirre, compró el edificio y lo convirtió en seminario. Así se mantuvo hasta 1930, y luego pasó a funcionar como escuela de pintura y sanatorio para los tuberculosos.
Corrían los años cincuenta cuando se transformó en residencia para aprendices. Al tiempo, pasó a ser escuela de cocina, pero tras su traslado a Gamarra el palacio echó el pestillo. Entonces empezaron los problemas. Más de doscientos herederos de Domingo Ambrosio reivindicaron que se anulara la Fundación que se creó para regir la escuela de curas, Seminario Eclesiástico Aguirre, por considerar que ya no cumplía su función, y que se les concediera a ellos la propiedad del palacio. Tras varios litigios, los tribunales dieron la razón a la Fundación. Principalmente, porque el propio Ambrosio había establecido que, mientras entre sus familiares hubiera un sacerdote, éste debía hacerse cargo de la institución y los bienes. Y existe. Se llama Rafael Sevilla y, por suerte para el Ayuntamiento, desde el principio quiso vender el edificio. Ayer, admitió sentir nostalgia por el final de una etapa, pero alegría por que "por fin este edificio infrautilizado" va a resultar provechoso para la ciudad.
Al Consistorio, por su parte, le ha salido muy bien la jugada. Los 2,18 millones de euros que cuesta el Escoriaza-Esquível han sido financiados por el Plan +Euskadi 2009.