Una chica de Vitoria tuvo un accidente muy grave el pasado mes de agosto. El personal que la atendió la humilló cada vez que manchaba la cama ("¡otra vez! ¿crees que sólo trabajamos para ti?") y le repitieron mil veces y con mala cara, cito textualmente: "Con esa lesión medular olvídate de andar y de usar las manos y ni te molestes en hacer rehabilitación porque te vas a quedar en silla de ruedas toda tu vida". Menos mal que esta chica, después de llorar y querer morirse, se acordó de aquel refrán: A palabras necias… Y, en contra de los consejos médicos, comenzó una rehabilitación por su cuenta.
Tres meses después, está prácticamente recuperada y dispuesta a retomar su vida donde los médicos querían que la dejara. ¿Milagro? ¿Incompetencia médica? Todos nos podemos equivocar, pero intentar que una persona se sienta todavía peor y pierda la esperanza es inhumano y no tiene sentido. Si esta persona se ha recuperado ha sido gracias a la confianza en sí misma y a la certeza de saber que quien te trata así no puede ser buen profesional.
Imaginemos a uno de esos dioses de la salud comprándose una bufanda; la dependienta de la boutique, le dice: "¿Con esa nariz de cerdo? ¿Pero tú te crees que esto es una charcutería?" O en el colegio: "Mira, yo de ti lo dejaba en casa, tu hijo es bobo y será bobo toda la vida". Vaya trato indignante. Y eso que no son más que memeces y ni su integridad física ni moral están en manos de la vendedora de bufandas ni del docente. Los servicios sanitarios están saturados, pero si a la dependienta de la pizzería se le exige por 600 euros al mes ser amable en la locura de un sábado noche, ¿por qué a los demás profesionales no?
Hay personal sanitario que se rechupetea del gusto sabiendo la relación de dependencia hacia ellos que crea la falta de salud.
Pero de repente un día te encuentras con un médico que, aprovechando un rato libre, te empieza a hablar de su profesión, de lo triste que es saber que sólo se invierte en farmacia y no en investigar el origen de las enfermedades. "Lo que da dinero es la enfermedad: medicamentos, maquinaria… No quieren que estemos sanos porque no es rentable". Y te das cuenta de que no todos los profesionales de la enfermedad son iguales; también hay quien realmente trata con respeto a sus pacientes, quien explica para que entienda alguien que no ha estudiado su carrera, te recuerda que la medicina no es una ciencia exacta y que "aunque pinta muy mal lo tuyo, todo puede ser, así que no pierdas la esperanza ni un minuto".
Porque seguro que te curas. Está claro que el buen trato es buena medicina y creer que es posible curarse, sin duda, la mejor.
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