El sueño de casi todos los niños es tener un perro y una gran mayoría se ha chocado con la pared que representa la negativa de sus padres. Una historia millones de veces repetida y de la que Iñaki Oyarzabal también fue protagonista. Y eso que en el hogar materno, en Aramaio, siempre habían tenido perros.

Precisamente por eso, por el conocimiento que su madre ya tenía, los argumentos en contra fueron de peso. Por una parte, las dificultades de tener un animal de gran tamaño y con unas necesidades físicas importantes en un piso de Vitoria sin espacio para correr; por otra, la responsabilidad que conlleva hacerse cargo de un perro, que requiere de mucha atención y tiene que mantener sus rutinas.

Con el paso del tiempo, cuando el candidato del PP a diputado general de Álava pudo hacer realidad ese sueño de infancia, se dio cuenta de que a su progenitora no le faltaba razón. Hoy reconoce que su primera experiencia con un compañero canino no fue acertada.

Pero a la segunda ha ido la vencida con Curro, un perro muy especial porque padece autismo, que le acompaña desde 2016 y que desde entonces se ha convertido en su compañero vital. Y, de paso, es hoy un activista en busca de la mejora de las condiciones de los animales y de la búsqueda de espacios para la convivencia normalizada de perros y personas.

“Desde que tengo a Curro me he convertido en un activista de los animales. Yo soy más perruno, pero defiendo tener animales porque toda la gente que tiene uno en su casa creo que tiene una sensibilidad especial. Yo mismo tengo ahora una sintonía más especial con cualquier persona que tiene perro. La tenencia de animales se está extendiendo y en algunos casos, como en el mío, nos acusan de tener más perros que hijos. Nos ayudan en la soledad. Y también a muchas familias en la educación de sus hijos y creo que aportan una sensibilidad muy importante con los animales y con la naturaleza. Me he convertido en activista porque, aunque se ha ido mejorando, creo que todavía quedan muchas cosas por hacer”.

“Cuando me dijeron que ‘Curro’ tenía autismo me quedé muerto porque no había oído nunca que había perros autistas”

Oyarzabal, por experiencia personal, destaca que a la hora de tener perro hay que tener en cuenta las necesidades del propio animal y también la capacidad del dueño de educarlo bien. No en vano, en su primer experiencia como propietario no disfrutó de la complicidad que tiene con Curro.

“Con el primero no supe hacerlo bien. Era un beagle que necesitaba mucho ejercicio. Y yo vivía en un piso pequeño y tenía unos horarios muy desordenados. Me acabó destrozando la casa. Al final se lo regalé a una amiga porque también estaba saliendo en unos papeles... –la Policía le advirtió de que ETA le había hecho seguimientos cuando paseaba al perro y que esa rutina le ponía en peligro tanto a él como a sus familiares–. Seguro que fue más feliz con ella que conmigo”, recuerda de esa primera experiencia, cuando tenía 28 años, que le sirvió para aprender mucho.

“En aquellos tiempos todo el mundo tenía perrazos en casa: pastores alemanes, labradores, golden... los más pequeños eran los collies. Ahora la gente tiene perros de compañía, mucho más adaptados también al espacio público”. 

A Oyarzabal le apasionan los perros de caza y, entre ellos, los galgos son sus preferidos. Una historia de amor que se inició al descubrir los maltratos a los que eran sometidos y que le condujo a colaborar con asociaciones que los protegían.

Viviendo en un piso de Vitoria y obligado a visitar Madrid regularmente, tenía claro que debía buscar un animal de tamaño adecuado a esos condicionantes. Por eso se decantó por el galgo italiano, el más pequeño de esta raza que de adulto apenas supera los seis kilos y que es muy poco común de encontrar, ya que ni siquiera abunda en su país de procedencia.

Un perro muy especial

“Encontré una persona que los criaba en Oiartzun y fui con la intención de comprar uno. Pero me ofreció adoptar un animal que ya tenía un año y me dijo que era especial, que necesitaba mucho cariño. Por lo general, los galgos tienen fama de ser tímidos y asustadizos, pero en el caso de Curro (que es su segundo nombre, pues anteriormente se llamaba Calixto) esa tendencia era extrema”.

“Cuando me dijeron que ‘Curro’ tenía autismo me quedé muerto porque no había oído nunca que había perros autistas”

Regresó a casa, se lo pensó y a los pocos días lo convirtió en su nuevo compañero. “Lo vi desprotegido y lo adopté”. “Me quedé muerto cuando me dijeron que era autista. No había oído nunca que había perros autistas, pero me puse al día con mi veterinaria y neurólogos y le detectaron una serie de pautas. No ladra apenas y es un perro muy miedoso, que está muy atento a todo lo que sucede y necesita que le prestes atención para sentirse protegido”.

Poco a poco, a base de trabajo y mucho cariño, ha conseguido que Curro se vaya soltando y ganando en confianza en sus relaciones. “Me costó mucho que se relacionase con otros perros”.

Curro ha encontrado un protector e Iñaki ha hallado un compañero de vida que le ha hecho cambiar: “Me ha ayudado mucho. Con 38 años tuve un infarto, arrastro problemas cardiovasculares y me sirve de obligación para andar y hacer kilómetros. Ahora soy mucho más ordenado y organizado. No puedes dejar todo tirado en casa y tienes que ajustar los horarios para que el perro tenga unas rutinas, pues lo saco a pasear cuatro veces al día. Además, ahora cuando salgo, ya sea a restaurantes u hoteles, busco solo aquellos que sean dog friendly e intento no ir a ningún sitio sin él”.

En esa línea, reincide en la obligación de los dueños de darles una buena educación para que su presencia en el espacio público pueda ampliarse sin que molesten a nadie. “La mascota tiene mucho que ver con quien la educa y controla y todavía nos falta mucho recorrido. La gente que no tiene perro no tiene que soportar que haya excrementos en la vía pública o que le salte encima. Los que tenemos mascotas y educamos somos los que más nos enfadamos cuando vemos que hay gente que no cumple. Tenemos que buscar la convivencia porque es una realidad que va a más. Las mascotas tienen que ganar espacio sin que eso suponga una agresión para quien no las tiene”. Palabra del Oyarzabal más perruno.