Bruselas - Boris Johnson, nuevo primer ministro británico, ha hecho de la promesa de un Brexit el próximo 31 de octubre su ticket para llegar al cargo. Si hace falta que haya una salida de la UE sin acuerdo está dispuesto a ello. El precio a pagar puede ser muy alto para Londres: la propia existencia del Reino Unido. Escocia vuelve a planear un referéndum de independencia y en Irlanda del Norte coge fuerza una posible consulta de unificación con la República de Irlanda. Ambas regiones votaron por permanecer en la UE en 2016.
El Brexit no da tregua a nadie. Desde hace tiempo se advierte de las consecuencias que tendrá la salida de la UE sobre la isla de Irlanda pero esta también puede llevarse por delante a Escocia. En caso de no llegar a una decisión unificada y conjunta, el Reino Unido se arriesga a desaparecer tal y como existe hoy en día.
La semana pasada la ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, mandaba una carta al recién elegido líder británico, Boris Johnson, donde se le informa directamente de su intención de realizar un segundo referéndum sobre la independencia de su territorio. Una de las razones que rodea el interés de Sturgeon por esta consulta es la permanencia en la UE.
Este deseo también es un problema para Irlanda. Durante un foro político, se preguntó al primer ministro irlandés, Leo Varadkar, si tenía la intención de plantear una unificación con Irlanda del Norte, actualmente bajo soberanía del Reino Unido. Este aseguró que actualmente se vería como una provocación, pero que en el caso de llegar a un Brexit duro en el que Londres se aleje mucho de la UE, estas preguntas surgirían.
Durante la campaña por ocupar el número 10 de Downing Street, Johnson amenazó en varias ocasiones sobre la posibilidad de salir de la UE el 31 de octubre sin un acuerdo. Una idea que no ha gustado en las instituciones europeas. Desde Bruselas, el Grupo Directivo del Brexit (BSG con sus siglas en inglés) del Parlamento Europeo ya señaló la importancia de mantener el acuerdo y advirtió de que este ya está cerrado.
En su discurso inaugural la semana pasada, Johnson cargó contra el backstop irlandés, una cláusula del acuerdo del Brexit que prevé que Irlanda del Norte tenga una regulación similar a la de la UE para evitar una frontera dura con la República de Irlanda. Concretamente, esta salvaguarda implicaría mantener temporalmente a Irlanda del Norte dentro de la unión aduanera y del mercado único mientras el Reino Unido las abandonaría. El nuevo primer ministro británico calificó este plan de “antidemocrático” y quiere dejarlo fuera. Por su parte, Michel Barnier, negociador jefe de la Comisión Europea, tildó de “inaceptables” las declaraciones del británico.
“Si el Reino Unido saca a Irlanda del Norte de la UE en contra se los deseos de la mayoría de las personas en ese territorio, les quita su ciudadanía europea y termina el Acuerdo del Viernes Santo, estas preguntas surgirían, nos guste o no”, aseguraba Varadkar en referencia al posible referéndum de unificación. El primer ministro dejó claro que, “irónicamente”, una de las cosas que podría terminar con la unión del Reino Unido sería una salida dura de la Unión Europea.
La postura de Irlanda del Norte quedó clara en 2016 cuando, en el referéndum, el 56% de los participantes votó a favor de permanecer en la UE. El sangriento conflicto del Ulster, un enfrentamiento entre las dos Irlandas que conviven en la isla y que costó la vida a 3.000 personas, hizo tabú durante muchos años el asunto de la unificación. El Acuerdo del Viernes Santo de 1998, que terminó con la violencia, abrió la puerta a realizar consultas a ambos lados para reunir la isla en caso de que Irlanda y el Reino Unido lo vieran posible.
La UE quiere evitar a toda costa una marcha con consecuencias desastrosas para los dos bloques. Como primer acercamiento tras el nombramiento, la semana pasada se produjo una llamada telefónica entre el actual presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker y el propio Johnson, donde aseguran que se intercambiaron los números para mantener el contacto. Sin embargo, el punto de encuentro parece inalcanzable: Johnson insiste en que conseguirá “un mejor acuerdo” y Bruselas en que este no es renegociable.
La cuestión del backstop sigue enquistada, y parece que ningún lado está dispuesto a ceder en ella. En este contexto, Londres ya está manos a la obra para preparar su divorcio el 31 de octubre. “Los puertos estarán listos, los bancos estarán listos, las fábricas estarán listas, los negocios estarán listos”, prometió Johnson.