Estocolmo - El sospechoso de haber atropellado el viernes con un camión a una multitud en el centro de Estocolmo es un uzbeko de 39 años, apresado la pasada noche y contra el que se han presentado cargos por terrorismo, reveló ayer la policía sueca, que investiga aún los hechos y su motivación. La investigación ha “reforzado” las sospechas sobre el detenido, admitió la cúpula policial, que no ha confirmado sin embargo otros detalles apuntados por los medios, como sus simpatías por el grupo yihadista Estado Islámico, la fecha de su llegada a Suecia o el móvil del ataque, que ha causado cuatro muertos y quince heridos.
Aunque no se han realizado más detenciones, no se descarta que haya más personas implicadas, por lo que fuerzas policiales de todo el país participan en la investigación y se han extremado los controles fronterizos durante diez días prorrogables.
La policía está analizando además un objeto encontrado en el interior del camión, pero no ha aclarado si es una bomba de fabricación casera que no llegó a estallar, como afirmado la televisión pública SVT citando a fuentes de la investigación.
“Hemos encontrado un dispositivo en el vehículo que no debería estar allí. Si es una bomba o algún tipo de explosivo, no lo sabemos. Hay investigaciones técnicas en marcha”, declaró en una rueda de prensa el director de la Policía Nacional, Dan Eliasson.
El sospechoso no figuraba en ningún registro de los servicios de inteligencia (Säpo), aunque estos sí recibieron hace un año informaciones del extranjero sobre él, que no revelaron relación con movimientos extremistas, informó ayer su máximo responsable, Anders Thornberg.
La policía rehusó también comentar detalles sobre las víctimas mortales, ya que su identidad todavía no ha sido determinada.
El atentado se produjo el viernes poco antes de las 15.00 hora local (13.00 GMT) en la principal calle peatonal de Estocolmo, cuando un camión recorrió casi 600 metros de la calzada atropellando a peatones hasta empotrarse luego contra la entrada principal de Åhléns, unos conocidos grandes almacenes.
El camión, un vehículo de reparto de cerveza robado minutos antes del atentado, fue remolcado de madrugada para ser analizado por los técnicos, mientras se mantiene el vallado de seguridad en torno al área, por la que ayer han pasado a mostrar respeto a las víctimas miles de ciudadanos comunes y autoridades políticas. “Siento una enorme tristeza, un vacío”, admitió tras hacer una ofrenda floral la princesa heredera Victoria, de luto y acompañada por su esposo, el príncipe Daniel.
En un discurso horas después en el patio interior del Palacio Real, su padre, el rey Carlos XVI Gustavo, que interrumpió el viernes una visita con la reina Silvia a Brasil, elogió la respuesta de los suecos a ese atentado “abominable”.
día de “dolor” y de “ira” El primer ministro sueco, el socialdemócrata Stefan Löfven, que ya había visitado por la noche el lugar del atentado, habló de día de “dolor” y de “ira”, rabia que debe transformarse en “algo constructivo”, y defendió una Suecia “abierta y democrática”. Löfven anunció también que el lunes al mediodía se celebrará una ceremonia en la capital en homenaje a las víctimas.
Las verjas metálicas que rodean la zona próxima a los grandes almacenes se fueron poblando de flores, velas y tarjetas depositadas a lo largo del día por miles de suecos que se acercaron al lugar a expresar su respeto. Las banderas de las sedes del Gobierno y del Parlamento, del Ayuntamiento de Estocolmo y el Palacio Real ondean a media asta en señal de duelo.
En todos los partidos de esta jornada de la máxima categoría del fútbol sueco se guardará este fin de semana un minuto de silencio y los jugadores llevarán brazaletes negros.
Cientos de personas desfilaron ayer por el centro de Estocolmo para acercarse al lugar donde un camión atropelló a una multitud en una zona peatonal y mostrar su respeto por los cuatro muertos y quince heridos.
Allí, desde primera hora, muchos ciudadanos fueron depositando flores, velas y tarjetas con mensajes a las víctimas o contra el terrorismo, en medio de un silencio que contrastaba con el habitual bullicio de una mañana de sábado en Drottninggatan, la principal calle peatonal de Estocolmo. “Sentía que tenía que venir a poner unas flores. Todos estamos afectados de alguna manera”, dijo Eva Wettborg, quien acudió al lugar acompañada por Mia Holgersson, una de las tres amigas con las que el viernes tenía previsto salir a cenar por el centro, un plan que suspendieron tras el atentado.
Ambas admitieron que temían que algo así pudiera ocurrir en Suecia y recordaron que seis años atrás hubo en una calle próxima del centro un intento fracasado de ataque con coche bomba, en el que murió el terrorista al detonarle un cinturón con explosivos. “Pero aun así sentimos que esta vez algo ha cambiado de verdad”, afirmó Wettberg.
También esperaba que la capital sueca podía sufrir un atentado Fredrik Nordmyr, un joven que encendió una vela junto a las vallas y que hizo un llamamiento a “no sentir miedo” y a que toda la sociedad permanezca “unida”.
“Muy afectados” y “consternados” se acercaron al lugar a depositar flores Camilla Bauer, su esposo Jürgen (de nacionalidad alemana), su padre Staffan Junel y una hija del matrimonio, que viven en el centro de la capital, cerca del lugar de los hechos.
El viernes se dirigían a dar un paseo por la calle peatonal cuando se encontraron con una multitud corriendo en sentido contrario, narró Junel, quien se preguntó qué habría pasado si no se llegan a retrasar diez minutos al salir. “Creo que no podemos doblegarnos, debemos seguir viviendo nuestra vida, haciendo las rutinas de todos los días”, señaló Camilla Bauer, a quien le cuesta asimilar que Estocolmo haya sufrido un atentado.
“Vi cuerpos en el suelo y una mujer con un niño atropellada. Muchos salieron a ayudarlos, pero no sé qué fue de ellos. La gente gritaba por todos lados”, declaró a la cadena de televisión pública SVT Mattias Kunve, quien contempló los hechos desde un café próximo.
Otros testimonios hablan de cómo el camión aceleraba, conduciendo en zigzag, y de cuerpos destrozados sobre el pavimento. “Vi a alguien en el suelo y con otras personas fuimos a intentar reanimarlo. Luego llegó una doctora y nos dijo que parásemos. Estaba muerto”, dijo a ese medio Martin Svenningsen, quien iba sentado en un autobús a pocos metros de Åhléns cuando se produjo el ataque.