- “Él es el que me puso encima de la mesa y el que se puso luego delante mío encapuchado. Lo sé porque lo tenía delante. Él estaba en el coche. Y el de la esquina es el que me tomó declaración, no estaba con ese pelo”. Es un extracto de pocos segundos de la declaración de ayer de Sandra Barrenetxea que, entre sollozos, reconoció a tres de los cuatro guardias civiles a los que acusa de haberla torturado durante los tres días de 2010 en los que permaneció en arresto incomunicado por pertenecer a Ekin. La segunda sesión del juicio en la Audiencia de Bizkaia estuvo centrada en el relato de Barrenetxea, quien narró haber padecido asfixias, simulación de vejaciones sexuales, tocamientos, golpes, amenazas e insultos. La defensa de José Carlos Arranz Marina, Fernando Huete Chaparro, Rubén Villalba Carnerero y Jorge Rodríguez Iglesias, los agentes encausados, y la Fiscalía trataron de poner en duda su testimonio al apuntar a la existencia de diferentes versiones dadas por ella misma.

Pese al “shock” de verse detenida el 13 de septiembre -situación que sufrió anteriormente en 2006-, el trato que obtuvo de la Guardia Civil durante la detención y los registros de dos viviendas en Bilbao y de otra en Donostia fue “correcto”. Su “pesadilla” arrancó en Arrigorriaga, cuando los agentes la introdujeron en un vehículo camuflado para llevarla a Madrid. “Me dijeron que empezaba lo bueno”, aseguró. Con un antifaz en la cara y las manos atadas hacia atrás, comenzaron los “gritos, empujones y amenazas”. Desnudada no solo de cintura para arriba, sino también para abajo, rememoró verse rodeada de cuatro hombres durante el trayecto. Según su relato, fue víctima de la bolsa, tocamientos y constantes golpes. De hecho, recordó que le sacaron una pistola huérfana -un arma usada en algún atentado del que se desconoce su autor- que “según me iban amenazando, tenía mis huellas”.

Su testimonio prosiguió con su paso por el calabozo y los interrogatorios en la Dirección General de la Guardia Civil de Madrid, a la que llegó el 14 de septiembre de 2010. Barrenetxea aseguró haber seguido siendo vejada antes de que fuera puesta a disposición de la Audiencia Nacional. Con entereza, pero en ocasiones bajo el llanto, denunció que estando desnuda y colocada sobre una mesa apareció un hombre, al que denominó como el Francés, “que me dijo que me iba a violar si no quería colaborar”. La crudeza de su relato hizo que tuviera que parar unos minutos su declaración. A su paso por el forense, que “no se preocupó por mi estado”, y estando en pleno “estado de ansiedad” que en ocasiones le hizo pensar en autolesionarse dándose “cabezazos contra la pared”, tomó parte en nuevos interrogatorios en los que habría seguido siendo vejada mediante posturas forzadas, la bolsa o nuevas amenazas de que iba a ser violada.

“Contradicciones” Barrenetxea pudo declarar bajo la compañía de un abogado de oficio que también estuvo presente en su posterior paso por la Audiencia Nacional. Permaneció un año y cinco meses en prisión preventiva y pasó por las cárceles de Soto del Real, Ávila y Murcia, prisiones en las que declaró que “aunque destrozada por dentro” pudo sentirse “más segura” que en manos de la Guardia Civil. Su experiencia le ha dejado profundas huellas psicológicas para las que actualmente necesita terapia.

La defensa de los agentes, para los que la acusación particular pide 19 años de prisión para cada uno, y la Fiscalía pusieron en duda que no hubiera pedido asistencia hasta tres años después de los hechos. La sesión se cerró con la aportación de forenses de Bilbao que la trataron en 2010 y en su arresto anterior de 2006, el abogado de oficio de Madrid que la atendió y dos psicólogos.