BARCELONA - 19-IX-1978/17-VI-2015. Unió lo denomina ruptura parcial porque entiende que su decisión se ciñe al abandono de sus tres consellers del Govern de Artur Mas. Pero, en la práctica, y después de casi 37 años de matrimonio, CiU perdió ayer su vocal intermedia al consumarse el divorcio de la federación nacionalista tras una relación complicada desde que arrancó el proceso soberanista y que acabó de quebrarse al negarse la fuerza democristiana a sumarse a las exigencias de la hoja de ruta de Convergència. Concretamente, el sector oficial del partido liderado por Josep Antoni Duran i Lleida, puesto que los críticos, prácticamente la mitad de la formación, como se constató en la consulta interna, pactaban simultáneamente con las entidades soberanistas subirse al tren del independentismo. Y es que la ruptura entre los dos socios compromete todavía más a UDC, cuyo porvenir destila tintes mucho más borrascosos que el de los convergentes. La cohabitación entre CDC y Unió era irrespirable tras décadas de colaboración tan fructífera como agitada y tendrá como primer desencadenante de su disensión la marcha de la Generalitat de tres dirigentes democristianos: la vicepresidenta y responsable de Governació, Joana Ortega, que dejará la política en activo, y los titulares de Interior y Agricultura, Ramon Espadaler y Josep Maria Pelegrí. Un gesto sustentado en la “coherencia”, si bien el partido de Duran garantizará la estabilidad del Ejecutivo catalán en los municipios y en los escasos meses que restan de legislatura en el Parlament y en Madrid. Aferrándose a este escenario, que parece más una nueva vuelta de tuerca en esta particular historia, desde Unió insistían en que únicamente su paso responde a la salida del Govern de sus miembros al no poder abrazar categóricamente el doble sí por el que se apostó el pasado 9 de noviembre, el Estado propio e independiente, en virtud de la pluralidad en el seno de los democristianos, pero que no responde a una fractura de pleno de la federación, que seguiría actuando como tal en otras instituciones. Lo cierto es que Mas abrirá el próximo sábado una nueva etapa de cara a la campaña del 27 de septiembre, bajo el lema Benvinguts al futur, con casi todas las incógnitas despejadas, y de una jornada, la de ayer, donde se multiplicaron las reuniones para ratificar la bifurcación prevista. Mientras el Parlament celebraba un monográfico sobre sanidad, en los pasillos reinaban los nervios y la inquietud. Los núcleos duros de CDC y Unión, con el president Mas y Espadaler a la cabeza, mantuvieron encuentros paralelos, a escasos metros de distancia, para abordar el cisma: el primero de ellos con el portavoz de su gabinete, Francesc Homs, el coordinador del partido Josep Rull y el dirigente Lluis Corominas; y el segundo con la vicepresidenta Ortega y el vicesecretario Toni Font. Poco después, el comité de gobierno democristiano puso el epitafio sui generis a la entente. La marcha de los tres consellers del Ejecutivo -que muchos comparan con la ocasión en que Pasqual Maragall fulminó en mayo de 2006 el tripartito y echó a ERC por su defensa del no de cara al referendo del Estatut- se compatibilizará con la actuación coordinada de los grupos parlamentarios en la Cámara catalana -únicamente quedan los plenos del 8 y 22 julio- y en el Congreso español -el calendario marca apenas un trimestre de actividad- con el objetivo de cumplir los compromisos electorales, al igual que ocurrirá en los ayuntamientos recién constituidos. “Nos equivocaríamos si hiciésemos caer alcaldías”, destacan fuentes de la cúpula de Unió, que añaden que los ciudadanos no entenderían que ahora se provocasen rupturas traumáticas en las instituciones. Las negociaciones sobre los puestos a ocupar en los consejos comarcales y diputaciones aguardan a la decisión de las respectivas direcciones.
razonamiento Desde UDC, su secretario general, Ramon Espadaler, sostenía en que se bajan del Govern -decisión aprobada por 18 votos a favor, 10 en contra y 2 abstenciones, y que además de los consellers incluye a los altos cargos, entre ellos el crítico de su partido Antoni Castellà, aunque él no tiene intención de hacerlo- porque no les ha gustado un ápice las maneras de proceder de CDC, exigiéndoles a sumarse a su predicamento en un plazo de tres días y sin dar oportunidad a alguna que otra cesión. “Unió deja formalmente el gobierno de la Generalitat por coherencia con lo que expresó la mayoría de nuestra militancia y como respuesta a los que todos hemos convenido a llamar un ultimátum”, subrayó el dirigente, que lamentó que sus socios convergentes no hayan sido receptivos a un mayor canal de diálogo, como juzgó también el propio Duran en su Twitter. Y recalcó: “En nuestra propuesta por supuesto que cabe el sí-sí, pero queremos ampliar el campo e incorporar a aquellos que no son independentistas”. Cuando se le cuestionó si es posible que en este contexto de crisis puedan concurrir juntos a los comicios del 27-S, Espadaler se limitó a responder con un escueto “ya veremos”. “Cada cosa a su tiempo. No precipitaremos las decisiones”, apostilló, porque, a su entender, “ni nos vemos ni nos dejamos de ver” en una lista junto a Mas, algo que ayer no se abordó más allá de la réplica a Convergència, aunque solo pensar en esa probabilidad resulta, cuanto menos, surrealista. Justo cuando Espadaler trataba de acabar su comparecencia, el president salió de su despacho rumbo al hemiciclo sin hacer declaraciones: “Ahora no. Ya hablaremos en su momento”.
Previamente, el democristiano describía que “no cerramos la federación de CiU ya que nuestros diputados seguirán siendo fieles a lo acordado y no forzarán que el gobierno pueda perder ninguna votación en el Parlament, pero se nos ha obligado a tomar una decisión en tres días”. “UDC discrepa de las formas mediante las cuales CDC ha planteado el ultimátum de forma pública”, remarcó Espadaler como muestra del enfado interno por este comportamiento. “Esta no es una más; es grave lo que ha pasado”, advirtió, mientras aplaudía lo “útil” que ha sido casi siempre esta alianza, defendiendo de paso que la cúpula de Unió, cuestionada tras la pírrica victoria de la consulta, está “totalmente legitimada” para adoptar estas directrices y que otra cosa sería que rompieran la federación, lo que debería aprobarse en un Consell Nacional. En verdad, el intercambio de reproches entre Unió y CDC ya no era off de record, sino que podía seguirse con luz y taquígrafos. Los estatutos de la federación señalan que, en caso de disolución definitiva “por cualquier causa”, ninguna de las dos fuerzas que la componen podrá utilizar el nombre Convergència i Unió ni las siglas CiU, ni “por sí solos” ni “con otros partidos políticos”. Una vez quedara ratificada la decisión, una comisión liquidadora paritaria se encargaría de las operaciones materiales y económicas pendientes.
erc llama a la puerta En este contexto, ERC no tardó en postularse a entrar en el gabinete de Mas. Su portavoz y diputado en el Parlament, Sergi Sabrià, abrió la puerta a ser quienes releven a los consellers de Unió. “Estamos a disposición del país y del Govern. Tenemos un reto importantísimo el 27-S y necesitamos llegar con un gobierno fuerte y estable”, justificó. “Estamos a la expectativa porque es un proceso que tiene que hacer CiU, pero estamos para lo que sea”, añadió Sabrià, anunciando que tienen intención de hablar con el jefe del Govern y trasladarle esta predisposición “para garantizar la estabilidad”. “Nos ponemos a disposición del Govern y de su presidente”, zanjó, justo ahora en que Catalunya se adentra en periodo de precampaña y resta por definir la confección de las listas. Mas tiene la palabra. También para clarificar dónde queda Unió. Al menos en CiU.