EL próximo día 21 de junio se celebrará el segundo centenario del desarrollo del hecho bélico conocido como Batalla de Vitoria, cuya magnitud histórica ha eclipsado otros acontecimientos que merece la pena recordar, ocurridos en esa misma guerra en el territorio histórico de Álava.

El día 19 de junio por la tarde, llegaba a la cuenca de Vitoria una enorme caravana, compuesta por más de cincuenta mil soldados, gran cantidad de armones de artillería, carros con diverso material militar, archivos y gran cantidad de dinero, propiedad del ejército imperial francés, y otros muchos vehículos más, unos pertenecientes al patrimonio del Estado josefino, con más documentación y más dinero, así como una variada colección de obras de arte, y otros en los que viajaban los civiles franceses y los españoles afrancesados fugitivos, con sus familias y todo lo que habían podido transportar. Obras de arte, joyas, libros, instrumentos de música, muebles, ropas, tapices, vajillas, objetos de lo más diverso y, por supuesto, dinero. Se ha calculado que este ingente río de personas y de riquezas estaría formado por más de tres mil vehículos. La caravana se extendía por el Camino Real a lo largo de 18 kilómetros.

Uno de los caminos que llegan a Vitoria por el oeste es el que proviene del valle de Losa y por Osma, Espejo, Salinas de Añana y Pobes, y llega a Nanclares de Oca. Por ese camino las tropas a las órdenes de Wellington llegaron a la cuenca de la capital alavesa. Tras semanas de intensa marcha a través de senderos de montaña, el 18 de junio se presentaron en San Millán de San Zadornil. Un poco más adelante, se tropezaron con una fuerza francesa. El estratega británico, gracias a los informes del guerrillero vizcaíno Francisco de Longa, sabía que los galos ocupaban Espejo, que José Bonaparte estaba en Miranda de Ebro y que el Ejército del Norte de los imperiales se dirigía a Puentelarrá desde Espejo, por la carretera que iba de Bilbao a Burgos por Orduña para encontrarse en Miranda con el grueso de sus tropas. Dadas las circunstancias, los aliados -británicos, portugueses y españoles- decidieron atacar a los imperiales, que retrocedieron y que, en vez de reunirse con José Bonaparte, prosiguieron el viaje hacia Francia, por lo que no estuvieron en Vitoria el día de la batalla. Únicamente un batallón del tercer regimiento francés de infantería de línea, logró llegar a Miranda.

Salinas de Añana "Al pasar por Salinas encontramos un hermoso curso de agua que corría limpia y cristalina, invitándonos a beber. El día era caluroso y, tan pronto como los soldados llegaron junto a él, metieron sus tazas en el agua y comenzaron a beber. Yo me quedé pasmado al ver las muecas de disgusto que se dibujaron en sus caras y al oír sus exclamaciones. ¡El agua está jodídamente salada aquí! ¡No puede ser, estamos muy lejos del mar! ¡La tierra está llena de sal en este lugar!". Este relato está escrito por un militar inglés llamado Simmons, que no sabía ni lo que significaba Salinas, ni que aquella localidad basaba su economía en la explotación de la sal desde la época prerromana.

Desde comienzos de 1813, los franceses mantenían un destacamento en Salinas de Añana, que controlaba el enlace entre el Camino Real de Burgos a Francia, la actual N-I, y el que unía Castilla con el puerto de Bilbao por Orduña y, además, el comercio de la sal. El jefe guerrillero Francisco de Longa, entonces con el grado de coronel, se propuso tomar ese enclave, concentrando una fuerza de 2.500 hombres, con su correspondiente apoyo artillero, entre Espejo y Tuesta. El guerrillero, que se llamaba en realidad Francisco Tomás de Antxia y Urkiza, había nacido el 10 de abril de 1783 en el caserío Longa de Mallabia, en Bizkaia. Llegó a ser capitán general del ejército español. Se calcula que en 1810 unos 4.000 alaveses se encuadraban en las filas guerrilleras, a las órdenes del citado y de los alaveses Eustaquio y Fermín Salcedo, Sebastián Fernández de Lezeta, apodado dos pelos y Prudencio Kortazar el fraile.

Los franceses habían convertido Salinas de Añana, rodeada de territorio controlado por los guerrilleros, en un fortín. La iglesia de San Cristóbal constituía el núcleo de su sistema defensivo. Sin embargo, el día 8 de enero quedó cercada la villa y al amanecer del día 9 actuó la artillería, abriendo brechas en muros y empalizadas, por las que entraron los guerrilleros a punta de bayoneta. Los franceses aguantaron hasta el día siguiente, en el que tuvieron que rendirse por falta de municiones. La iglesia de San Cristóbal, que se encontraba en el lugar que hoy ocupa el frontón, quedó completamente destruida.

Se dice que antes de la ocupación francesa, los vecinos de Salinas de Añana, conscientes de lo que se les venía encima, trasladaron los objetos de culto de su templo a otras iglesias de los alrededores. De esa manera, quedó en la iglesia de El Salvador de Espejo una imagen de Cristo crucificado procedente de la de San Cristóbal de Salinas de Añana. Este Cristo puede verse aún hoy en día en la primera columna del templo, según se entra a la derecha, por lo que los de Salinas motejan a los de Espejo de robacristos.

Los guerrilleros Longa estableció su cuartel general en Espejo. El día 22 de enero recibió la orden de atacar las posiciones francesas en las cercanías de Pancorbo, ocupando Cubo de Bureba el día 25. El 22 de abril llegaron a la zona tropas francesas procedentes de Bilbao, al mando del general Foy. Tenían previsto unirse con otra fuerza procedente de Burgos y con gran parte de la guarnición de Miranda de Ebro, con la intención de retirarse a Francia. Este movimiento era debido a que, en marzo, el emperador había ordenado a su hermano José retirar tropas de la Península Ibérica, a fin de enviarlas al frente ruso. En consecuencia, José Bonaparte había trasladado su cuartel general de Madrid a Valladolid. Longa se apostó en los altos de Armiñón y, desde allí atacó a los franceses.

En mayo los guerrilleros de Longa, encuadrados en el regimiento Iberia, perteneciente a su vez a la sexta división, se dedicaban a hostigar a las columnas francesas que circulaban entre Miranda de Ebro y la capital alavesa, desde sus posiciones en Armiñón, manteniendo su retaguardia en Espejo.

El día 21 de mayo, la división francesa del general Sarrut intentó acabar con Longa y sus tropas, avanzando desde Amurrio hacia Espejo por Orduña. Las tropas de Longa tuvieron que huir apresuradamente de Espejo. Los franceses avanzaron luego hasta Bóveda, Río de Losa y San Pantaleón de Losa. Longa tomó posiciones en San Martín de Losa. En la noche del 6 al 7 de junio, se trasladó a Villalba de Losa y atacó a los franceses que estaban en Berberana. Se dieron luego otros combates en los alrededores de Orduña.

El 16 de junio Sarrut recibe la orden de reunirse con el ejército de Portugal en la Bureba. Estas tropas llegaban perseguidas por las fuerzas comandadas por el duque de Wellington, que habían cruzado la frontera hispano-lusa el día 22 de mayo y tomado Salamanca el 26. José Bonaparte y su corte decidieron retirarse de España. Partieron de Valladolid el 3 de junio, con la idea de confluir en Burgos con más tropas y con todo el funcionariado francés y español afrancesado, así como con los personajes que se habían distinguido por su colaboración con la monarquía josefina, y sus familias y sirvientes, provenientes de Madrid y otras ciudades. Eran los tres mil carruajes del convoy que quedará atrapado en Vitoria el 21 de junio.

El día 16, pensando que Wellington se dirigiría a Bilbao, se le ordenó al ejército de Portugal que fuera hacia allí. Pero los objetivos de Wellington eran otros, ni más ni menos que cortar la retirada del grueso del ejército imperial hacia Francia. El primer enfrentamiento se dio el día 18 de junio en el valle del Río Omecillo. Al anochecer los aliados ocuparon todo el valle, desde Espejo a Berberana, con Longa y sus hombres en Orduña.

Por el Camino Real de Castilla avanzaba el convoy francés, con José Bonaparte y el mariscal Jourdan a su cabeza. Llegó a Vitoria la tarde del día 19. Su intención era acampar en los alrededores de la ciudad. Según avanzaban, iban estableciendo líneas defensivas, en el sentido de su marcha, temiendo un ataque por su retaguardia. Por otra parte, tomaron como principal línea defensiva la constituida por el río Zadorra, al norte. Dos días después las tropas napoleónicas sufrirían una derrota que cambiaría la historia.