Pamplona. Tres días después del descalabro socialista en las elecciones vascas y gallegas su máximo líder, Alfredo Pérez Rubalcaba, abrió por fin la boca para atrincherarse en la en la secretaría general del PSOE y no asumir responsabilidades personales pese al aumento de las críticas internas que sitúan al partido en la crisis más grave de los últimos 35 años.

Rubalcaba descartó ayer dimitir tras los malos resultados electorales del pasado domingo y aseguró que seguirá en el cargo "hasta el final" de su mandato, en 2016, aunque pisará el "acelerador" para la renovación programática de su partido. "No, no he pensado en dimitir", respondió tajante al ser preguntado sobre si se le había pasado por la cabeza abandonar su responsabilidad, para argumentar a continuación que sus compañeros le eligieron hace ocho meses para recuperar la confianza de los ciudadanos y él va a cumplir con su compromiso "hasta el final".

A renglón seguido, sentenció: "Me eligió la mayoría, me saca la mayoría", para justificar que se siente legitimado para seguir en el cargo porque ganó el congreso federal de febrero y su figura y su línea opositora fue ratificada por el Comité federal en septiembre.

Por eso, el final de su mandato será en 2016, recalcó, pero declinó desvelar si eso incluirá su presentación como candidato de nuevo a las elecciones generales, en principio previstas para 2015.

Ese asunto, según subrayó en varias ocasiones, "no toca ahora", y "haría muy mal y sería un irresponsable" si estuviera pensando en renovar o no como cartel electoral del PSOE cuando a los ciudadanos les preocupan otras cosas.

Respecto a su línea de oposición, ha reconocido que es una de las cosas que le ha hecho "perder unas cuantas plumas" y ha generado problemas en el PSOE, pero ha defendido: "Yo pensé que era bueno que hubiera pactos". Y además, ha dejado claro que lo sigue pensando así, pero cree que el Gobierno, cada día más, está "achicando" los espacios de acuerdo, así que hará una oposición "firme y dura" cuando crea que el Gobierno "lo hace mal" y "mucho más dura" cuando sus medidas hagan daño a la gente. Con todo, quiso dejar claro que tras la derrota del 21-O los socialistas tienen que reflexionar a fondo sobre qué han hecho bien y qué han hecho mal, y además hacerlo rápidamente, porque esta legislatura es distinta a las otras y los acontecimientos se acumulan, hasta el punto de que el PSOE se ve obligado a hacer oposición y, a la vez, construir una alternativa al Gobierno del PP.

En una legislatura normal, matizó, se dedicaría a hacer oposición durante un tiempo e iría diseñando su oferta programática más hacia el final, pero esta se caracteriza por la gravísima crisis económica que determina "la urgencia de una alternativa".

A su entender, la no visualización de esa alternativa es la que ha llevado al fracaso electoral al PSOE, especialmente en Galicia, donde todas las encuestas apuntaban a que los gallegos querían un cambio, pero no han encontrado el instrumento político para canalizarlo.

por un discurso realista Rubalcaba consideró que el PSOE tiene que ofrecer con urgencia esa alternativa con un discurso realista, creíble y que conecte con los sentimientos de la izquierda, aún siendo consciente de que "hace falta que la gente esté dispuesta a escucharla". "Y eso requiere tiempo y confianza". Una parte de culpa la tiene también el debate territorial, que era "esperable pero no tan rápido", constató, y sumó a ello la línea de oposición en las Cortes y la búsqueda de acuerdos con el PP que ha defendido en estos meses, convencido "honestamente de que era lo mejor para el país".

Respecto a Galicia, señaló que ya intuía que era muy difícil que el PP no lograra la mayoría absoluta y consideró que los ciudadanos gallegos no han percibido que hubiera una alternativa de gobierno al PP.