Ciudad del Vaticano. En medio de una gran expectación, sin cámaras ni grabadoras, en una sala presidida por un crucifijo y tres jueces laicos, comenzó ayer en el Vaticano el juicio contra el exmayordomo del papa Benedicto XVI, Paolo Gabriele, acusado de robar documentos reservados del Pontífice, un proceso al que asistió impasible el imputado y que se espera concluya la semana próxima. A las 9.30 horas local en punto, el tintineo de una campanita avisó de que entraban en la sala del Tribunal de Justicia del Vaticano los jueces Giuseppe della Torre, Paolo Papanti Pelletier y Venerando Marano, encargados de juzgar al mayordomo infiel, el hombre que durante los últimos seis años fue la sombra de Benedicto XVI, el que le ayudaba a vestirse, acostarse y con el que incluso compartía mesa y mantel.

Varios minutos antes llegó al edificio, ubicado junto al ábside de la basílica de San Pedro, Paoletto, como es conocido Gabriele. Impecablemente vestido, con un traje gris, camisa blanca y corbata gris, el acusado llegó escoltado por miembros de la Gendarmería Vaticana. Junto con Paoletto, de 46 años, casado y padre de tres hijos, también era juzgado el técnico informático Claudio Sciarpelletti, de 48 años, acusado de encubrimiento, pero no se presentó a la audiencia, según su abogado defensor, debido a un problema de salud.

Benedetti señaló que su defendido se declaraba inocente, que el técnico informático nunca encubrió al exmayordomo y que en el momento en el que le fue encontrado un sobre con documentación reservada vaticana reconoció a los investigadores que se la había dado Paoletto. El letrado exigió que sea juzgado aparte, lo que fue aprobado por el tribunal. El exmayordomo puede ser condenado por robo con agravantes hasta un máximo de cuatro años de cárcel, mientras que Sciarpelletti puede ser condenado hasta con un año de cárcel.

La abogada de Paoletto, Cristina Arrú, presentó varias objeciones, entre las que figuraba la recusación frontal del proceso, que fueron rechazadas. Pidió que fueran incluidas las declaraciones de los testigos recogidas por la Comisión Cardenalicia creada por el papa para investigar el escándalo, pero el tribunal lo rechazó, señalando que esa comisión fue creada según el Código de Derecho Canónico, mientras que el juicio se desarrolla según el Código Penal del Estado de la Ciudad del Vaticano.

Desde que estalló el escándalo, conocido como Vatileaks, la Comisión Cardenalicia interrogó a una treintena de personas. A la sesión de ayer fueron llamados un total de 13 testigos, ocho para la parte de Gabriele y cinco para la de Sciaperletti. Entre los llamados estaban Georg Ganswein, secretario particular del papa, Cristina Cernetti, una de las laicas que forman parte de la llamada Familia Pontificia que cuida el apartamento papal, y el religioso Carlo María Polvani.

Ninguno de los tres se presentó. Sí asistieron ocho testigos, todos miembros de la Gendarmería Vaticana, entre ellos su titular, Domenico Giani. El martes, cuando se celebre la segunda audiencia, será interrogado Gabriele y serán llamados los testigos. No se descarta que ese día testifique monseñor Ganswein, de cuyo despacho sacó Paoletto los documentos que luego filtró a la prensa y publicados en el libro Sua Santitá.

También podrá ser llamada Cernettil. El tribunal espera concluir el juicio la semana próxima, tras celebrar cuatro audiencias. La primera sesión fue sobre todo técnica y no aportó luz sobre el escándalo. Durante la misma no se habló de los eventuales cómplices que aparecen identificados en el proceso de instrucción con las letras B, Y, W y X.