El Cairo. Los egipcios acudieron en masa a las urnas en la primera jornada del "maratón" electoral para elegir a la composición de la Asamblea del Pueblo (Cámara baja), aunque las irregularidades ensombrecieron la fiesta y trajeron a la memoria viejas costumbres del régimen anterior. Precisamente, las infracciones y el caos que se vivió en muchos colegios puso en evidencia los obstáculos que aún debe afrontar la transición hacia la democracia. Los votantes esperaron emocionados y con mucha paciencia las largas colas -con una media de espera de tres horas-. Pese a que tenían la posibilidad de votar también hoy, los ciudadanos de El Cairo, Alejandría y otras siete provincias esperaron desde la madrugada para poder ejercer su derecho. Muchos colegios abrieron, además, con retraso, lo que obligó a la autoridad electoral a cerrar la votación dos horas más tarde.
En la escuela Sanaya, en el humilde barrio de Bulaq, varios hombres vagaban por los pasillos sin motivo aparente hasta que uno de ellos le alargó unos billetes a un votante. Minutos después, Bahat Nagui, reconocía que "se compran votos a gente que no sabe a quién votar". En una sala apartada, entre vasos de té y humo de cigarrillos, un juez desconfiado retenía a los periodistas en la entrada mientras daba órdenes a los miembros de la mesa, que se apresuraban a poner todo en orden. Eso no evitó que los periodistas vieran, una vez dentro, cómo uno de los funcionarios introducía varias papeletas de golpe dentro de una urna.
Según denunciaron partidos políticos y pudo constatar Efe, se registraron casos de compra de votos en diferentes ciudades, así como claras violaciones de la Ley Electoral egipcia por parte de las formaciones y los candidatos independientes. Hubo falta de papeletas y los partidos se acusaban los unos a los otros de hacer campaña en los alrededores de los colegios e, incluso, dentro de estos. Sin embargo, el presidente de la Comisión Electoral egipcia, Abdelmoaiz Ibrahim, restó importancia a las infracciones y se mostró convencido de que las denuncias sobre irregularidades presentadas por los votantes y los observadores "no van a afectar el proceso electoral". Interrogado en una rueda de prensa, Ibrahim, solo reconoció dos infracciones: algunos jueces -encargados de supervisar los comicios- se incorporaron tarde a las mesas electorales, y las papeletas y las urnas llegaron con retraso a algunos colegios.
Elecciones libres Las preferencias de los electores se dividían entre liberales e islamistas, aunque la decisión se complicaba a la hora de marcar en una sábana de papel a sus candidatos favoritos, indentificados por su nombre, un número y un dibujo que ayuda a las personas analfabetas. "¡Vote el dibujo del farolillo!", recomendaban en plena calle dos jóvenes que repartían propaganda electoral. Ante las puertas de los colegios electorales se amontonaban los ciudadanos, impacientes por votar y exhaustos tras varias horas de espera. No querían perderse la primera oportunidad de ejercer su derecho al voto tras la caída de Hosni Mubarak el pasado febrero, tras treinta años en el poder.
En filas separadas o incluso segregados por colegios, hombres y mujeres esperaban su turno entre empujones y gritos. Jóvenes soldados regulaban la afluencia de personas para impedir colapsos en el interior de los colegios, aunque también allí las colas eran largas, sobre todo durante el momento de la oración, cuando algunos miembros de mesa pararon a rezar. El desconocimiento y la indecisión fueron también protagonistas de esta primera jornada electoral. Por ejemplo, en la escuela de Shobra, uno de los miembros de la mesa, Ragab Awad, explicaba que muchos indecisos preguntaban al juez a quién votar. El complejo proceso electoral, dividido en tres fases de dos vueltas cada una, hace que hoy se vuelvan a abrir los colegios, lo que ha suscitado inquietud por que las urnas tengan que permanecer una noche en los colegios.
El ambiente en Tahrir La plaza de Tahrir se encontraba más vacía que otros días, algo que muchos achacaban a la celebración de las elecciones. En todo caso, todos los presentes aseguraban que no cederán en sus demandas. "Debemos presionar al SCAF en los dos frentes: mediante las elecciones y a través de nuestra protesta", apuntó Rania, voluntaria médica en la plaza".
Mariam y Samaa, ambas con vestimenta islámica, eran dos hermanas que aún no habían votado. La primera aseguraba que lo haría a lo largo de la jornada, pero la más pequeña, que aún mostraba una venda en la frente fruto del ataque de la policía militar hace dos semanas, admitía estar confundida: "No quiero ir a votar sin estar segura de cuáles serán las funciones del parlamento resultante y de si éste servirá para algo", señaló. Desde una de las tiendas de campaña, Mohammed, de Port Said, se mantenía firme en su decisión de no votar. "No voy a legitimar este sistema y no creo que tengan el valor de venir a pedir la multa. Si no, votaremos con un voto nulo en el que ponga "abajo el SCAF", afirmaba.