vitoria. Patxi López y José Montilla fueron ayer los auténticos protagonistas del acto de celebración del 31 aniversario de la Constitución española que tuvo lugar en el Congreso de los Diputados; el representante del PSE, por ser el primer lehendakari que participa en este acto llevado por su afán de "normalizar" la vida política vasca, y el líder del PSC por haber quedado atrapado en el centro del huracán jurídico-político que ha provocado la reforma del Estatut que ahora analiza el Tribunal Constitucional.

El morbo estaba servido. Todos los flashes esperaban su momento y éste no tardó en llegar, permitiéndoles inmortalizar los intensos abrazos con que los presidentes del Congreso, del Senado y del Gobierno español recibieron a López -dado el significado político que destilaba su participación en este acto- pero también los tensos gestos que rodearon al president catalán, celoso del futuro de la reforma estatutaria que tanto le está costando sacar adelante.

Con estos ingredientes, el guión del acto estaba servido: había que prestigiar el actual marco legal que marca la Constitución, pero reivindicando a la vez la teórica flexibilidad que permite la Carta Magna española, para tratar de despejar las críticas que viene recibiendo este texto por no haber sabido incorporar los cambios que ha experimentado el Estado desde que sus ciudadanos lo refrendaron en 1978.

se puede cambiar, pero no toca Ya en el acto que el Gobierno Vasco estrenó el pasado 25 de octubre para celebrar la aprobación del Estatuto vasco, López abría la puerta a estudiar posibles modificaciones afirmando que "ningún texto es sagrado", aunque poco después él mismo la cerraba al constatar que no encontraría un consenso mayor al que recibió el texto original de Gernika.

Ayer tiró del mismo discurso para responder a los periodistas madrileños, ávidos de escuchar de boca de un lehendakari las bondades de la Constitución española, y de conocer si iba a seguir la senda marcada por su compañero catalán tras el portazo que recibió la última reforma estatutaria aprobada por el Parlamento Vasco. "La Constitución es una norma que define las relaciones de todos los ciudadanos de este país. De ella nace el Estatuto de Gernika y ella permite todo lo que tenemos", afirmó, para después reiterar que "no merece la pena" reformar el texto vasco en las actuales circunstancias, aun matizando que "no hay ningún texto cerrado" y que todo debe "adaptarse a la realidad".

Zapatero, feliz por la "buena noticia" que dijo haber recibido al ver a los máximos representantes de las instituciones vascas celebrando la aprobación de la Constitución española, reprodujo el discurso de su compañero vasco recurriendo al ahora no toca que acuñó el histórico president Jordi Pujol.

"La Constitución ha sido muy útil, es muy útil" -afirmó el presidente con su particular forma de matizar ideas al ritmo de su discurso-. Sin embargo "es mejorable", aunque "no hay en el horizonte inmediato una propuesta, una alternativa de reformar el texto". "No hay urgencia" ni "necesidad imperiosa", aclaró.

Incluso el presidente del PP, Mariano Rajoy, se subió a este carro compuesto de los mismos tres vagones, aplaudiendo la Carta Magna como un texto "vigente" que ha propiciado "los mejores años" de la historia de España; admitiendo que podría recibir cambios porque "en esta vida nada es inmodificable"; pero subrayando que no es el momento de hacerlos porque requerirían "un amplio consenso" y tener muy claro "lo que quiere modificarse".

En este sentido, el presidente del Gobierno de Aragón, Marcelino Iglesias, y su homólogo castellano-manchego, José María Barreda, -dos de los sólo cuatro líderes autonómicos que ayer asistieron al acto- se mostraron convencidos de que la Constitución "evolucionará" cuando "haya un ambiente propicio" y se puedan alcanzar acuerdos duraderos, sabedores de que, con los cambios que se han producido en la evolución del Estado, 1978 "queda muy atrás" y que, de hecho, incluso Castilla-La Mancha reclama ya también un nuevo Estatuto.

Un paso más allá, el diputado de IU, Gaspar Llamazares, abogaba claramente por la reforma de la Carta Magna, aunque lamentaba la aplicación de una "especie de derecho de veto" por parte del PP.

Sin embargo, el presidente del Congreso, José Bono, advertía -quizá pensando en su compañero Montilla-: la Constitución "no es infinitamente flexible".

banderas, presencias y ausencias Más allá de los discursos políticos, el acto de ayer contó con la habitual presencia de políticos y representantes principales autoridades institucionales -entre ellas, las del Tribunal Constitucional-, con la habitual ausencia de los representantes de PNV, Na-Bai, BNG y ERC, pero también con el inesperado plantón -que dio mucho que hablar- de los presidentes autonómicos del PP, que se perdieron los actos impulsados por el Congreso, entre ellos, el izado de la bandera española de 300 metros que preside la plaza de Colón.