El río Deba nace casi en la muga con Álava, en Arlabán, en la Sierra de Elgea, muy cerca de Salinas de Léniz, y se interna en tierras guipuzcoanas buscando el Cantábrico. Atraviesa importantes localidades en su recorrido, como Mondragón, Bergara, Elgoibar y Mendaro, entre otras hasta desembocar en Deba.

El río se ha convertido en el principal vertebrador de la comarca, que en su tramo más cercano al mar da forma a Debabarrena, una comarca en la que el río Deba atraviesa un terreno agreste de origen kárstico antes de llegar al flysch que va de Zumaia a Mutriku y en el que se puede leer el pasado geológico de la Tierra casi hasta sus orígenes.

Itziar y su santuario, desde el mirador del cementerio. J.M. Ochoa de Olza

Itziar

Son numerosas la localidades que se pueden conocer en Debabarrena, pero la de Itziar, situada en un alto permite una entrada panorámica si se llega desde Zumaia. Es un importante hito en el Camino de la Costa o del Norte hacia Santiago de Compostela. Numerosos peregrinos pasan por su calles tras una visita al Santuario de la Virgen de Itziar.

Este templo guarda restos medievales que delatan su antiguo origen, aunque ahora la iglesia es del siglo XVIII. De vocación marinera, esta virgen es la patrona de los mareantes, de los navegantes. El templo se alza en lo alto de una loma y de cara al mar, resulta muy visible desde la embarcaciones que se encomiendan a la Virgen de Itziar.

El pueblo creció alrededor de sus muros y sus vecinos lo cuidan con mimo. Igual que sus tradiciones. De hecho, en la Herriko Plaza se conserva todavía el probadero de bueyes y las diferentes piedras y pesos que se usaba en las idiprobak. En la misma plaza, en su lado ajardinado se puede contemplar la escultura Amatasuna (Maternidad) de Jorge Oteiza.

Los que tengan ganas de darse un baño pueden acercarse hasta la playa de Sakoneta o desplazarse a Deba y su playa de Santiago. Por la ruta costera, en una curva bajo la ermita de Santa Katalina una peña sostiene una réplica de la Virgen de Itziar donde los devotos dejan flores.

La plaza de los Fueros de Deba con el Ayuntamiento. J.M. Ochoa de Olza

Deba

El arenal de Deba, la playa de Santiago, se encuentra en la misma desembocadura del río, protegido de este por un largo de espigón de piedra que encauza la corriente hasta el mar. Pero esto no impide que reciba toda la fuerza del Cantábrico y se haya convertido en un importante destino del surf vasco. Son numerosos los aficionados a este deporte que disfrutan de largas olas de izquierda.

Popular destino veraniego, son muchas la villas con encanto que se pueden ver frente a la playa, pero Deba siempre ha sido un importante puerto pesquero y comercial, en el que la caza de las ballena y el transporte de lana eran sus principales actividades. Su puerto es fluvial, como el Zumaia a orillas del Urola, y el de Orio, en el Oria. Su flota pesquera ha desaparecido y son las embarcaciones de recreo las que ahora amaran.

Deba tiene la particularidad de ofrecer dos paseos, el marítimo, que desde la playa de Santiago va recorriendo la costa y el flysch rodeando la colina sobre la que se alza la ermita de Santa Katalina, y el fluvial, que por la orilla del Deba se acaba internando en la marisma de Casacampo que forman sus meandros y llega hasta el humedal de Artzabal.

Tras contemplar el puente del Deba, que en 1866 unió directamente Deba con Mutriku, y por extensión Bilbao con San Sebastián por la costa, y que hace unos años hubo que restaurar al fallar y hundirse uno de su pilares se accede al núcleo urbano de Deba tras curzar la vías del ferrocarril.

Destaca la plaza de los Fueros, con la imponente fachada el Ayuntamiento bajo la que se pasa para entrar al corazón de la vida social. A pocos metros, por Lersundi kalea o por Iturri kalea se llega al otro centro de encuentro, la plaza Zaharra, con su fuente central y la imponente iglesia de Santa María, una de las joyas de la arquitectura religiosa de Euskadi, de austero exterior y una espectacular riqueza decorativa interior que su pórtico anuncia.

Mural en el mirador de Atxukale que recuerda la importancia de las ballenas en la historia de Mutriku. J.M. Ochoa de Olza

Mutriku

La orilla izquierda de la desembocadura del río Deba pertenece al municipio de Mutriku y basta cruzar uno de los puentes para tomar la carretera de las costa y llegar hasta el pueblo, el último de Gipuzkoa antes de entrar a Bizkaia por Ondarroa.

Esta villa encajada entre el mar y el monte Arno, es uno de los puertos más antiguos. Dedicado a la pesca, tuvo también en la caza de la ballena una industria principal. Uno de estos cetáceos era el impuesto que pagaban primero al rey de Navarra y después al de Castilla. Un mural en el mirador Atxukale lo recuerda.

El casco histórico responde a su antiguo diseño medieval de calles estrechas, y empinadas por su ubicación, pudiendo ver los restos de sus antiguas murallas y los palacios que describen el esplendor que tuvo Mutriku entre los siglos XV y XVII.

Desde el puerto, la visita empieza en la torre Berriatua y su historia de amores difíciles, pasa por el palacio Montalivet, alcanza la Erdiko kalea a través de la Beheko plaza y sigue hasta llegar a la plaza de Churruca, donde se alzan la iglesia de la Asunción, el Ayuntamiento y el palacio Galdona alrededor de la escultura al marino y alcalde de Mutriku Cosme Damián Churruca. De camino se han podido descubrir los palacios Arrietakua, Zabiel y Olazarra-Mizkia y la casa-torre Luardo.

De vuelta al puerto, y a los pies de Atxukale, destacan la antigua lonja, la Cofradía de Pescadores y la casa-torre Molako Dorrea. Al final una piscina ganada al mar y la playa esperan al que se quiera dar un baño.

Una capea con vacas betizu, o larrabehia, en la plaza de Lastur. J.M. Ochoa de Olza

Lastur

Dejando atrás Mutriku, hacia el interior se puede recorrer el paisaje kárstico, cara b del Geoparque de la Costa Vasca. Para entenderlo mejor se puede visitar Lastur, en el lado derecho del Deba, donde su Espacio Interpretativo del Karst explicará sus características y por qué es tan especial la piedra que se extrae de la cantera de Sasiola, una caliza gris de alta calidad conocida como mármol de Deba. De camino se puede hacer un alto en el convento hospital de San Francisco de Sasiola.

Lastur se enclava en el macizo de Izarraitz. Es un diseminado de caseríos con un núcleo central con un restaurante, un frontón, la ermita de San Nicolás y los dos elementos que la distinguen: los molinos de harina que fueron ferrerías en el siglo XIV y ahora muelen el maíz para hacer los tradicionales talos al estilo Lastur, y la pequeña plaza de toros, una de las más antiguas de Euskadi. En ella se organizan regularmente capeas con ganado de la raza montañesa betizu o larrabehia, que vive en semilibertad.

Quienes prefieran practicar otras actividades al aire libre, dispondrán de numerosas posibilidades de senderismo para encontrar el camino hacia la costa y, de nuevo, la localidad de Itziar.