Pues aquí estamos otra vez. Me refiero al regreso de la actividad política tras el impasse rabioso provocado por la última campaña electoral, que ha sido intensa como nunca antes por estos lares ante el incierto desenlace que se preveía. Ayer mismo los electos del PNV retiraron sus credenciales en la sede gasteiztarra de la Cámara autonómica y hoy lo harán los socialistas. Con esas acciones, empiezan a correr los plazos para el inicio de una legislatura en la que todo indica que un Gobierno entre diferentes y con la mayoría de apoyos parlamentarios necesaria pondrá en marcha su programa y tomará las medidas que considere oportunas para mejorar la calidad de vida de los vascos o, al menos, para intentar solucionar los problemas que afecten sus vidas. Escrito así, hasta parece raro, con lo que está cayendo en otras instituciones, ajadas por una división inédita provocada por la mala concepción de la democracia que tienen ciertas sensibilidades conservadoras y ultramontanas fundamentalmente. No me extraña que aquello del oasis vasco cada vez sea anhelado con mayor ahínco en otras latitudes a las que les sobra la confrontación y les falta la tranquilidad necesaria para hacer que las cosas funciones por su propia naturaleza.