e permití tunear una declaración de la vicelehendakari segunda, Idoia Mendia, en una entrevista en los diarios de Vocento. Sostenía la ex secretaria general del PSE que “Los que elevan el tono por el espionaje contribuyen a desestabilizar la democracia”. Me bastó tachar las seis primeras palabras y una n para que la cosa quedara en una frase que, bajo mi punto de vista, se acerca más a la realidad: “El espionaje contribuye a desestabilizar la democracia”. Sobre todo, añado, cuando se practica a granel no solo sobre los adversarios políticos (que ya estaría mal) sino con interlocutores prioritarios y hasta socios con los que, en apariencia, se mantiene una relación fluida. Fíjense que, habida cuenta de la bibliografía mutuamente presentada, hasta puedo entender que esas relaciones no las presida la confianza. Pero lo otro, lo que ya sabemos que ha ocurrido porque nos lo han confirmado sin tapujos, es lo que no es de recibo. Faltaría más, por tanto, que se invierta la carga de la prueba hasta el punto en el que son los conejos los que se abalanzan sobre las escopetas. Con todo el respeto y, por supuesto, el aprecio, vicelehendakari, incluso admitiendo que algunas reacciones hayan exagerado la nota por interés, la actitud peligrosa para la democracia no es quejarse de haber sido víctima de una intrusión o denunciar con firmeza semejante atropello. Lo intolerable, lo que de verdad menoscaba la democracia, es el atropello en sí mismo, y más, del modo en que sabemos que se ha realizado. Basta que se imagine su reacción si un gobierno del PP hubiera actuado así con usted misma u otros compañeros de partido. l