¿Siempre tiene una opinión sobre todo?

—No. Cuando no domino un tema, lo digo abiertamente en la tertulia, sea radio o televisión. Creo que da credibilidad ante quien te escucha. Deploro los lugares comunes en las respuestas. Procuro, eso sí, estar documentado y contrastar distintas referencias para formar mi opinión.

¿Qué asuntos se le hacen más cuesta arriba a la hora de opinar?

—Los internacionales. Sobre todo, desde la pérdida de corresponsales en el extranjero. Mucha de la información que nos llega por agencias acostumbro a ponerla en cuarentena. Solo sigo análisis de expertos reconocidos.

A veces, escribe o habla sobre personas con las que tiene una relación cordial. ¿Se corta?

—Si tienes una relación cordial con la otra parte, es porque entiende tu trabajo. Además, siempre procuro fundamentar con hechos la opinión que doy, sobre todo cuando sé que puede ser descalificante. Y me va muy bien. Es cuestión de saber elegir.

¿Les cuesta a los políticos encajar las críticas?

—Por supuesto. Y a los periodistas. Todos somos humanos en ese aspecto. Otra cosa es el estilo de algunos al encajar esas críticas. Otra cosa es que estamos en una larga etapa de bandos mediáticos y a muchos se les está yendo la mano crítica por su seguidismo.

¿Y a los seguidores de esos políticos o partidos?

—Son los peores. Hay mucho hooligan y poco criterio. Precisamente la polarización política y mediática que arrastramos abona ese fanatismo. Y no veo cordura ni interés para detener este desatino.

¿Los que opinamos asumimos que también nos equivocamos?

—Nos cuesta mucho. Nos creemos que lo sabemos todo, que marcamos tendencia y que somos un oráculo más. Lo digo en muchos casos que conozco, sobre todo en Madrid. Cuando leas o escuches que un periodista se ha equivocado, házmelo saber.

¿Cuando solo había prensa de papel vivíamos mejor?

—Las comparaciones siempre son odiosas. Pero la llegada del tuit y del digital se ha unido a la política líquida hasta el extremo de retroalimentarse. La mezcla es diabólica. Mata el análisis sensato, la contextualización y, creo, que hasta favorece la tendenciosidad.

Hoy hay más información que nunca. ¿Es de mayor calidad?

—Hay de todo. Pero hay terreno mucho más abonado para la tendenciosidad, para la manipulación. Sigue habiendo firmas muy respetables, aunque tienen que convivir con la mentira, el sensacionalismo o las fake news y muchas veces desgraciadamente acaban perdiendo en el ranking de lectores y de noticias más vistas.

También los periodistas están mejor formados. ¿Se nota?

—Saben inglés y dominan las redes. Eso sí. Un joven periodista de hoy no le gana intelectualmente a un senior. Ni en el análisis ni en la contextualización de la noticia, e incluso en disponer de fuentes de sensibilidades distintas.

Si le ofrecieran aparcar la política y dedicarse a los deportes...

—Solo he cubierto deportes durante dos años. He tocado todos los palos. Ante todo, soy periodista vocacional. Lo que me echen. Pero no negaré que me encanta la política, sobre todo conocer las causas de lo que sucede.