Cualquier canción puesta en bucle provoca un hartazgo; si lo que suena sin parar es la Macarena, más aún. Y si lo hace en modo repetición y a todo volumen ya es una tortura como para salir corriendo. Pues esa es la estrategia que han utilizado las autoridades de Nueva Zelanda para intentar dispersar a los antivacunas.
Un colectivo, el de personas contrarias a las vacunas, que están en todos los países y que, aunque suelen ser muy minoritarios se dejan notar. Y en Nueva Zelanda decidieron la pasada semana ocupar los alrededores del Parlamento, situado en la capital, Wellington.
Poco amiga de utilizar la fuerza y las medidas antidisturbios, la Policía neozelandesa decidió actuar lanzando agua, pero la medida no resultó efectiva. Entonces desde el interior del Parlamento se les ocurrió una manera más original e ingeniosa, con el objetivo de que fuera efectiva también: hartar a los manifestantes poniéndoles sin parar, a través de la megafonía exterior del edificio, la Macarena y Macarena Baby Shark, dos de las canciones más escuchadas en la historia de YouTube con unas melodías que se pegan como pocas y con unas letras que es mejor no analizar.
Además, intercalaban entre canción y canción mensajes que intentaban concienciar sobre la importancia y los beneficios de la vacunación. Es cierto que en Nueva Zelanda el 94% de la población tiene la pauta completa y que es uno de los países que ha optado desde el principio de la pandemia por uno de los confinamientos y cierre de fronteras más estrictos, pero aun así los antivacunas han permanecido seis días acampados en el exterior del Parlamento. Y además, poniendo su propia música para contrarrestar la que sonaba por megafonía.
Y no fue la música la que acabó con ellos, sino el temporal de lluvia y viento que azotó Wellington desde el sábado. Y eso que otro cantante, James Blunt, se ofreció a participar si las canciones elegidas no funcionaban.