Maserati se estrena en el exclusivo club de campo con el Levante, un SUV de estampa fascinante, ejecución esmerada y temperamento efusivo. Son los mismos ingredientes que conforman el código genético de la escueta gama del constructor italiano, cuyo emblema del tridente goza de más prestigio que presencia en la calle. El nuevo candidato se enfrenta a los terratenientes de las firmas distinguidas proponiendo dos interpretaciones motrices, una de gasóleo con 275 caballos y otra a gasolina de 430. Acompaña dicha solvencia mecánica con una puesta en escena y unas dotaciones dignas de sibaritas, lo que aleja su tarifa de la órbita de la mayoría.
Acorde a su denominación, el Levante llega con un golpe de aire del este, de Italia, para refrescar el estamento de los SUV de postín. Ese viento llena las velas de Maserati y le permite tocar tierra en una categoría por explorar. En ella tropieza con una nutrida y competente concurrencia. Aunque se va a medir a toda la aristocracia crossover, su hechura cupé sugiere una rivalidad directa con algunos productos concretos: un Porsche Cayenne convertido en clásico, el BMW X6 y el rejuvenecido Mercedes-Benz GLE Coupé.
Maserati enfrenta su creación a todos ellos esgrimiendo dos de sus mejores armas: diseño y deportividad. La casa italiana traslada al corpulento formato todoterreno las esbeltas líneas de sus turismos, en lo que puede considerarse una de las labores de sastrería más finas de los últimos tiempos. Los estilistas de la firma aciertan a restar rigor a un envase de considerables proporciones -mide 5 metros de largo, 1,97 de ancho y 1,68 de alto-, marcando así la diferencia con algún mastodonte de la competencia. Los tres metros de separación entre ejes de este debutante permiten sustentar una carrocería holgada. Lo suficiente para acomodar en su seno a cinco adultos (no hay posibilidad de siete plazas) con sus bártulos, puesto que ofrece un portaequipajes de 580 litros.
El estilo elocuente y seductor con el que ha sido esculpido el Levante vaticina su talante dinámico antes de accionar el arranque. Como cabe esperar en cualquier Maserati, esta primera incursión en territorio SUV promete un elevado rendimiento. El constructor lo anima con adaptaciones de dos motorizaciones empleadas en otros modelos de la casa; son unidades de similar estructura, V6 de tres litros, pero enfoques diferentes. Ambas remiten su energía a las cuatro ruedas con ayuda del sistema ‘inteligente’ Q4 AWD y de transmisión automática de ocho relaciones.
El Levante ofrece, por una parte, la habitual mecánica diésel, cuyos 275 CV son capaces de impulsar con soltura sus 2,2 toneladas. Alcanza 230 km/h de velocidad punta y tarda 6,9 segundos en acelerar hasta 100 km/h; declara un consumo medio ideal de 7,2 litros y unas emisiones de CO2 mínimas de 189 g/km.
La alternativa de gasolina aporta un extra de fogosidad gracias a sus 430 CV (580 Nm de par). Deja testimonio de ese poderío rodando a un máximo de 264 km/h y brincando de 0 a 100 en 5,2 segundos; una actitud sosegada al volante debería acercar los promedios de gasto y emisiones a los registros de homologación (10,9 litros y 253 g/km). El catálogo contempla una segunda posibilidad motriz de gasolina, que obtiene 350 CV del mismo bloque V6 3.0, pero es poco probable que la filial ibérica de la firma se decida a comercializarla a corto plazo.
Maserati dota al Levante de los medios técnicos más avanzados y lo aprovisiona con todos los refinamientos imaginables. Es lo exigible a un automóvil que abre en 82.275 euros la tarifa de la versión diésel y en 105.360 la de la gasolina.