bilbao - Reconoce que el inicio de Coenkale fue tan intenso y apasionado como duro. En un mes adelgazó doce kilos pero el esfuerzo de esos primeros meses ha dado como resultado la serie más longeva del Estado y una de las más prestigiosas.

El lunes último episodio de ‘Goenkale’, ¿se acuerda usted del primero que grabaron?

-Estábamos muy nerviosos, la gente pensaba que era imposible hacer un capítulo al día.

¿Usted también?

-No, supongo que no. En aquella época, en ETB, se hacían tres días de ensayo y uno de grabación; nosotros teníamos que hacer todo en un día, hacíamos también exteriores. Fue alucinante, todos tirábamos del carro a la vez, fue un trabajo firme y una gozada estar en ese equipo. Había muy buen rollo.

La verdad, la serie se les fue de la mano, no pensaban pasar de 70 capítulos y se cierra con 3.707.

-Ja, ja, ja? Hubo actores que no firmaron por fin de obra, firmaron por dos meses. Había quien decía que dos meses era una locura, que no iba a durar.

¿Una tarea complicada?

-A la larga se demostró que no. Creamos tres unidades de grabación: una preparaba, otra grababa y otra producía. La clave fue esa, sin más.

Cuando les encargaron la serie ¿no pensaron que los de ETB que lo proponían estaban locos?

-Al revés, pensábamos que era una gozada que de una tele pública salgan ideas así. Lo primero que pensamos: Qué gozada, esto es trabajo. Luego ya nos pusimos manos a la obra para ver cómo se podía hacer, me acuerdo que Maite Iturbe se lleva las manos a la cabeza, yo le llevé un plan de producción de tres años. Tiramos de trabajo y esfuerzo, eso es y ha sido Goenkale.

Al final ha creado una escuela audiovisual, y un modo diferente de trabajar.

-Realizadores, técnicos de sonido, iluminadores, personal de atrezo, actores, guionistas? Todos hemos aprendido un montón en Goenkale. De hecho, ya se ve los actores que han salido de allí: Miren Ibarguren, Bárbara Goenega, Gorka Otxoa, Aitor Luna... muchos. Ha sido escuela para todos.

¿Preocupaban las audiencias?

-No cómo ahora, pero sí que contaban. ETB hizo una apuesta importante, aunque no tuviéramos unos medios enormes como los que tienen series como Águila Roja, para la cadena era mogollón de pasta y claro que preocupaba la audiencia pero de una forma diferente.

Pero la audiencia empezó a funcionar con ‘Goenkale’ y casi por sorpresa.

-No se sabe hasta qué punto. Nos mandaron hasta cartas de Inglaterra porque la serie salía en los periódicos de allí. Rompió fronteras.

¿Cuál era el ingrediente clave para que ‘Goenkale’ se convirtiera en un fenómeno televisivo?

-Cuando se hace un culebrón?

¿Culebrón?

-Pues sí, era una serie diaria y eso es lo que es. Tiene una trama principal y luego tiene subtramas, cuanto más tires de subtramas menos consumes la trama principal y la historia va durando. Pero hay más. Contábamos historias que pasan en nuestro país, son historias que pasan en pueblo que se llama Arralde y que es de ficción.

¿Ha representado al conjunto de Euskadi Arralde?

-Sí. Sobre todo representa a Euskal Herria en el euskera. Se mete un idioma bien hablado, pero además se meten detalles de cada zona: vizcaínos, lapurtarras, guipuzcoanos?

‘Goenkale’ se convirtió en un referente en las escuelas.

-Hasta el punto, de que en las ikastolas y euskaltegis se ponía de ejemplo Goenkale, se veían los capítulos y luego en clase se hablaba sobre la serie. Eso enganchó mucho. Chavales que entonces tenían siete años ahora tienen veintiocho y han seguido viendo la serie.

¿Había cuerda para más capítulos de ‘Goenkale’?

-Es muy difícil decir si puede durar 21 o 25 años, eso no es posible decirlo. Claro que tenía cuerda, una serie puede durar si quieres cien años, pero llega un momento en el que hay que cambiar un poco la historia. Lo que tiene que haber en ETB es otra y totalmente distinta. Entiendo que una serie tiene que tener una vida, hay un momento en el que se acaba. ¿Cuerda? Sí que tenía, pero otra cosa es tener tela para poder seguir manteniendo eso.