EL renting va como un tiro. Lo sugieren las informaciones facilitadas por las asociaciones del ramo, que se congratulan del constante aumento de operaciones de este sector dedicado al arrendamiento a largo plazo. La incipiente bonanza económica que anima el mercado del automóvil y la evolución en los hábitos de consumo propician que el renting vaya sumando partidarios. Por razones financieras y por calidad del servicio, quien prueba repite. Como no existe un registro oficial de esta actividad, habrá que tomar como referencia los datos del propio gremio, que en los nueve primeros meses del año constatan un crecimiento del 20,38% de la inversión en la compra de vehículos (2.430,75 millones de euros).
Los gurús de la economía aseguran que la nuestra es una sociedad más proclive a la compra que al alquiler, tendencia más que evidente en mercados como el inmobiliario o el del automóvil. Sin embargo, en este último los hábitos están cambiando y cada vez más personas se decantan por el arrendamiento. Motivaciones como la comodidad y la rentabilidad inclinan poco a poco la balanza a favor del renting, un servicio ‘todo incluido’ que, a cambio de una cuota fija preestablecida, permite al cliente disfrutar del vehículo elegido sin preocuparse de más costes que los del carburante. Además de propiciar un mayor control del gasto, esta fórmula de fletar en lugar de adquirir coche resulta especialmente atractiva para profesionales y empresas, que pueden deducirse fiscalmente dicho desembolso.
El cliente de renting no adquiere un bien, sino que contrata un servicio. La propiedad corresponde a la firma que lo brinda. La operadora pone a su disposición el producto -en este caso un vehículo concreto con las especificaciones solicitadas (marca, modelo, versión, acabado color?)- y percibe por ello una cantidad mensual fija determinada. En el caso de un automóvil, ese importe varía en virtud del modelo, de los kilómetros a recorrer y del periodo de alquiler. La cuota cubre todos los costes derivados de la utilización (mantenimiento, seguros, impuestos, neumáticos, asistencia en carretera, etc.) salvo los del repostaje y posibles sanciones de tráfico.
Además de evitar el riesgo de asumir gastos inesperados (averías, accidentes, etc.), esta fórmula propicia disponer de un vehículo sin necesidad de efectuar el desembolso que requiere una adquisición tradicional. La operación no requiere una inversión inicial demasiado elevada, tan sólo algunos avales (nómina, patrimonio, etc.) y el depósito de una fianza. Además, la cuota mensual se considera, a efectos fiscales, un gasto deducible, lo que convierte al renting en un producto especialmente interesante para profesionales y empresas. Gracias a ello, unos y otras obtienen mayor liquidez, puesto que no se ven obligados a inmovilizar recursos en bienes de rápida depreciación como son los coches.
Por otra parte, estas operaciones no quedan reflejadas en el balance de la sociedad, por lo que no menoscaban la capacidad de endeudamiento de ésta. Los coches arrendados por este método no figuran en el activo, ni la obligación de pago en el pasivo. Al tratarse de un alquiler, este concepto aparece reflejado en la cuenta de resultados como un gasto más.