Las marcas de coches se esfuerzan por fidelizar a la clientela. Pero, en el caso de Subaru, más que de parroquianos cabe hablar de adeptos, casi de devotos. Y eso que, hasta hace poco, la perfeccionista marca japonesa mostraba predilección por la ingeniería y cierto desdén por el diseño. Eso ya no es así, y para demostrarlo asoma una quinta remesa del Outback muy mejorada: aún más precisa y fiable que antes es, además, considerablemente más sugestiva. Se vende con tracción integral y eficientes motores gasolina y diésel (175 y 150 CV), a partir de 29.900 euros.
El Outback es uno de esos coches que gusta a la mayoría y persuade a casi todo el que lo prueba. Es el nuevo paradigma de una firma que, no obstante, continúa a lo suyo. Inmune a las modas, Subaru se empeña en fabricar automóviles con tracción integral y motores bóxer (de cilindros enfrentados) por considerarla la combinación idónea. Empeñada en ser marca para minorías, lo ha hecho así siempre, sin preocuparse de lo que producen los demás; menos aún de la opinión del gran público.
Hasta hace bien poco, proponía productos encomiables pero no tan seductores. Hoy las cosas han cambiado radicalmente. No hay más que contemplar su última creación. El Outback 2015 tiene mucho de máquina de precisión, pero también disfruta de una estampa agraciada, de unos niveles de confort y de unas dotaciones de bienestar que lo vuelven apetecible a ojos de cualquiera.
Además, posee una cierta aureola de producto Premium, condición que obedece a sus innegables cualidades, pero también a la limitación de unidades puestas a la venta. Subaru hace de la necesidad virtud y atina a convertir la escasez en exclusividad. Destina el 60% de su producción (890.000 ejemplares en 2014) al rentable mercado norteamericano, más importante que el doméstico. El europeo es, por tanto, secundario, en tanto que el español se puede considerar testimonial: con suerte, las 1.341 unidades del ejercicio pasado aumentarán a 1.700 este año. Así pues, no es fácil que coincidan dos Subaru por la calle. Por la misma razón, tampoco lo es conseguir un descuento en la ya bien ajustada tarifa.
La singularidad engrosa, pues, la lista de alicientes del Outback. El precursor de los todocamino, hoy denominados crossover, es una berlina ataviada con un atuendo familiar refinado. Sus generosas proporciones - ocupa 4,81 metros de largo, 1,84 de ancho y 1,60 de alto- garantizan una considerable capacidad. Los 2,74 metros que separan los ejes propician que la cabina acoja cómodamente cinco adultos con sus bártulos (tiene un maletero de 512 litros). La ambientación interior actual -el diseño y los materiales empleados en la confección del habitáculo- transmite sensación de calidad e invita a la comparación con rivales de gama superior. Otro tanto se puede decir de las dotaciones, que prosperan de acuerdo a tres definiciones de producto escalonadas.
Así pues, el Outback es un automóvil especial, destinado a una clientela muy particular. Encaja en los planes de personas exigentes y seguras de sí mismas, más dispuestas a dictar modas que a seguirlas, y bastante inmunes a la opinión del vecino. Son destinatarios propensos a hacer un uso intensivo del vehículo, que alternan con frecuencia los cometidos cotidianos con escapadas de ocio a la naturaleza. Subaru les propone un modelo que se desenvuelve con notable desparpajo en la urbe y que no se arruga lo más mínimo sobre nieve o en pleno campo, escenarios en los que deja atrás a algún que otro reputado todoterreno.