Vitoria. En este intervalo tampoco ha parado quieto y ha cubierto cumbres, conflictos y elecciones en cuatro continentes. Este año se ha perdido los Sanfermines, pero ha podido estar en las fiestas de Arbizu.

Fue corresponsal en Bruselas antes de ocupar un despacho. ¿Por qué aceptó otra corresponsalía?

Para mí ha sido muy importante trabajar a los dos lados de la barrera, conocer también cómo funciona un medio de comunicación por dentro. Pero el periodista que deja de aprender con su trabajo y cree que ya lo sabe todo deja también de ser un buen periodista. Por eso hay que moverse. El periodismo no puede ser una profesión sedentaria. Y menos en un entorno hostil, en plena crisis, en plena transformación de lo que hasta ahora conocíamos como periodismo tradicional.

¿Influyó que el destino fuera Nueva York o le daba igual?

Nueva York es una plaza muy interesante, pero con la cantidad de medios que trabajan aquí también existe el riesgo de no aportar nada nuevo. Es un reto contar la realidad fijándome también en otras historias que no salen en los medios o buscando enfoques diferentes. Por ejemplo, hablar de la reforma de la inmigración o del racismo latente retratando a un país mestizo, que cada vez se parece más al Sur del continente, en lugar de buscar sólo las voces del debate político y si esto o aquello beneficia o perjudica a Obama o al alcalde Bloomberg. Un paseo por la playa masificada de Coney Island cualquier fin de semana de agosto sirve para darte cuenta de cómo es realmente este país.

Entre Bruselas y Nueva York, ¿cuántos años han pasado?

He estado ocho años con base en la Redacción, primero como responsable de los informativos de Radio Euskadi y luego como coordinador del área de Internacional de ETB. Han sido dos trabajos muy diferentes que me han permitido ver todas las fases de la cadena informativa, con sus momentos de gloria y también sus miserias.

¿La guerra de los Balcanes despertó su vocación por la información internacional?

El final de esa guerra fue la historia que me acompañó durante mis años de estudiante y lo que me impulsó a viajar por primera vez a una zona caliente. Pero no son los conflictos o la tensión puntual lo que me atrae. Una de las mayores satisfacciones que da este trabajo es poder contar grandes acontecimientos a través de pequeñas historias, aunque la triste realidad es que los recortes de gastos están acabando con el reportaje y cada vez se hace más fast food.

Nada más llegar a EEUU se produjo el atentado de Boston. ¿Qué pensó: "Bien empezamos"?

Fue bajar del avión con las maletas, dormir una hora y entrar en directo para contar la última hora. Durante una semana los acontecimientos se fueron sucediendo como en una película de acción: la persecución de los hermanos Tsarnaev, los tiroteos, la detención, la conexión chechena, los analistas dando bandazos entre la pista interna y el terrorismo internacional? Efectivamente, empezamos bien.

Están de moda las historias de espionaje. ¿Se siente como un periodista de la Guerra Fría?

No es mala la comparación. En cierto modo supongo que todo esto es también consecuencia de aquella época. Desde la caída de la Unión Soviética, EE.UU. ha ejercido sin apenas oposición casi dos décadas de hegemonía mundial que ahora está seriamente cuestionada. Por diferentes razones, China, Rusia o América Latina han formado un bloque opuesto a los intereses de Washington en temas clave, como Oriente Medio y la guerra en Siria, el comercio internacional o las alianzas militares. Sin ese apoyo detrás, Edward Snowden no hubiera sido más que un hacker olvidado en alguna celda de EEUU o quién sabe dónde estaría.

¿Es muy difícil conseguir permisos para determinados reportajes?

EEUU es un país relativamente fácil para un periodista, incluso con temas que afectan directamente a la seguridad. Siempre hay fuentes a mano y es sencillo conseguir datos. Hay mucha más transparencia que en nuestro entorno, tanto en el sector público como en el privado. El único problema es que los medios estadounidenses siempre tienen prioridad sobre los corresponsales extranjeros.

¿Tiene su televisión y periódico favorito o intenta ver y leer todo?

Los grandes medios norteamericanos son un referente en el mundo desde que hay periódicos y televisión. Nunca he dejado de seguir los grandes diarios como el New York Times o el Washington Post o los canales de noticias internacionales. Por eso, mi mayor descubrimiento están siendo los medios locales, como la radio pública WNYC, que hizo un gran trabajo con el huracán Sandy, por ejemplo. También sigo a algunos bloggers locales y medios alternativos como Democracy Now. La influencia de los grandes dinosaurios del periodismo está cambiando. El último fenómeno es la entrada de los magnates de Silicon Valley en el terreno sagrado del periodismo de calidad. El último ejemplo, la compra del Washington Post por parte de Jeff Bezos, director ejecutivo de Amazon.

Esta compra ha tenido gran eco en Europa. ¿Cómo se ha recibido allí?

El periodismo tradicional está en crisis también en Estados Unidos. El New York Times es una especie de último mohicano que, a pesar de sus problemas económicos, intenta mantener el tipo como empresa familiar haciendo gala de su independencia secular. Pero ese modelo es el pasado. Todo se está transformando a su alrededor. Ahora todo el mundo se pregunta en qué convertirá Bezos el Washington Post, si eliminará el papel para venderlo en formato Kindle, si lo transformará en algo desconocido hasta ahora o cómo influirá sobre su línea editorial? Hay mucha expectación y también mucho recelo.

¿Qué piensa de las grandes televisiones estadounidenses?

No hay muchas diferencias con lo que tenemos nosotros. En EEUU triunfan los canales con mucha opinión, tertulia y análisis, como Fox News o MSNBC. Las líneas editoriales de los grandes canales de cable son demasiado evidentes y aparentemente la gente busca eso. De hecho, la CNN prácticamente se ha suicidado al intentar ocupar el espacio puramente informativo basado en hechos y no en opiniones. Sus audiencias han caído a poco más de medio millón de espectadores en prime time en un país de mas de 300 millones de habitantes.

¿Qué tal se arregla para los directos, sobre todo al mediodía?

Los madrugones son inevitables cuando hay noticias de última hora. Lo peor es encadenar el horario europeo y el americano (empezar a las cinco de la mañana y terminar a medianoche). Supongo que es cuestión de acostumbrarse.

En una ciudad con tantas tentaciones, ¿hay que ser muy disciplinado y obligarse a descansar?

Esa es una lucha continua. No dejar que el gran monstruo que nunca duerme te engulla.

¿Se ha hecho una idea de la colonia vasca que hay en Nueva York y en EEUU en general?

Es muy diversa, desde gente joven que ha venido a buscarse la vida en los últimos años hasta las familias vasco-americanas históricas. Además este año está de celebración. En octubre, la Euskal Etxea de Nueva York cumple nada menos que un siglo de vida como punto de encuentro de la comunidad vasca.