PAMPLONA. Según cuenta el aventurero, el día transcurría a la perfección. Su equipo, dividido en dos globos aerostáticos, sobrevolaba el Amazonas. Sin embargo, a la hora de aterrizar llegaron los problemas: "No hay más que aguas del río Negro, o la pura selva con árboles de 40 metros, así que está claro… hoy nos estrellaremos con control... Deciden por radio que sea en el río Negro. Estamos muy lejos de la aldea Cuieira, y hay que estrellarse...".

Según cuenta Calleja, su globo es el primero en caer. El agua que se mete en la cesta, las cuerdas que se enredan entre sí y en torno a los ocupantes del vehículo y el propio globo, que no se detiene, contribuyen a crear una situación angustiosa.

El segundo globo, que ha caído detrás y se aproxima a gran velocidad, acaba por generar una situación extrema.

Calleja relata el terror que vivió: "No sé cómo pero, en un segundo, la cuerda se tensa hasta casi ahogarme, se engancha en los bajíos del río, sigue tensándose y yo, horrorizado, me hundo sin poder hacer nada. ¡Menuda situación!… tengo una cuerda al cuello, otra enredada en el pie, y me hundo unos 4 metros quedando atrapado bajo el agua. Abro los ojos y todo está prácticamente negro, estoy rodeado por agua rojiza y algas que crecen desde el fondo, y que también empiezan a enredarse, ¡que situación tan complicada y terrible!".

Lejos de sus compañeros y casi en el fondo del río, Jesús estaba quedándose ya sin aire. Finalmente logró quitarse la cuerda del cuello y salir a la superficie, tirando aún de la cuerda que tenía enganchada al tobillo.