Realizar de cinco a seis comidas diarias de forma regular se relaciona con un menor índice de masa corporal (IMC). Así afirma un estudio publicado en el American Journal of Clinical Nutrition, que demuestra también que una mayor frecuencia de las comidas se relaciona con un mejor funcionamiento del reloj circadiano.

Según las directoras del trabajo, Trinitat Cambras, catedrática de Fisiología, y María Izquierdo, catedrática de Nutrición y Bromatología, ambas de la Universidad de Barcelona (UB), este podría tenerse en cuenta en las recomendaciones nutricionales, tanto para la prevención de la obesidad como de las alteraciones del sistema circadiano.

En los últimos años se ha demostrado que la hora de la comida es un sincronizador importante para nuestro reloj interno. Un sincronizador es una variable externa que es rítmica y que tiene la capacidad de indicar la hora a dicho reloj. Así, los tiempos de las comidas modifican el horario molecular de distintos tejidos, indicando si es de día o de noche.

“De esta forma, el hígado, el páncreas e incluso el tejido adiposo se preparan para gestionar los nutrientes de la dieta durante el día, lo cual ayudará a mantener el equilibrio de energía y nutrientes en el cuerpo”, explica María Fernanda Zerón, primera autora de la investigación.

El nuevo trabajo amplía resultados previos. Así, no solo el horario de las comidas, sino también su frecuencia y regularidad influyen en el funcionamiento de nuestro reloj interno y, por tanto, en la salud de las personas. Para llegar a este resultado, los investigadores analizaron la dieta, los horarios de sueño y comidas, la temperatura corporal y el IMC de 260 personas de entre veinte y treinta años.

Los resultados muestran que cuanto mayor es la frecuencia de las comidas, menor es el índice de masa corporal. Sin embargo, eso no significa que se deba comer a cada rato. “Los resultados señalan que esas cinco o seis comidas al día deberían hacerse cada tres o cuatro horas y dentro de un intervalo de tiempo diurno menor de catorce horas”, apunta Trinitat Cambras.

Frecuencia de las comidas y salud del reloj circadiano

Los investigadores también han observado que a medida que aumenta la frecuencia de comidas por día, el consumo de calorías durante la noche es menor. “Tanto cenar tarde o demasiado como saltarse el desayuno se han relacionado con el aumento de la prevalencia de enfermedades metabólicas como obesidad y diabetes tipo 2. A medida que se acerca la noche, nuestro cuerpo se prepara para dormir y no comer, o sea, para ayunar”, destaca María Izquierdo.

Además, el estudio analiza la relación entre la frecuencia de las comidas y la salud del reloj interno. Para ello, se tomó como referencia el patrón diario de temperatura periférica, un marcador del ritmo del reloj circadiano. De esta forma, el patrón diario de temperatura periférica era más robusto en aquellos individuos que hacían de cinco a seis comidas al día. Ello significa un mayor contraste de temperatura entre el día y la noche, lo que indica un ritmo circadiano más pronunciado, es decir, más saludable.

Además, el hecho de hacer de cinco a seis comidas diarias se asoció con una ligera subida de temperatura al mediodía, lo cual es también una característica del ritmo circadiano en estado de salud. “Todo esto sugiere que la frecuencia de las comidas también podría tener un papel importante como sincronizador de nuestro reloj interno. Sin embargo, aún hacen falta más estudios para confirmar estos hallazgos”, concluye Izquierdo.