Lo bueno que tiene una ciudad pequeña como Zamora (62.000 habitantes), llena de historia (se fundó en la edad de bronce), y riquísima patrimonialmente hablando (es, entre otras cosas, la ciudad con más románico de europa, gracias a su catedral, sus 24 iglesias en este estilo, su viejo puente, varios edificios civiles...), es que se visita en un pis pas, como suele decirse. La muy nombre y leal ciudad de Zamora es una gozada porque hay muchos sitios a donde ir, a todos se llega caminando, están muy bien organizados, y la densidad de atractivos es tal que muchos de ellos se encuentran justo uno enfrente del otro. El gran eje que forman las calles Santa Clara, Renova, Ramos Carrión, Francos y Notarios, prácticamente en línea recta, articula todo el conjunto. Imprescindible para cualquier viajero sensible.

Plaza Viriato. Esta céntrica plaza, muy próxima a la Mayor, tiene numerosos atractivos. ¿Los más destacados? El más llamativo es la estatua de Viriato, el héroe lusitano que tan tenazmente se enfrentó a los conquistadores romanos (foto de la izquierda), pero si es verano uno se dejará seducir por los árboles entrelazados que la pueblan (foto inferior), extendiendo sobre su suelo un manto de sombra, tan especial en el duro estío zamorano (como duro, y largo, es el invierno). También está aquí el Palacio de los Condes de Alba y Aliste, actualmente Parador de Zamora, un bonito palacio renacentista del siglo XVI a cuyo bar se puede entrar si acaso para contemplar el hermoso patio interior que lo organiza. Esta plaza acoge también la sede de la Diputación provincial.

Plaza Mayor. Es la más llamativa y aquí hay un poco de todo, y de todo bonito. Para empezar, Zamora tiene dos Ayuntamientos, situados uno enfrente del otro: el histórico, del siglo XVI, actual sede de la Policía Municipal, muy hermoso (imagen de la derecha), y el moderno, neoclásico y de menor valor arquitectónico. Pero quizá, lo que más marque el conjunto sea la iglesia de San Juan de Puerta Nueva, una de las más bonitas, con un hermoso rosetón sobre la puerta principal, aunque el acceso de visitantes se haga en general por una trasera. En las afueras de este templo está uno de los lugares más fotografiados de la ciudad, la escultura El Merlú, que es como se conoce a una realidad típica de la Semana Santa zamorana (que por cierto, hay que conocer). Representa a dos congregantes, armados de corneta y tambor y entunicados, que llaman cada año a la procesión de Viernes Santo (en la imagen de la izda., la iglesia y la estatua). Por cierto, esta plaza está muy animada en lo que a hostelería se refiere, que en Zamora ofrece muchas alternativas a todas las horas del día.

Iglesia de Santa María la Nueva. Grande, compacta y subyugante, esta iglesia del siglo XII está muy vinculada a la ciudad por un episodio histórico llamado el Motín de la Trucha, que se explica en un panel que hay en el exterior. Narra la rebelión de los plebeyos frente a los abusos de la nobleza, que incluyó el incendio del templo, llamado hasta aquel momento de San Román. Su ábside semicilíndrico exterior es tan poético como atractivo.

Puente de piedra. Probablemente, el icono de Zamora, una de sus estampas más conocidas y un monumento hermoso que luce diferente según la hora del día y la estación del año. Conviene mirarlo desde muchos puntos de vista y desde luego cruzarlo a pie. Tiene un enorme significado histórico para la ciudad por haber sido su gran enlace y el portón que ha permitido durante siglos superar el caudaloso discurrir del Duero. Sus primeras piedras se pusieron en el siglo XII y mide 281 metros con sus quince vanos, que fueron más en otro tiempo. Para los viajeros de la Ruta de la Plata a Santiago es todo un hito.

Puertas. Destaquemos tres. Por un lado la de Zambrano o doña Urraca, sólida y pétrea, situada en la trasera de la iglesia de San Juan de Puerta Nueva, en la plaza de la Leña. Es parte de un magnífico lienzo de muralla de siglo XI. Las otras dos están en el entorno de la Catedral y el castillo. Mucha historia, aunque sea ciertamente pobre a la vista, tiene la hoy llamada Puerta de la Lealtad, que también se ha conocido por Puerta de la Traición, que no es lo mismo sino lo contrario. ¿Por qué? Porque por ella, dice la leyenda, y así se recoge en una placa conmemorativa, entró Vellido Dolfos, noble leonés perseguido por El Cid, quien le acusaba de haber dado muerte al rey Sancho II de Castilla (foto la izquierda). Muy cerca está la Puerta del Obispo, que forma parte del conjunto catedralicio y que da al río Duero, y cuyo mayor interés es que anexa a ella está la llamada Casa del Cid, que es el palacio de Arias Gonzalo, donde al parecer vivieron ambos personajes: el Campeador y quien fuera alcaide de Zamora (foto de la derecha).

Iglesia de San Pedro y San Ildefonso. Monumento Nacional desde 1974, esta iglesia, la mayor después de la Catedral, acoge los restos de San Ildefonso, padre de la Iglesia latina y patrón de la ciudad, y los de San Atilano, primer obispo de Zamora y patrón de la diócesis, es decir, dos de las personalidades religiosas locales más importantes. Además hay una hermosa imagen de Nuestra Señora del Amor Hermoso (en la foto) ricamente vestida y con pendientes, de gran significado para los fieles locales. Por supuesto, el templo también es románico.

Catedral. La más pequeña y la más antigua de las catedrales de Castilla y León no es por ello menos hermosas que mu-chos otros conjuntos. Desde el exterior llaman la atención su fisonomía compacta, la torre del Salvador y el hermoso cimborrio escamado que la corona. Antes de visitar el interior, sus capillas, la posición centrada del coro y los muchos detalles que la distinguen, hay que pararse en la impresionante colección de tapices flamencos que atesora. Llama la atención su ubicación, ya que si bien está en el punto más alto de la zona histórica, con el devenir de la ciudad ha quedado descentrada, cosa que es inhabitual.

Castillo. Por dentro no es lo que promete desde fuera, porque está vaciado en su mayor parte, aunque un juego de pasarelas permite recorrer este histórico edificio, que ha visto muchas batallas y ha tenido diferentes suertes y usos desde que mandase levantarlo Fernando I. Es muy agradable el parquecito exterior que lo rodea. Desde el interior, además, hay excelentes vistas desde sus puntos más altos.

Palacio de los Momos. Hoy sede del Palacio de Justicia y Audiencia Provincial de Zamora, y difícil de conocer en su interior por motivos de seguridad, se trata de un edificio construido entre finales del siglo XV y principios del XVI y es de estilo renacentista, pero con ricos detalles perfectamente visibles en su hermoso exterior. En 1922 su trabajada fachada fue declarada Monumento Nacional.

Calle Balborraz. Podría pasar como otro atractivo de la plaza Mayor, porque de ella parte, pero no tiene nada que ver. Pasa por ser la calle más típica de la ciudad, además de una de las más antiguas, y se trata de una pintoresca cuesta que baja hasta el río y la flanquean coloridos edificios. Tanto la rampa como las casas le dan un regusto muy especial. El suelo es de cantos rodados que están protegidos por sendas hileras de escalones. Además, tiene dos de las muchas casas modernistas que hay en Zamora (de hecho, sorprende su proliferación).

Mirador del Troncoso. Quizá, el mejor sitio para observar el Duero, el puente de piedra, el puente nuevo y las aceñas de Olivares, es decir, el buen paseo circular que el visitante se puede dar disfrutando de magníficas vistas y hermosos rincones. Este mirador, muy popular en la ciudad, es a la vez céntrico y apartado, con un halo romántico y muchas posibilidades para los fotógrafos.

Iglesia de San Cipriano. Hermosa iglesia del siglo XI con una curiosa torre, que se cuenta entre las más antiguas de la ciudad. A su vera hay otro hermoso mirador sobre el río y los puentes. San Cipriano conserva hoy una de las tres naves que tuvo, es Monumento Nacional desde 1931 y ofrece al visitante muchos detalles curiosos, tanto en su labrado exterior como en el interior. Está abierta a las visitas.

Iglesia de Santa María Magdalena. Esta es una de las iglesias que todos los guías de la ciudad consideran imprescindibles, aunque es factible, por proximidad, visitar en su exterior o en su interior los más de veinte edificios románicos que atesora la ciudad. Pero de no apetecer, este debe incluirse en cualquier recorrido. Se relaciona con los Hospitalarios, los Templarios, perteneció a la Orden de San Juan de Jerusalén hasta el siglo XIX y tiene una hermosa portada con decoración vegetal que representa el paraíso y da paso a un interior donde la joya principal es el sepulcro tardorrománico de una dama, algo poco habitual, sobre cuya identidad aún se discute.

Santo Tomé y museos. Románica del siglo XII, de una sola planta, compacta y dotada de espadaña, resulta hermosa y equilibrada vista desde el exterior. No tiene culto porque tras una restauración pasó a ser, en 2012, sede del Museo Diocesano de Zamora, cuya entrada va incluida cuando se paga la de la Catedral, así que merece la pena acercarse hasta allá. Por cierto, esta puede ser una buena excusa para hacerse un recorrido por los museos más importantes de la ciudad, que son el dedicado al escultor Baltasar Lobo (junto a la Catedral), el Provincial, el Etnográfico de Castilla y León y el dedicado a la Semana Santa, todos ellos muy céntricos.

Aceñas de Olivares. Son tres molinos que acogen el Centro de Interpretación de las Industrias Tradicionales del Agua. Situados en la orilla del río y en su cauce, porque avanzan hacia las aguas, componen un paisaje romántico y sosegado en un hermoso rincón zamorano. Un paseo a orillas del Duero debe incluir la visita a este lugar inspirador. Los molinos tienen origen medieval y fueron el germen industrial de Zamora, con sus ruedas, sus azudes y su actividad molinera.

Playa fluvial. Zamora tiene playa fluvial, y muy animada en los meses de verano, con sus cosas buenas y sus cosas menos buenas. Las mejores de la playa de Los Pelambres (Benidorm para los locales, con evidente retranca), son su zona ajardinada y arbolada dotada de merendero, las vistas espectaculares que tiene, al otro lado del río, de parte de los principales monumentos zamoranos, los restos de un desaparecido puente romano, visibles hoy, y la vida natural que atesora en sus rincones. La menos buena es que el Duero es río bravo y conviene tener cuidado, y mucho, a la hora de internarse entre sus aguas.