l mundo y Europa necesitan hoy más que nunca una Francia fuerte y segura de su destino, que porte la voz de la libertad, que sepa inventar el futuro”, aseguraba Emmanuel Macron en su primer discurso como presidente en 2017. Cinco años de presidencia después, tras una pandemia mundial, una revuelta popular vestida con chaleco amarillo, y una guerra en Europa incluida, las elecciones de mañana se asemejan más a una vuelta al pasado que el nuevo futuro que confiaba crear para Francia. Si las encuestas no fallan, Macron y Marine Le Pen repetirán en segunda vuelta el duelo de 2017.

Aunque Macron avise del peligro de la abstención, la guerra de Ucrania y su papel de único intermediario directo con Putin podrían suponer el empujón que necesita para superar el desgaste de cinco años de presidencia, eclipsando, así, con su nuevo papel de líder de Europa tras el adiós de Merkel, los fracasos de su proyecto de reforma de Francia. Todo ello permite suponer que será capaz de renovar su presidencia por otros cinco años más. La cuestión clave de mañana será quién de los otros 11 candidatos lo acompañará en el duelo final de la segunda vuelta. Es la hora de todos contra Macron.

Marine Le Pen parece ser de nuevo el gran peligro de Macron. Será posiblemente su última posibilidad de asaltar el Elíseo y su oportunidad para demostrar su acierto en la transformación del partido iniciado en 2017. Tras perder con Macron aquel año, Le Pen decidió “moderar” el Frente Nacional, despojándolo de su pasado ultra y tratando de enterrar la herencia extremista y radical de su padre y fundador del Frente, Jean Marie Le Pen. Su proceso de “desdiabolización” implicó no sólo el cambio de nombre del Frente Nacional, que ahora se llama Reagrupación Nacional, sino también la eliminación de la figura de presidente histórico, que ejercía su propio padre.

“Matar al padre” era necesario para lograr obtener el voto del ciudadano al que el extremismo del Frente Nacional echaba para atrás y que votó en masa a Macron para evitar la victoria de la extrema derecha hace cinco años. Moderando el mensaje y las formas y utilizando otro vocabulario, Marine Le Pen actualmente ha evitado entrar en polémicas racistas o xenófobas, tratando de centrarse en temas como la inseguridad ciudadana o la pérdida de poder adquisitivo de las clases medias. Una “moderación” que parece ayudarle a acercarse cada vez más a Macron en las encuestas y que puede ser clave no sólo en su esperanza de alcanzar la segunda vuelta, sino también en el duelo final por la presidencia.

Pero la moderación de Marine Le Pen le ha creado un nuevo enemigo que puede restarle muchos votos. Un adversario que, además, ha surgido desde el flanco que menos hubiera esperado Le Pen, el ala más ultra de su propio partido. Éric Zemmour, un periodista, tertuliano y escritor de extrema derecha, ha sido capaz de aglutinar a todos los descontentos del viaje a la moderación de Le Pen bajo su figura, volviendo a sacar a escena los temas tradicionales de la extrema derecha francesa: la xenofobia, el racismo, el antiislamismo y el tema identitario.

Zemmour acepta la tesis de “el gran reemplazo”, en la que se postula que existe una conjura para reemplazar a los ciudadanos franceses tradicionales por ciudadanos magrebíes y subsaharianos. Zemmour se ve como el gran salvador de una Francia tradicional e histórica, que ha sido traicionada por los políticos y que es invadida por poblaciones venidas de otras partes del mundo. El nombre de su partido lo deja claro, La Reconquista. Todo un reclamo para los más ultras y los nostálgicos de Le Pen padre. Incluso ha logrado el apoyo de la sobrina de Marine Le Pen, y nieta de Jean Marie, Marion Maréchal. Un auténtico cisma en la familia de los fundadores, que puede partir al electorado tradicional de la extrema derecha francesa y alejar a Marine Le Pen del Elíseo.

Esta división de la extrema derecha hipotéticamente presagiaba una oportunidad para la derecha tradicional gaullista y su nueva líder, Valerie Pécresse. Descrita por ella misma como “dos tercios Merkel, un tercio Thatcher”, llegó a coger fuerza en las encuestas a finales de 2021, lo que llevó a hacer pensar que arrebatar el liderazgo de la derecha a Le Pen y a ser considerada entonces como la mayor amenaza para Macron.

Sin embargo, la nueva dama de hierro ha ido fundiéndose poco a poco, siendo incapaz de diferenciarse de Macron, y ni siquiera lograr el apoyo de grandes figuras de su partido, como el del expresidente Sarkozy. Su objetivo de moderar la derecha francesa frente a Zemmour y Le Pen tiene todos los visos de estar condenado al fracaso y todo indicaría que no será capaz de llegar a la segunda vuelta.

¿Y la izquierda? ¿Será capaz de lograr que alguno de sus candidatos llegue al menos a la segunda vuelta? Viendo las encuestas, se antoja difícil. Por un lado, Macron parece retener al electorado de izquierdas que apostó por él en 2017. Por otro lado, la izquierda se presenta muy fraccionada, con múltiples candidatos, como la socialista Anne Hidalgo, el ecologista Yadot, el comunista Roussel y el candidato de la Francia Insumisa, Mélenchon.

En todo caso, este último, Mélenchon, podría ser el único capaz de acercarse a la dupla Macron-Le Pen y tener posibilidades de colarse en la segunda vuelta. Antiguo ministro en la era Jospin, fue una de las figuras más importantes del ala izquierdista del partido socialista francés. Supo sumarse a la nueva ola populista de izquierdas que asomaba en Europa, liderando la Francia Insumisa con el objetivo de recobrar a los desencantados con la izquierda. Poco a poco se ha ido convirtiendo en la gran referencia de la izquierda en Francia, ante un partido socialista francés en coma profundo y un partido comunista que no logra volver a conectar con su tradicional electorado obrero.

La gran baza de Mélenchon radicará en ser capaz de atraer a determinados grupos del electorado a las urnas. Por un lado, el electorado de izquierdas que votó por Macron hace cinco años y que se ha visto decepcionado. Por otro lado, el electorado tradicional de la izquierda, desencantado con socialistas, comunistas y ecologistas. Y, por último, su gran baza, el lograr movilizar el descontento y rabia social que generó el movimiento de los Chalecos Amarillos, que, a pesar de haber sido desactivado por Macron, sus rescoldos aún siguen humeando en muchos lugares de Francia. Si Mélenchon lograra atraer los votos de estos grupos, podría dar la sorpresa y lograr dejar a Le Pen fuera de la segunda vuelta.

Al margen de quien logre pasar a la segunda vuelta del 24 de abril, las elecciones de mañana no solo supondrán un test definitivo sobre por dónde se orientará el futuro político de Francia. Los resultados pueden servir también como orientación de cómo se comportará el electorado en toda Europa en las próximas elecciones de los distintos países europeos, en un momento de incertidumbre como el actual tras la invasión de Ucrania.

En primer lugar, veremos si el proyecto centrista de Macron consigue revalidar su apuesta. Tampoco hay que olvidar que Europa forma parte de ese proyecto, sobre todo tras el adiós de Merkel. Macron no ha tardado en suplir el hueco de la alemana como gran líder de Europa, sobre todo en su papel clave en la guerra de Ucrania. Su victoria supondría el refuerzo de ese liderazgo continental. Su derrota abriría un período completamente nuevo e incierto para Europa, más si cabe si esa victoria fuese para alguien como Le Pen, que no demuestra mucho cariño por el europeísmo.

En segundo lugar, estas elecciones supondrán un aviso importante para los movimientos populistas de derecha de Europa. Por un lado, veremos su capacidad de acceder al poder, y, por otro, si la moderación de Le Pen es más valorada por el electorado que la versión más ultra de Zemmour. La victoria de la apuesta de una u otro influirá, sin duda, en el resto de los partidos de extrema derecha de Europa. En los resultados habrá que estudiar también si a la derecha tradicional francesa le resta capacidad de resurgir de su estado, lo que también provocará debates en la derecha tradicional, que deberá sacar conclusiones ante el empuje del populismo.

Por último, la izquierda puede ser la peor parada en estas elecciones. Mélenchon se juega no sólo el resurgir de la izquierda tradicional en Francia, sino también el resucitar la izquierda populista en Europa, con un Podemos y Syriza muy desgastados tras alcanzar el poder. Veremos si la izquierda es capaz de atraer de nuevo a su electorado tradicional, sobre todo el voto obrero, perdido desde hace varias elecciones. Si no lo logra, podemos ser testigos de auténticas debacles electorales como las que prevén los sondeos para los socialistas franceses, que no llegarían ni al 2% de los votos y que podrían empujar al socialismo a la irrelevancia absoluta dentro del espectro político francés.

Doce candidatos lucharán por ser los dos más votados y poder pasar al duelo final por el Elíseo del día 24. Una dura batalla que no sólo marcará el destino de Francia los próximos cinco años, sino también el de una Europa que necesitará liderazgos muy sólidos ante los tiempos oscuros que presagian los escombros humeantes de Ucrania. Veremos si Macron resiste la embestida. Es la hora. Todos contra Macron.

Por la izquierda solo Mélenchon podría ser capaz de acercarse a la dupla Macron-Le Pen para intentar pasar a la segunda vuelta

Los resultados pueden servir como orientación de cómo se comportará el electorado en toda Europa en las próximas elecciones