- Rumanía y Bulgaria acaban de cumplir sus primeros 15 años como miembros de la UE, con un balance desigual que les permitió mejorar su nivel de vida aunque a su vez perdiendo población por la emigración y aplazando reformas clave para hacer más viables sus economías.
Estos dos países excomunistas de los Balcanes orientales entraron en el bloque comunitario el 1 de enero de 2007, tres años después de algunos de sus vecinos en el Este de Europa.
Pese a que la rigidez burocrática les ha llevado a perder en torno a la mitad del dinero europeo disponible, los dos países han recibido de Bruselas decenas de miles de millones de euros con los que han construido nuevas infraestructuras y han expandido la economía.
Según cifras oficiales, el Producto Interior Bruto (PIB) per cápita de Bulgaria se ha multiplicado por más de dos desde el acceso a la UE, un indicador que en el caso de Rumanía se multiplicó incluso por cuatro.
En el año 2007, los rumanos y búlgaros cobraban de media menos de 300 euros al mes. Hoy el sueldo promedio en ambos países ronda los 700 euros mensuales.
Pese a estos avances, ambos continúan a la cola de la UE en materia de salarios, infraestructuras de transporte, sanidad y educación.
“Bulgaria sigue siendo el Estado miembro con el PIB per cápita más bajo, con la menor productividad laboral, la menor competitividad, la mayor pobreza y los índices de polarización social que más crecen”, dice Ivan Angelov, de la Academia de las Ciencias Búlgara.
Además de la corrupción, Angelov destaca la destrucción de las capacidades de producción industrial y de exportación a manos de una clase dirigente incapaz de concebir políticas a largo plazo. “La apertura del mercado de trabajo de Europa Occidental, junto con la insistencia de Bruselas en cerrar cuanto antes las empresas públicas, han creado problemas demográficos graves”, destaca el politólogo británico Tom Gallagher, experto en Rumanía.
La contratación en España, Italia, Alemania, Austria o el Reino Unido de cientos de miles de rumanos y búlgaros ha supuesto una auténtica “sangría demográfica” para los dos miembros más pobres del club comunitario.
Según el Instituto Nacional de Estadística en Sofía, más de 2 millones de búlgaros en edad laboral han abandonado desde 2007 su país. Bulgaria tiene actualmente solo 6,5 millones de habitantes, unos 800.000 menos de los que tenía hace una década.
Expertos en demografía prevén que la población del país se reduzca hasta los 5 millones de habitantes en un plazo de 20 años.
Según el Centro de Estudios Comparados sobre Migraciones de la Universidad Babes Bolyai de Cluj (Rumanía), unos tres millones de rumanos han emigrado a Europa Occidental desde que dejaron de necesitar visados en 2002.
Aunque los dos países siguen sin ser admitidos en el espacio Schengen por deficiencias en la aplicación del Estado de derecho, la pertenencia a la UE ha servido de contrapeso a las tendencias corruptas de sus clases políticas. Sin embargo, la llegada de dinero europeo ha supuesto un incentivo para la corrupción.
“Durante los gobiernos del exprimer ministro búlgaro Boyko Borisov (2009-2020), los fondos europeos sirvieron de catalizador para la captura del Estado”, asegura un diplomático europeo bajo el anonimato.
Para Gallagher, la gestión de los miles de millones de euros que el Plan de Recuperación de la UE pone a disposición de ambos países será una piedra de toque para calibrar el compromiso de ambos con el club en el que fueron admitidos hace década y media. “Si una parte sustancial de los 30.000 millones de euros se pierde en corrupción o se desaprovecha por falta de proyectos viables habrá que concluir que la relación de Rumanía con Bruselas no ha funcionado”, dice Gallagher sobre el caso rumano.