- La inflación interanual de diciembre, con una subida del 36% -la más alta desde 2003, año de su llegada al poder- pone en duda la gestión económica del actual presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.
Esa brusca subida respecto al 21% de noviembre refleja en parte el desplome de la lira entre mediados de noviembre y el 20 de diciembre, cuando la moneda turca perdió un 40 % de su valor en apenas cinco semanas, aunque luego se recuperó. La oposición considera que las cifras de inflación no son ciertas y denuncia la inusual disparidad respecto al índice de precios al productor, que alcanzó un 54% en noviembre y un 79,9% en diciembre.
“Lo peor puede estar por venir”, teme el economista turco Emre Deliveli Deliveli, recordando los bruscos incrementos del 25% de los precios del gas natural en los hogares y del 50% para industria, con subidas similares para electricidad y tarifas de tráfico. La subida del salario mínimo en un 50%, anunciada en diciembre es una buena noticia para los trabajadores que han visto mermar su poder de adquisición por la inflación, pero los empresarios trasladarán este gasto a los consumidores, advierte Deliveli.
La exportación, favorecida por la lira débil, se ha disparado hasta alcanzar la cifra récord de 225.000 millones de dólares en 2021, como anunció Erdogan ayer, una subida del 39% respecto a las cifras del año anterior, pero también a las de los ejercicios anteriores a la pandemia. Sin embargo, los exportadores tampoco están felices, agrega Deliveli, porque si bien se les abren nuevos mercados, la manufactura turca depende de la importación de materias primas, que se encarecen enormemente con la devaluación de la moneda.
Además la gestión de la pandemia también ha incrementado la presión sobre Erdogan. La propia crisis económica derivada de la sanitaria está castigando a los hogares turcos en un contexto de creciente insatisfacción social.