- El presidente francés, Emmanuel Macron, tiene prisa, urgido en la necesidad de recuperar popularidad a dos años de las presidenciales, si quiere tener opciones de convertirse en el primero en ser reelegido desde que los mandatos se redujeron a 5 años.
Para ello nombró un Gobierno "de combate" a quien dio un mandato preciso: 600 días para sacar al país de la crisis en la que le situó la pandemia del coronavirus y abordar las últimas reformas a las que se comprometió el candidato.
La hoja de ruta será desgranada el próximo martes, con motivo de la fiesta nacional, cuando el presidente tiene previsto dirigirse a los franceses, una cita tradicional desde 1978 que él había roto.
Macron quiere más acción y menos literatura, una necesidad que corresponde con el nombramiento de Jean Castex al frente del Gobierno, un alto funcionario más acostumbrado a afrontar asuntos espinosos que a encandilar a las masas.
Desconocido hasta hace unos días, el nuevo primer ministro tendrá la labor de aplicar las líneas que marque el presidente. Por ello, un día después de la fiesta nacional comparecerá ante la Asamblea Nacional para desgranar su programa, basado en las directrices de Macron.
Ayer reunió a su Gobierno para recordarles que no hay tiempo que perder e instarles a ocupar el terreno mediático y acudir al encuentro con los franceses para explicarles su acción.
El presidente tiene que encontrar la clave que le permita remontar en los sondeos, donde no ha conseguido grandes dosis de popularidad.
Elegido en 2017 al margen de los partidos tradicionales, Macron no ha despegado en las encuestas, en parte, porque la primera parte de su mandato la dedicó a afrontar algunas de las reformas más impopulares, como la del mercado laboral o la de la empresa pública de ferrocarriles.
El último de esos frentes, que debía quedar despejado antes de verano, era la reforma de las pensiones, que chocó con una gran oposición política y sindical, que puso al presidente contra las cuerdas.
La crisis del coronavirus paralizó todo, incluida esa reforma, que el Gobierno aseguró dejar en segundo plano mientras batallaba contra la pandemia.
Ahora, superado el bache sanitario, Castex se ha puesto manos a la obra para desencallar la reforma, aunque parece que enfrente volverá a encontrar a unos combativos sindicatos que ya anuncian nuevas huelgas y paros en septiembre si el Ejecutivo no renuncia a su proyecto.
Esa reforma, que junto a la revuelta de los "chalecos amarillos" puso en jaque al presidente, será una buena piedra de toque para conocer los planes de Macron.
Nunca ha mostrado su intención renunciar a acabar con el actual sistema de pensiones que incluye muchos regímenes especiales en varias categorías profesionales e instaurar en su lugar uno único para todos, por puntos y sustentado en los años de cotización.
Aunque Macron asegura que su línea política no ha variado, busca abrirse a nuevos horizontes. "El proyecto que tuve en 2017 y con el que los franceses me eligieron sigue estando en el corazón de mi política. Pero tiene que adaptarse a la agitación internacional y a las crisis que vivimos: un nuevo camino debe ser trazado", dijo Macron antes de cambiar su Gobierno.
De sus recientes declaraciones se desprende que el presidente busca una vía más social y más ecológica, que presume que enlaza mejor con el electorado, como pusieron de manifiesto las recientes elecciones municipales, aunque los nombramientos del nuevo Ejecutivo no parecen responder a esa trayectoria.
Para seducir a un electorado más progresista, su labor consistirá en convencer a los franceses de que el político liberal que fue elegido como dique al populismo de la extrema derecha en 2017 ha sabido reconvertirse en un ecologista tres años más tarde.
Dura tarea y poco tiempo por delante si no quiere fracasar como sus dos antecesores en el cargo, el conservador Nicolas Sarkozy y el socialista François Hollande, devorados por las urgencias del quinquenio.