El último episodio de Angela Merkel al rescate de los valores democráticos europeos supone la enésima ocasión en que la canciller alemana tiene que salir al paso de las tentaciones ultras y eurófobas de adversarios y de sus propios compañeros de formación política. El terremoto se producía en el Estado federal de Turingia, donde tras las elecciones, democristianos y liberales se valían de los votos de los ultraderechistas de la AfD, Alternativa por Alemania, para desbancar al gobierno de izquierdas. Una situación histórica que llevó a Merkel a calificar la decisión de imperdonable y que obligó a que su partido la CDU diera marcha atrás en 24 horas forzando la dimisión del nuevo presidente liberal. Pero las consecuencias de esta tormenta han ido mucho más lejos. La crisis ha supuesto la dimisión de AKK, Annagret Kramp-Karrenbauer, presidenta de la Unión Democristiana (CDU) y sucesora de Merkel como candidata a la Cancillería.
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