El brexit ya se ha consumado. Y la negociación para la relación futura todavía no ha comenzado. Pero Bruselas y Londres ya chocan en el fondo y en las formas del periodo transitorio. Existen muchas diferencias por resolver, como la pesca, Gibraltar o una competencia leal, pero muy poco tiempo para ello. Estas son algunas de las claves para seguir de cerca las trascendentales negociaciones que reconfigurarán una relación de medio siglo.
¿Qué es el periodo transitorio? El periodo transitorio es un tiempo de gracia que se activa tras la salida del Reino Unido de la UE. Está contemplado para mantener el statu quo mientras Londres y Bruselas negocian su relación futura, en especial su acuerdo comercial. Es decir, el Reino Unido será tratado como un miembro más de la UE, aunque no tendrá ni voz ni voto ni bandera en las instituciones europeas.
Londres queda así en una especie de limbo entre pertenecer a la UE y ser un tercer Estado: contará con los beneficios -como tener acceso al Mercado Único- y obligaciones de ser miembro del club, pero sin margen de decisión en la toma de decisiones.
Este plazo evita el caos en este tiempo intermedio entra el adiós de la isla y una regulación de la relación a ambos lados del canal de La Mancha. Pero la complejidad de reestructurar un camino que ambos han transitado de la mano durante medio siglo de vida y la dificultad de tener al otro lado a un interlocutor como Boris Johnson anticipa unas negociaciones muy duras.
Un calendario ajustado Bruselas y Londres difieren como punto de partida en muchas cosas. Y una de ellas es en los tiempos. El periodo transitorio está pensado que se prolongue hasta el 31 de diciembre de 2020 -un cálculo que se hizo cuando se esperaba el brexit para el 29 de marzo de 2019-. Para la UE es abiertamente insuficiente cerrar todos los flecos pendientes -transporte, comercio o seguridad- en menos de once meses. Sin embargo, para el Reino Unido que lidera Johnson, quien desea una relación menos estrecha, es el único ultimátum posible.
Hitos en la negociación La primera será el 25 de febrero, cuando el Consejo de Asuntos Generales dé su visto bueno al mandato negociador presentado esta semana por la Comisión. Así, las negociaciones comenzarán a producirse a principios de marzo. Se llevarán a cabo tanto en Bruselas como en Londres y se organizarán en torno a una decena de mesas temáticas.
Queda así todo encaminado hacia un choque de trenes que lleva hasta el próximo día clave: el 30 de junio de 2020, el último que posibilita la solicitud para extender el periodo transitorio. La UE y el Reino Unido tendrían que estar de acuerdo como muy tarde este día para pedir una prórroga de las negociaciones que podría ser uno o dos años, pero que solo podría activarse una vez. Si Johnson continúa enrocado en su negativa a este escenario, el 1 de enero de 2021 será, técnicamente, el día del brexit. El día en el que la marcha del submarino amarillo se notará de facto a ambos lados del canal de La Mancha. El día en el que a los europeos no les baste con el carnet de identidad para visitar el Big Ben.
Choques potenciales Pesca, Gibraltar, el level playing field y la Justicia europea se perfilan como los principales ejes de fricción para las próximas negociaciones. Michel Barnier, jefe negociador de la Comisión Europea, acaba de desdibujar las líneas maestras que marcarán la línea europea: la UE está dispuesta a rubricar un acuerdo comercial ambicioso con acceso para el Reino Unido al mayor mercado económico del mundo, si Londres en contrapartida se compromete a jugar de forma limpia y a incluir un acuerdo de pesca.
El Atlántico norte es uno de los caladeros más importantes para potencias como Francia, Países Bajos o España. El bloque comunitario exige mantener las condiciones pesqueras actuales con acceso a aguas británicas y cuotas determinadas. Una condición sine qua non que, sin embargo, rechazan buena parte de los brexiters, quienes añoran la soberanía y explotación total de sus aguas tras el brexit. El level playing field, reglas de juego justas, será sin dura un hilo conductor de las conversaciones. En la UE temen que Londres se aproveche de reglas del mercado en materia fiscal, social, climática o de ayudas de Estado. Por su parte, Johsnon, en su primera comparecencia tras la consumación del brexit, ha insistido en que no está dispuesto a firmar un acuerdo de libre comercio sujeto a la regulación comunitaria
Otra de las líneas rojas en las que Bruselas no está dispuesta a ceder, y se perfila como otro de los puntos de disputa con Londres, es el papel del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE). Pese a la negativa euroescéptica, el bloque comunitario insiste en que la corte de Luxemburgo tendrá potestad para dirimir cualquier disputa que afecte a la normativa europea.
Y por último llega la cuestión de Gibraltar. La UE a Veintisiete mantiene el derecho de veto de España en lo relacionado con el peñón. Mientras el Ejecutivo comunitario insiste en que el acuerdo futuro comercial no se aplicará al peñón, el Gobierno tory alega que negociará "en nombre de todo el Reino Unido y eso incluye Gibraltar".