Berlín - El aniversario, mañana, de la liberación de Auschwitz coincide con la alarma en Alemania por los ataques ultras a políticos comprometidos contra el racismo y el antisemitismo. Algo que, como advirtió el presidente Frank-Walter Steinmeier, evidencia que no todos los alemanes aprendieron la lección de su historia. Steinmeier, primer cargo representativo de Alemania, expresó estos días en Israel su "vergüenza" por el Holocausto y recordó que este fue organizado y ejecutado por alemanes. Incidió así en el mensaje que dejó en diciembre la canciller, Angela Merkel, en su primera visita a Auschwitz.
Las advertencias del socialdemócrata Steinmeier y de la conservadora Merkel van más allá del recuerdo por aquel horror. Se orientan también al presente alemán. "Siempre vivimos situaciones de intimidaciones. Ahora pasamos a amenazas directas", explica Andrej Stephan, de la oficina en Halle (este de Alemania) del diputado del Bundestag Karamba Diaby. Una ventana a la calle de esa oficina apareció el 15 de enero atravesada por agujeros de bala. A esa "advertencia" siguieron correos electrónicos amenazando de muerte al político enviados a su oficina y a un medio local.
Diaby, nacido en Senegal y socialdemócrata, se convirtió en 2013 en el primer diputado negro del Bundestag. Tiene su distrito electoral en Halle, en el Land de Sachsen Anhalt, donde la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) obtuvo en las regionales de 2016 un 24,2%. La policía investiga esas amenazas, en medio de la alerta por el acoso a políticos de todo el espectro parlamentario. Son varios los alcaldes de pequeñas poblaciones que tiraron la toalla, intimidados ellos o sus familias por marchas neonazis ante su casa. Al acoso han seguido, en algunos casos, los ataques físicos. La máxima dimensión de la violencia política fue el asesinato en 2019 de Walter Lübcke, de la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Merkel, amenazado por defender la acogida de refugiados. Apareció muerto en su casa de un tiro, disparado por un presunto neonazi.
"Quisiera poder decir que los alemanes aprendimos la lección de la historia. Pero no puedo hacerlo cuando las expresiones de odio se extienden y su espíritu adopta nuevas apariencias", admitió Steinmeier, en su discurso ante el museo del Holocausto de Yad Vashem. El acoso a diputados o alcaldes no es nuevo. Lo han sufrido y sufren políticos de los Verdes, como su exlíder Cem Özdemir, el primer germano-turco que llegó al Bundestag en 1994, bajo custodia policial permanente. Es el caso también de la vicepresidenta del Parlamento por La Izquierda, Petra Pau. Pero se han multiplicado desde que la AfD accedió, como primera fuerza de ese espectro con escaños en el hemiciclo, en 2017.
Discurso de odio "Con la AfD en el Bundestag su discurso de odio llegó al parlamento. Y lo peor es que parte de los grandes partidos, o algunas de sus corrientes internas, han incorporado temas propios de la ultraderecha a sus propuestas", advierte Franco Delle Donne, politólogo argentino afincado en Alemania. "En su afán por tratar de hacer frente al ímpetu de la AfD en el electorado han contribuido a normalizar esos discursos en la vida pública alemana", prosigue Dell Donne, coautor con el español Andreu Jerez de los libros Factor AfD y La epidemia ultra además del podcast La transición alemana. Es un fenómeno extendido por Europa, destaca en sus libros. Pero con elementos específicos para el país del que partió el Holocausto.
Las advertencias de Steinmeier o Merkel "son escuchadas por la generación que conoció la II Guerra Mundial o la siguiente, pero no por los más jóvenes", advierte Delle Donne. "Es la primera generación sin sentimientos traumáticos propios", argumenta. Es decir, que ni vivieron esa época ni están en la situación de los hijos de éstos, que crecieron pensando qué papel desempeñaron sus padres en el horror. La ultraderecha, tanto la parlamentaria como los círculos neonazis, es muy activa en redes sociales y otras plataformas, donde la política "convencional" juega aún un papel secundario.
El Gobierno alemán prohibió esta semana Combat 18, un grupúsculo neonazi surgido a imagen del británico Blood and Honour. Su nombre remite a las letras 1 y 8 del alfabeto -A, para Adolf y H para Hitler-. Son ya 18 las organizaciones ultras prohibidas por el Ministerio del Interior, en un país donde la ilegalización de los partidos de ámbito nacional es compleja. La prohibición de Combat 18 sigue a la conmoción por la muerte de Lübcke, cuyo presunto asesino estuvo en sus filas. "El grupo operaba desde los 90, sus miembros están más que fichados", opina Olaf Sundermeyer, experto en la ultraderecha y autor de varios libros sobre la AfD.
Sundermeyer relaciona el caso con el de Clandestinidad Nacionalsocialista (NSU), el trío de neonazis que, entre 2000 y 2009, asesinó a nueve inmigrantes y una policía, cuya existencia salió a relucir a raíz del suicidio de dos miembros del grupo. "También ahí se llegó tarde. También ahí se conocía y estaban fichados sus miembros. Pero no se actuó", denuncia el periodista.