En 2019, año en que la presidencia de la Unión Europea (UE) corresponde por primera vez a una nación balcánica -Rumania-, la supernación sigue erre que erre con sus planes de ampliación por el este pese al Brexit y a los malos augurios para la economía occidental en los próximos años. Tan firme es este empeño que le vale casi 17.000 millones de euros entre lo ya gastado desde el 2007 y lo que tiene presupuestado para la expansión balcánica.
Esta registrará -salvo sorpresas improbables- el ingreso de Serbia y Montenegro en la UE en el 2025. Para ella se ha previsto una “ayuda de entrada y adaptación” de 1.700 millones (la llamada partida IPA II, pero si a esta partida se suman las subvenciones desembolsadas desde el 2007 (IPA I) y las diversas ayudas regionales transnacionales (unos 9.000 millones) se llega a los mentados 17.000 millones.
Este vistazo a la contabilidad comunitaria evidencia que la ampliación al este es ante todo y por encima de todo una operación política, ya que el grueso de las aportaciones a los nuevos miembros están destinadas a incrementar los valores democráticos, el Estado de Derecho y el incremento de la competitividad. Parece que lo prioritario no es ampliar el espacio económico de la Unión, sino un esfuerzo titánico por democratizar realmente esa parte de Europa. Frente al escaso éxito que han tenido esos esfuerzos en Bulgaria y Rumania (que ingresaron en el 2007), Bruselas cree que la apuesta sigue valiendo la pena. Al fin y al cabo, algo se ha avanzado en esos dos países, aunque muchísimo menos en Bulgaria que en Rumania.
La anteposición de las metas políticas a las económicas en las ampliaciones orientales se evidencia todavía más si se compara lo presupuestado para Serbia con las ayudas comunitarias a Turquía, una nación estratégica de 80.000.000 de habitantes que ha tenido un desarrollo económico impresionante en los últimos años y que lleva lustros intentando entrar en la Unión Europea.
Así, lo ya gastado y lo previsto invertir en Serbia asciende a 29 euros por habitante, mientras que las aportaciones comunitarias a Turquía no llegan a los ocho euros. Además, en Turquía viven cuatro veces y media más habitantes que en todos los Balcanes Occidentales, y la economía turca es ocho veces mayor que la de los Balcanes Occidentales. Pero parece que en Bruselas se les quiere a los balcánicos pero a los turcos, no.