desde hace casi dos años la televisión ha cogido derroteros diferentes en muchos aspectos de su programación, y 2021 ha sido un resumen de todo ello.
intro: un resumen rápido. La llegada del Covid ha llenado los espacios informativos de expertos sanitarios, y a los que sí tienen carrera de ciencias o de medicina se ha unido un buen número de periodistas que manejan el universo epidemiológico con una soltura que deja perpleja a la ciudadanía. No son nadie, pero parece que tuvieran un máster científico. Ola tras ola, dan sus opiniones sanitarias y consejos sobre lo que debemos hacer. Y lo mejor es que esos mismos periodistas expertos en Covid se convirtieron en especialistas de la vulcanología cuando estalló el volcán en La Palma.
A los programas de carácter informativo hay que añadir otros más relacionados con el entretenimiento. En ficción, no cabe duda, la llegada de las series turcas, de las que se habla más adelante, se ha convertido en un fenómeno casi de masas que arrasa en Mediaset y Atresmedia. Cada uno de estos grupos ha destinado una cadena temática para canalizar todo el torrente de historias de amor, desamor, rencores, líos amorosos, traiciones y demás ingredientes que debe llevar un culebrón para ser dirigido por los espectadores más fans.
Tampoco hay que olvidar el modelo reality. Los responsables de Telecinco y del resto de cadenas de Mediaset son expertos en este tipo de programas. Triunfan aquellos que más morbo tienen y los que pueden escandalizar al espectador, crear polémica en redes sociales y mantener hilos de conversación durante un tiempo prolongado.
Desde que el 15 de marzo de 2020 comenzamos a vivir en modo pandemia los espectadores se han convertido en devoradores de productos televisivos. Tanto las cadenas en abierto como la plataformas han sacado un alto rendimiento en audiencias y se han demandado de forma intensa series y películas en los medios de pago. 21 meses después, y con las restricciones impuestas de movilidad hasta el final del último estado de alarma, la situación sigue igual y el consumo televisivo está disparado.
Informativos. Ha crecido el interés por seguir acontecimientos como el desarrollo de la pandemia o la explosión del volcán de La Palma. Espacios como Más vale tarde, Al rojo vivo, Todo es mentira, Cuatro al día o La hora de La 1, por poner título a alguno de estos informativos, se han rodeado de expertos sanitarios y geólogos que han mantenido viva tanto la llama del morbo como la ensalada de cifras de muertos y contagiados. Es curiosa la comentada conversión de algunos colaboradores de estos programas en especialistas de todo y de nada de la noche a la mañana. Los mismos nos han contado cómo hay que atajar el virus o los efectos del estallido del volcán, todo ello con descripciones muy científicas. El formato presentador y sus comentaristas, siempre los mismos, ya huele y debería pasar a la historia.
Los informativos puros y duros tampoco se han quedado atrás a la hora de dar datos y sumergir a los espectadores en una vorágine de números. Los presentadores de estos programas no se han cortado un pelo a la hora de señalar a ciertos sectores de la ciudadanía como agentes provocadores de las distintas olas de la pandemia. Muchas cadenas han señalado con el dedo a la clase política como responsable de tomar medidas de forma tardía. El resumen de este año podría reducirse a muchos números, muchas acusaciones, consejos que chocaban unos con otros, expertos que han visto la oportunidad de conseguir popularidad y algo más, pero sobre todo han faltado rigor y prudencia a la hora de informar.
Las diferentes situaciones informativas han sacado a la superficie a profesionales de la televisión a los que no siempre se ha reconocido. Pongamos, por ejemplo, el foco en uno de los que dominan la tarde. Joaquín Prat, que conduce a diario Cuatro al día en Cuatro. Su forma de interactuar con los espectadores y los invitados del programa es impecable. Es un hombre que comunica con naturalidad y que no imposta en ningún momento. Además, es muy claro y preciso cuando habla. En La Sexta, Iñaki López y Cristina Pardo se estrenaron juntos en otoño con Más vale tarde, le han cogido el truco al programa añadiéndole humor, frente a la más encorsetada Mamen Mendizábal, y se muestran mucho más cómodos que en las primeras semanas. No acaba de cuajar La hora de la 1, espacio presentado por Marc Sala y Silvia Intxaurrondo. Todo es demasiado políticamente correcto. Tampoco Risto, polémicas aparte, rompe en Cuatro.
La invasión turca (a la espera de corea). En ficción ha habido de todo. Las plataformas han incrementado rodajes y estrenos. Por delante hay un año en blanco donde la irrupción de series y películas va a ser también muy intensa, pero ante todo lo que proponen cadenas como HBO, Netflix, Amazon o Movistar+ y los canales en abierto, hay que rendirse ante la ocupación de las historias turcas. Divinity y Nova destinan la mayor parte de su programación a este tipo de culebrones, que se han metido en la casa de espectadores que siguen ávidos las aventuras principalmente románticas de su protagonistas. De hecho, los actores de este país son como de la familia para muchos.
Las tramas de estas historias se dividen entre el drama y la comedia. Los ingredientes son los mismos de siempre, solo que en esta ocasión el escenario puede ser Estambul o cualquier lugar de Turquía. Sorprenden las mansiones en las que se suele desarrollar la acción, que en la mayoría de los casos comienza con una pareja joven que se enamora y se enfrenta por diferentes motivos a la familia o los amigos. Salvo excepciones, el protagonista masculino es el que tiene el dinero o es el propietario de una empresa de éxito, mientras que ella, guapísima, eso sí, suele ser de un estrato social más humilde. Habitualmente está la otra de por medio, que en este caso sí que suele pertenecer a una clase económica potente. El final suele ser bonito. Triunfan el amor, el felices para siempre y el comemos perdices.
Atresmedia ha apostado fuerte por este tipo de productos y mantiene en su cadena principal, Antena 3, dos series de factura turca. De lunes a viernes, y en horario vespertino, emite Tierra amarga, una historia de época con mucho dramatismo. En prime time tiene Infiel, y el título lo dice todo. El resto de culebrones turcos se derivan a Nova.
Por su parte, Mediaset juega con Divinity. En este canal tiene una programación constante de series turcas. Desde las 15.30 hasta las 23.00 el amor es de ese país, como también lo son la traición, el desamor y todos los dramas que se puedan derivar de estas historias. No sueltes mi mano, El cuento de la isla, Mi hogar, mi destino o Love is in the air son claros exponentes de lo que se ve en este canal, que cada tarde triunfa en audiencia entre las cadenas temáticas. Parece que no va a haber final, pero si lo hay no será un problema, porque las producciones coreanas se perfilan como claras sucesoras. Ya hay un buen número de títulos dispuestos a entrar en el mercado internacional. En este caso es Netflix quien más apuesta por lo que llega de Corea del Sur.
La 'hora reality'. Es un formato por el que mucha gente siente una atracción fatal. Da lo mismo que sea de la saga Gran hermano, la de Supervivientes o los nuevos productos que ahora invaden Cuatro o Telecinco, como La isla de las tentaciones y La última tentación. Otros programas que pueden estar en la categoría de talent también se ven impregnados del morbo y del escándalo. En este caso se puede hablar del último MasterChef celebrity tras la muerte de la actriz Verónica Forqué.
Si empezamos por los actuales de amor y pasión hay que viajar a La isla de las tentaciones. Se ha contado muchas veces la mecánica: un grupo de parejas pone a prueba su amor o su fidelidad. ¿Como? Pues mediante la convivencia con otros hombres y mujeres con físicos espectaculares, que son en carne y hueso la metáfora de la manzana del paraíso. Quienes pensaron que este tipo de historias no tendría más de un pase se equivocaron. Después de Gran hermano tendríamos que saber que mirar por el ojo de la cerradura en cuestión de relaciones amorosas es algo que pone al personal; no a todo el mundo, pero sí a un buen número de espectadores, el suficiente para que las audiencias se mantengan y sigan generando ediciones. Mediaset en esto lo borda. La basurilla es su elemento de acción.
Aunque se siga de lejos La isla de las tentaciones, a casi nadie le son ajenos los eventos erótico festivos que se producen. Se habla a gritos, se lavan los trapos sucios en público y no hay miseria privada que no salga a la luz. Aunque todos aseguran que va sin guiones preestablecidos (¿alguien se lo cree?) parece que quienes acuden a este tipo de realities van convencidos de que lo mejor es vender la intimidad a cambio de fama, y se supone que también de dinero.
Este reality está apoyado en otros canales de Mediaset, especialmente Cuatro, cadena que tiene su propio referente en las cenas que presenta Carlos Sobera para First dates. Las audiencias de este grupo está sustentadas en estos programas.
Pero la diferencia de audiencias entre Telecinco y Antena 3 no es abismal, ni mucho menos, y hay que tener en cuenta que los de Atresmedia no utilizan desde hace varios años estos formatos. Los datos de Telecinco, sin embargo, se resienten cuando no hay un reality con casquería humana de por medio. Hace un par de años estaban apuntalados por Sálvame, pero en estos momentos el programa del cuestionado Jorge Javier y su troupe circense se mueve peligrosamente en la cuerda floja. Hay rumores que señalan un final próximo para este espacio de cotilleos endogámicos.
Y al poner el foco en MasterChef celebrity es necesario hacer uso de la prudencia. Desde el arranque de la última edición sorprendieron las actitudes de Verónica Forqué, pero nadie pudo ver qué era lo que le ocurría a la actriz, tan apreciada durante años y que parecía tirar su prestigio por el vomitorio. Es cierto que este espacio juega en una liga que va más allá del talent y se acerca al reality. En él se explotan, cómo en todos los formatos de este tipo, los sentimientos y las personalidades de cada participante. Si ella no hubiera fallecido nadie se hubiera cuestionado las formas ni el desarrollo del formato, ahora en proceso de investigación por parte del propio ente público, donde parece que este tipo de espacios están de más. Televisión pública y vocación de servicio deberían ser la misma cosa. Ha acabado 2021 y la televisión seguirá siendo igual en 2022.