MADRID. "Un año después del estreno de la primera película hicimos el cortometraje 'Frozen Fever' y eso nos sirvió para darnos cuenta de lo mucho que seguíamos amando a estos personajes", afirma en una entrevista Peter Del Vecho, que recuerda cómo aquel trabajo supuso el verdadero arranque, el kilómetro cero, de esta secuela.
Una segunda entrega que expande el mundo de Frozen más allá de los límites del reino helado de Arendelle y en la que Elsa, Anna, Kristoff, el reno Sven y el simpático muñeco de nieve Olaf deberán abandonar su zona de confort y adentrarse en lo desconocido para obtener las respuestas que puedan asegurar el futuro de su pueblo.
"Esto de arriesgarse y adentrarse en lo desconocido también sirve para nosotros porque, como cineastas, no hemos hecho nunca antes una secuela musical, algo que entraña sus propios retos y desafíos", apunta Del Vecho que destaca que las altas expectativas a la hora de dar continuidad a la película ganadora de dos premios Oscar no solo están en el público, sino también dentro del equipo creativo de Disney: "Sentimos que estamos un poco en terreno desconocido preguntándonos cómo podíamos hacer una película tan grande y tan exitosa como la primera Frozen".
La clave, insiste el productor, está en trazar una nueva historia que encaje de forma orgánica y desarrolle de forma natural lo ya conquistado en la primera aventura, en las nuevas canciones -siete temas inéditos que aspiran a convertirse en el nuevo himno de la saga tras el tremendo éxito del omnipresente 'Let It Go'- y, evidentemente, en la evolución de los personajes.
ELSA NO NECESITA UN ROMANCE
"Hemos querido que los personajes maduren y ahora que muchos de los espectadores de la primera película han crecido pueden verse también reflejados en ellos", explica Del Vecho, que destaca que esta evolución se plasma también visualmente en los ambientes y colores de la película con el paso del invierno al otoño. "El otoño es la estación de la madurez, del cambio. Es un reflejo de lo que les ocurre a los personajes", insiste.
El centro de la historia vuelve a ser Elsa, un "perfecto personaje mitológico" que, tras el taquillazo de la primera película, se ha convertido en uno de los mayores reclamos de la factoría Disney. Un personaje que, recuerda el productor, ha roto barreras con esas imágenes de niños disfrazados de princesas junto a sus padres.
"Recuerdo esos vídeos, esas imágenes, perfectamente. Y lo que más me gusta de ella es que los espectadores hacen suya la película, se la llevan a casa", afirma el productor que, ante el reclamo de muchos fans que piden una pareja -príncipe o princesa- para Elsa, es tajante: "Su viaje no es sentimental, no es amoroso. Ella no necesita un romance para completarse. Lo que busca es entender sus poderes, descubrir sus orígenes y su lugar en el mundo".
VIAJE AL NORTE DE EUROPA
Y, al igual que la primera entrega tomó como punto de partida el cuento de Hans Christian Andersen 'La reina de las nieves', en la secuela "esta inspiración sigue ahí", completada por otras leyendas y personajes de la mitología nórdica. Un mundo muy enriquecedor en el que el productor y los directores del filme, Chris Buck y Jennifer Lee, profundizaron durante un viaje por tierras noruegas e islandesas donde pudieron comprobar de primera mano "que la naturaleza es más poderosa que cualquier persona con poderes".
"A pesar de que se trata de una historia original, totalmente nueva, en ella también sigue presente toda la mitología nórdica y escandinava y es una inspiración continua para nosotros", señala. Una historia, la del Reino de Hielo de Frozen que, pese a que el productor no cierra la puerta a una tercera entrega, encontrará una "conclusión satisfactoria" en esta secuela.