madrid - “Yo con un año ya cocinaba”, aseguraba sonriente Paula, de 9, que viajó desde Asturias con sus padres protegiendo con esmero el plato de merluza en salsa con el que pretendía enamorar a los jueces del casting de MasterChef Junior, que celebró ayer una jornada presencial en Madrid. A lo largo de la mañana se congregaron 80 niños de entre 8 y 12 años con el sueño de tomar el mando de la cocina del programa que acumula ya tres exitosos formatos en España: celebrity, senior y junior, cuya séptima entrega ya se cuece a fuego lento.
“Los niños vienen cada vez más preparados, al principio venían con arrocitos y tortillas de patatas y ahora el que menos tiene un tartar”, asegura Esther González, directora de casting del programa producido por Shine Iberia para La 1, que cuenta que incluso algunos aspirantes llegaron a la prueba con sifones o kits de esferificar. Esto se debe, según González, al propio programa: “Se interesan por la cocina o saben utilizar objetos complejos gracias a ver el programa; el otro día, en el casting de Barcelona, una niña nos dijo indignada que en casa no podía cocinar porque no había cocina al vacío ni sifones, que así no se podía”, cuenta entre risas.
Aunque algunos niños son fieles admiradores del programa, participan en escuelas de cocina o en el propio campamento de MasterChef, es la familia la que ha sembrado en ellos el gusto por los fogones y les ha confiado los secretos culinarios mejor guardados durante generaciones. “Para la prueba he traído un solomillo con queso de cabra y cebolla caramelizada crujiente, pero a mí lo que mejor me salen son las natillas de mi abuela, ella me dio la receta secreta y siempre las cocinamos juntas”, afirma orgullosa Irene, de 12 años.
Los niños llegan a la prueba después de haber pasado varios filtros en los que se sometían a pequeños cuestionarios culinarios o enviaban vídeos en los que hacían galas de sus habilidades. Al casting llegan con un plato de elección libre preparado en casa que deben emplatar en 20 minutos mientras los padres observan. “Cariño, eso necesita más salsa”, le decía su madre a Juan, que se concentraba en su plato haciendo caso omiso: “Mamá, sabré yo si está bien de salsa”. Si los tres jueces del equipo culinario del concurso consideraron que Juan tenía razón y la cantidad de salsa era idónea, recibiría una de las ansiadas cucharas de madera que simbolizan el pase a la siguiente fase, en la que debían enfrentarse a una prueba como la del programa: cocinar un plato con un ingrediente secreto.