vitoria- Motherchef es un programa de #0 de Movistar+ con el que el canal quiere celebrar el Día de la Madre. Raül Balam, Nacho Manzano, Francis Paniego y Paco Roncero: estarán acompañados de sus madres, que también ha sido sus maestras en la cocina. Compartiendo con ellos oficio y recuerdos estarán Carme Ruscalleda, Olga Sánchez, Marisa Sánchez y Mari Paz Fernández. Todos han tocado el universo Michelin y han visto cómo el amor, la paciencia y el cariño de sus progenitoras en casa y en los fogones ha dado resultado. DNA ha hablado con dos de los protagonistas. Raül Balam y Carme Ruscalleda tienen mucho en común, pasión y amor por la cocina. Ella quiso ser artista, él no quiso estudiar. Ella descubrió un universo en la charcutería familiar y él encontró su lugar en el sitio al que sus padres le habían mandado como castigo, la cocina.
¿De tal palo tal astilla?
-Y de tal astilla tal palo. Creo que he estado en la cocina toda mi vida. En casa se ha cocinado siempre. Tengo recuerdos de cuando teníamos la tienda, recuerdo terneros deshuesados encima de una mesa enorme de madera, recuerdo carne de canelones, pollos rustidos, pasteles de queso, butifarras blancas, negras? Mi hermana y yo hemos jugado mucho en la cocina.
Ha visto trabajar a su madre sin horarios, sin tiempo para los suyos; una profesión muy sacrificada y a pesar de ello?
-? estoy entre fogones. Sí, es cierto que vi desde niño cómo trabajaba horas y horas, pero nunca lo he visto con sufrimiento. He visto cómo mi madre metía todas las horas del día; si el día tiene 24 horas, ella echaba 36. Nunca la he visto quejarse por las horas de trabajo, a ella le da felicidad la cocina.
Hablemos de ‘Motherchef’.
-Es un gran programa donde estamos cuatro cocineros, todos tenemos reconocimientos. Hoy mostraremos que cada uno es distinto por causa de nuestras madres. Somos lo que hemos mamado y aprendido en casa, hago los guisos de una manera porque es lo que he visto toda mi vida. Seguro que a Paniego, Roncero o Manzano les pasa lo mismo, de cuatro madres tan distintas hemos nacido nosotros y somos lo que hemos aprendido en casa. Todo esto es por culpa de ellas, de cuatro mujeres que estuvieron a nuestro lado siempre. Soy cocinero por culpa de mi madre, pero bendita culpa, ¿no?
La cocina está muy de moda en televisión. ¿No le apetecería tener programa propio?
-No, rotundamente no. Me veo muy incapacitado para el tema televisivo. Me gusta la cocina en directo, desde dentro, y eso me hace feliz. Cuando me propusieron este programa me lo pensé mucho. A mí una cámara me impone demasiado. No tengo la valentía de salir, saludar y mirar a través de ese objetivo que me está enfocando. Me pone de los nervios la televisión.
Pero al final aceptó salir con su madre...
-Cuando empezamos a grabar, lo primero se hizo en la playa de Sant Pol. Es una playa que a mí me da mucha energía y por la que suelo pasear a menudo. Me arremangué los tejanos para mojarme los pies y vi quince personas que me seguían, pensé: “Raül, pasarás los tres peores días de tu vida”.
¡Vaya comienzo!
-Se me pasó enseguida esa sensación. Empezamos a hablar de cocina, de producto y de todo lo que me envuelve y me sentí muy cómodo.
¿Qué plato de su madre le vuelve loco?
-Te podría contar mil, te podría hablar de muchos platos de casa, de familia, y también de muchos del restaurante. En el programa hacemos un arroz familiar. Siempre que nos reunimos en casa para hacer una fiesta, cae un arroz. Sea invierno, verano, otoño o fiesta de guardar. Lo bueno de estos arroces es que el producto siempre es distinto, nunca estamos en la misma época del año. Pero la esencia del plato siempre es la misma: te recuerda a casa, estás en casa y te recuerda que siempre has estado allí.
¿Los platos evocan historias?
-Cuando me hago arroz en casa, para mí solo, siempre pienso en la familia y en mi madre.
En el programa sale toda la familia...
-Por supuesto, las niñas, mis sobrinas; cocinan con nosotros. Salimos todos, hasta la abuela.
¿Pesan mucho la proyección y el poder de su madre en el mundo de la cocina y la gastronomía?
-No lo veo como un peso o una carga, lo veo como un honor. Me emociona ser hijo de quien soy. Soy lo que soy en la vida y en la cocina gracias a ella. Su cocina es emocionante, la del restaurante y la de casa. Vivir en un ambiente como el que mi familia ha creado para mí y para mi hermana hace que hoy sea el cocinero que soy.