gasteiz - José María Carrascal dice que ver las cosas con perspectiva es algo que se consigue solo a base de años. A él lo que le gustaba era escribir (y de hecho es premio Nadal), pero antes fue marino en el vapor Vizcaya. Esta profesión la abandonó porque no sabía, no quería y no le gustaba mandar.
No había hecho nunca televisión y le llaman para presentar los informativos de Antena 3.
-Es verdad, pero fue así, me llamaron, dije que sí y el 25 de enero de 1990 salí a presentar un informativo. Era el primer grupo privado que emitía en España.
¿No le dio vértigo?
-Estábamos tan ocupados que no teníamos tiempo para vértigos. Aquello fue muy precipitado. Yo había llegado el 14 de diciembre; hubo que hacerlo todo de prisa y corriendo. Pero a lo mejor las cosas son así siempre y salen mejor. Me dio vértigo después cuando todo estaba funcionando y pensé, uff, uff, vaya lío.
Vamos, que fue de locos.
-Me dicen que los estrenos de teatro son siempre así, que todo va deprisa y corriendo, los nervios eran muchos. Realmente, no me puedo quejar. Yo me dejé llevar, era un inexperto en televisión y hacía lo que me decía el regidor, lo que me decía el jefe de redacción. Además, es que yo me fui de España en el 57 y no volví hasta finales del 89. Casi treinta y tres años fuera; y llego y me pongo a hacer un informativo en una televisión nueva.
¿Estaba bien situado en cuanto a lo que ocurría en España?
-Quizá lo que estaba era un poco despistado, pero sí que seguía lo que ocurría. Date cuenta que había sido corresponsal de prensa. Pero la televisión era otra cosa, era como la botadura de un barco que sale del astillero y se echa a la mar después de la botella de champán. Así recuerdo aquel día.
Nos dejaba con la boca abierta con cada corbata que sacaba. Puso de moda el color en los hombres, por aquellos momentos sobrios, oscuros y sosos. ¿No le parece?
-Ja, ja, ja? En aquellos momentos, yo venía de Estados Unidos y allí estaban de moda las que se llamaban corbatas con personalidad, y ya se puede imaginar cómo eran?
Las veía y también escuchaba los comentarios; digamos que eran vistosas en un mundo de azules oscuros y grises.
-Iba a decir coloristas,... vistosas está mejor. Como la televisión se ve, más que se oye, la gente se quedó con lo de las corbatas. Ahora muchos me dicen: Ya no lleva usted corbatas como las de antes.
¿No las lleva?
-Sí, claro, sigo con ellas y son coloristas, no podrían ser de otra forma. Lo que ocurre es que la televisión es una lente de aumento, todo se magnifica. En los programas que se han hecho para celebrar los 25 años de Antena 3 llevaba las mismas, pero ya no asombraban a nadie.
¿Cuántas corbatas tiene en casa?
-No lo sé exactamente, pero debo tener unas ciento cincuenta o una cosa así. Llegaron a ser casi trescientas, pero he regalado muchas.
Parece que la corbata ya no se lleva tanto.
-Cuando veo a los políticos me doy cuenta de ello; si son de izquierdas, imposible la corbata. Pero hasta el propio Rajoy aparece en los actos de su partido sin corbata. A mí me parece que la corbata es la única prenda en el vestuario masculino que tiene personalidad propia. Lo otro, al menos para mí, que soy muy conservador en el vestir, es más igual en los hombres, pero la corbata le da un punto de originalidad.
Díganos la verdad. ¿Las compraba usted o su mujer?
-Los dos, muchas me las han regalado, alguna de las más bonitas son un regalo. Una me la regaló don Juan, el abuelo del actual Rey. Me la envió a través de Alfonso Ussia, con un tarjetón; pues era de las más discretas.
¿Cómo ve la televisión 25 años después de la llegada de las privadas?
-La veo poco. La televisión consume mucho tiempo y a mí el tiempo que me queda no es tanto, voy a cumplir 85 años y hay que aprovecharlo. Hasta que en televisión sale algo que le interesa a uno hay que pasar mucho rato delante de ella. Yo estoy en otra etapa completamente distinta: es la etapa de mis libros. Vengo sacando un libro cada año, el último, recién salido, El mundo visto a los 80, y las columnas en el periódico en el que escribo. Veo los informativos y pare de contar.
Estudió Filosofía y también Náutica, incluso llegó a embarcarse.
-¡Claro! Embarqué en el vapor Vizcaya de naviera Bilbaínas. Hice las prácticas en él, estuve en la Ría de Bilbao. Cuando llegué, el Vizcaya estaba limpiando fondos en Portugalete. Era un barco de carga e íbamos a donde nos dijeran.
¿Por qué cambió el rumbo y dejó el mundo marino para meterse en el de las letras?
-No servía para marino. Yo tenía un concepto literario del mar. No era verdad ese concepto que yo me había creado; el mar, la mar, como decimos los marinos, es muy dura. No tengo dotes de mando y para ser oficial y después capitán se necesita mandar.
¿No le gusta el ordeno y mando?
-En absoluto. He rechazado cosas por ello. No llego a lo que decía Estanislao Figueras, uno de los presidentes de la I República: Yo no mando ni en casa?
¿Usted sí?
-Ja, ja, ja? Un poquito. Mandar no, a mí lo que me gusta es escribir y es a lo que he dedicado mi vida; es para lo que sirvo, para el resto de las cosas no sirvo mucho.
¿Cómo se ve el mundo cuando se tiene casi 85 años?
-A estas edades se ve todo con perspectiva. Uno no está en la primera línea de fuego, se ven las cosas con mucha más tranquilidad y más profundidad también. El mundo está en un periodo de cambio total. Hemos cambiado, no solo de siglo, ni siquiera de edad, hemos cambiado de era.
¿En qué tipo de era estamos?
-Yo la llamo la era de la incertidumbre. No sabemos dónde está cada partícula de átomo en cada momento; es decir, no sabemos dónde estamos nosotros en cada momento. Se ha acelerado todo a una velocidad que lo que antes era un siglo ahora es una década. Las generaciones antes se llevaban entre sí veinte o treinta años; ahora ya son de cinco años, hay diferencias entre la generación del hijo mayor y el hijo pequeño. Es un mundo mucho más excitante, mucho más impredecible.
¿Y le gusta?
-Otra de las cosas que tiene la edad es que ya no se trata de gustar o no, es así. No hay más.