El singular presentador - conductor de televisión Jordi Évole ha vuelto a hacer diana con el planteamiento valiente de su primer programa de temporada convertido en espectacular cara a cara de efectos televisivos impresionantes, casi cinco millones de seguidores. Se discute hasta la saciedad entre los teóricos de la tele, si los productos tipo cara a cara, debates, mesas redondas, etc interesan o no a los grandes públicos, a públicos de masas; y a la vista de lo visto la semana pasada, poco hay que debatir. Está comprobado que la caja tonta además de entretener, distraer y darle pasatiempo al personal, también está dotada de potencialidades comunicativas que interesan a parte mayoritaria del reino. Poner al president de la Generalitat enfrentado a quien fuera jefe de gobierno socialista durante un largo rato, es ejercicio de producción que habla bien de la consideración que algunas elites tienen del poder mediático de Salvados, que se ha convertido en un referente de opinión en la noche de los domingos, como pórtico de El objetivo de Ana Pastor que no rebaña ni la mitad de televidentes salvados. Si algún mensaje quedó claro en la interesante y formativa charla entre dos pesos pesados de la política, es la imperiosa necesidad de hablar, conversar, dialogar, discutir, todos con todos, evitando cerrazones y encasillamientos frustrantes y estériles. Con una excelente ambientación y con un presentador contenido, conocedor del valor de quiénes eran protagonistas del programa, el cara a cara discurrió por cauces de aportación, enriquecimiento y buen hacer democrático de ambas figuras. Un ejemplo para determinados políticos que han convertido la cerrazón dialogante (?) en estrategia política para dejar pudrir los problemas. Un titiritero de la tele ha vuelto a dar una lección de civismo en un espacio de entretenimiento trufado de información y opinión. Se trata de hablar, si es preciso, hasta el amanecer.
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