YA hay un estudio científico que asegura que las series favoritas actúan como una droga. Los espectadores sufren los mismo efectos cuando se acaba su producción preferida que cuando se les acaba la droga. Y eso que por un lado está la serie, pero también el efecto concreto que causa cada personaje. Esta semana se ha estrenado Lolita. Un primer capítulo de presentación que dudo mucho llegue a enganchar a muchos de manera obsesiva. En realidad es la otra versión de Vive cantando. Tiene el mismo planteamiento y sus personajes están diseñados con los mismos parámetros. Tuvo buena aceptación de la audiencia el primer día. Pero ¿cómo puede Antena 3 apostar por dos productos tan similares? Es la fábula de la Gallina de los huevos de oro. Al final tanta repetición y tanto paralelismo acabará por abrirnos los ojos de los espectadores. Es como si hubieran sacado a la vez Falcon Crest y Dinastia. No. Primero una y luego, al tiempo, la otra. Me temo que esta Lolita tiene las temporadas contadas y, de paso, habrá dejado tocada a su clon Vive cantando, cuyos personajes del karaoke tienen más sentido y credibilidad (en especial la Trini) por estar pegadas a la miseria de la sociedad que nos está tocando vivir. En cambio, estos del cabaret parecen fantasmas del pasado en cuerpazos de chicos y chicas cuya pasión por la lentejuela es imposible de ubicar en nuestros días. Por otra parte, ya tenemos situados a los nuevos concursantes de El conquistador del fin del mundo. Un programa con el que ETB2 quiere rellenar toda la franja prime time del fin de semana al repartir el concurso entre sábado y domingo y dejando para este día el debate que antes se hacía los lunes. Diez años de experimento en la Patagonia. Aquí el riesgo está en que el juego de repeticiones de los capitanes acabe con la sensación de que esa aventura ya la habíamos vivido antes.
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