SE descolgaba Mariano Rajoy hablando de TVE con una frase inquietante de que quería para ella "neutralidad informativa". Algo así como que más que un medio de comunicación que critique al poder, lo que les conviene es un aparato que cante las nanas del gobierno de turno para dormir a los espectadores. Pero ¿qué es la neutralidad informativa? En televisión nada es neutral ni tan siquiera las series de época. En la nueva temporada de Cuéntame, como señala indignada mi compañera Cristina Solano, se pasan el día hablando de la crisis del final de la década de los 70. El traer a la serie que se emite en 2011 el paralelismo de las situaciones económicas es una suerte de metáfora que no se sabe muy bien qué busca. Si los guionistas quieren decirnos que ya antes hubo crisis y que no pasa nada o necesitan llevar nuestra experiencia en la crisis actual para que les entendamos mejor sus argumentos. Fíjense si la tele no puede ser neutral que hasta te pueden detener por salir en ella, como le pasó al listo que se entusiasmó al ver la cámara de Callejeros y largó los robos que había llevado a cabo en la localidad valenciana de Aldaia. Si la televisión hubiera tenido que ser neutral se hubiera cargado el testimonio del delincuente para evitarle problemas. Imagínense si a partir de ahora la neutralidad se tradujera en autocensura para evitar lo que les pueda pasar a los políticos o a todos quienes aparecen en ella. Sería un fraude. Tanto como el aparente desconocimiento que muchos de los integrantes de SGAE hicieron patente en el programa que Antena 3 dedicó al tema. El robo era tan fragante que causa risa que nadie se explique cómo no se dieron cuenta del despilfarro y la apropiación indebida de algunos. Como Rajoy, sin duda pecaron de neutralidad. Vamos que los tienen así de grandes.
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