vitoria. Olatz Simón tiene siempre una maleta preparada, pero nunca sabe para cuántos días se marcha ni si desde allí se reenganchará con otro destino. Asegura que se ha convertido "en una adicta a las cosas de tamaño viaje". De su nuevo trabajo extrae la conclusión de que 2011 "es un año muy convulso". Está deseando que llegue la Semana Grande, aunque comenta con ironía que "ni siquiera por fiestas de Bilbao va a pararse el mundo", así que no tiene claro si puede hacer muchos planes.

¿Cómo se define: reportera, enviada especial, cronista de crisis...?

Soy corresponsal itinerante o enviada especial. En 2011 me ha tocado alguna crisis y revolución, pero también muchas otras cosas más tranquilas.

Como corresponsal en China abarcaba un país enorme pero está haciendo ahora más kilómetros...

Estuve dos años y medio en China y viajé mucho, y muy lejos. En esta nueva etapa viajo más a menudo, pero normalmente hago menos kilómetros cada vez. Hay semanas en las que cojo seis u ocho aviones y otras en las que no viajo. En China, coger un avión podía llevarme en cuatro horas a Indonesia; aquí los vuelos son más cerca, a Lisboa o Milán, por ejemplo.

¿En cuántos países ha estado desde que salió de Pekín?

En ocho, pero en algunos varias veces. Los primeros fueron Portugal y Egipto y los últimos, Turquía y Grecia. En medio, Italia, Reino Unido, Bélgica y Serbia.

¿Es muy difícil estudiar la situación de cada lugar? ¿Cuántos días cuesta cambiar el chip?

Lo que más me gusta de esta nueva etapa es que mezcla un poco las prisas, el correcorre, con coberturas previstas. Intento seguir la actualidad cada día, pero muchas cosas pasan de pronto. Me cuesta cambiar el chip cuando vuelvo, cuando puedes darle al botón de off, pero no te apagas como una máquina, no te pones a descansar de golpe. Es un poco una montaña rusa y no descansas cuando te gustaría, sino cuando puedes. Descanso pero con la batería cargando, como los móviles, por si hay que volver a salir corriendo otra vez.

¿Ha sentido que vivía momentos históricos o eso se ve al regresar?

Sí que lo he sentido, y quizás luego no eran tan históricos. Cuando estás contando algo que está pasando en ese minuto, algo que quizás puede cambiar el futuro de un país, aunque sea a corto plazo, es emocionante. Hay cosas llamativas y hay cosas trascendentales, que quizás no son tan espectaculares. Luego vuelves a casa y ves que tal vez era un capítulo de toda la situación, pero un capítulo importante e interesante y que has podido contar.

¿Ha tenido sensación de peligro en algún momento?

En muy pocas ocasiones. Procuro ser muy prudente y la mayoría de las veces se trata de situaciones en las que, sin ser una situación peligrosa de por sí, puede complicarse en cualquier momento. Puedes verte envuelta en una pelea de rebote, o estar en medio de una manifestación que puede descontrolarse, pero normalmente nadie va a por ti.

¿Dónde le ha resultado más difícil moverse con cámara y micrófono?

Solo a veces quienes protestan por algo creen que la prensa es su enemigo. Suelen ser situaciones volubles en las que todo puede pasar, pero casi nunca pasa. En El Cairo sí hubo un par de días en los que los periodistas éramos un objetivo; y en Grecia, por ejemplo, están muy enfadados con sus medios de comunicación y hubo momentos de tensión cuando nos confundieron con un equipo griego. Normalmente se queda en eso, en momentos de tensión.

¿Cómo se busca la vida un periodista extranjero al que le toca ser testigo de una revolución?

No he vivido muchas revoluciones, pero se trata de tener muy claro cuál es tu misión y ser prudente. Tienes que repetirte que estás ahí para hacer tu trabajo pero que a la gente que tienes al lado le esta pasando eso realmente. Están luchando por una vida mejor o para defenderse en muchos casos. Que tú te puedes marchar, y ellos no. Por eso, por conseguir una declaración no puedes exponer a las personas que te ayudan. Lo más importante y difícil es cuando las cosas se alargan, que suele pasar. Desde casa ya no nos atrae tanto pero siguen ocurriendo cosas y tienes que seguir contando lo que pasa, aunque sea en despachos y residencias oficiales y no en la calle, en la plaza. Aunque ese día no haya tiros.

¿En cuántas monedas ha aprendido a calcular precios?

Soy fatal para eso y es una de las situaciones en las que Internet me salva la vida. Ahora en general viajo muchas veces a países con euro (esperemos que la moneda única aguante...) Pero no me preguntes, por ejemplo, cómo se llama la moneda polaca porque nunca me acuerdo. Mis compañeros se ríen porque siempre llamo a todo friski. Un truco que me ayuda es aclararme primero cuánto cuesta un café en ese país. Luego lo calculo todo a tantos cafés.

¿Los periodistas locales le sirven de ayuda?

Siempre. Cuando eres corresponsal en un país lo mas importante (igual que si trabajas en una Redacción central), son los contactos. Cuantas más versiones o puertas a las que llamar, mejor. Eso incluye también a los periodistas del país en el que trabajas. Con el tiempo vas viendo de qué pie cojea cada uno y decides hasta qué punto le das credibilidad a su información. Pero cuando no vives ahí, cuando tu conocimiento del país es mucho menor que el de un corresponsal afincado allí, se vuelve doblemente importante saber que puedes confiar en lo que algunas personas te digan. Suena peliculero, pero tomarte algo con periodistas locales o extranjeros, por tarde que sea, por cansado que estés, puede darle un giro a una cobertura en la que no sabías por dónde tirar o darte contactos. Es mucho más eficaz que varios días de producción desde tu ordenador y con tu teléfono. En estos pocos meses he vuelto más de una vez a algunos sitios, Italia por ejemplo, y es muy diferente teniendo tres o cuatro teléfonos de la vez anterior. Es mas viejo que el mundo el dicho de que "no hay que saber, sino tener el teléfono del que sabe".

¿Ha sido muy radical el cambio de trabajo? ¿Más que cuando dejó Bruselas para ir a Pekín?

Lo mas decisivo para mí fue irme a Bruselas en 2005. Entonces aprendí lo que es ser corresponsal, y en una de las mejores plazas que hay para eso, con los mejores compañeros que puedas encontrar. Era agotador pero sentías que aprendías cada día. Luego, lo más radical fue irme a Pekín. Otro sistema totalmente diferente en el que tienes que reinventarte para que las cosas salgan, y pelear cada pequeño paso. Y ahora, de vuelta a Europa, las cosas han vuelto a cambiar. Pido una entrevista y me la dan o no. Así de simple. Llego al avión o no. Muchas veces, que las cosas salgan bien depende solo de si tendré o no tendré suerte ese día. Tengo más prisa siempre, menos tiempo, parece que las horas no alcancen, pero hace tiempo que he renunciado a intentar abarcar todo.

Ha estado en Italia y Grecia varias veces en 2011. ¿Qué impresión ha sacado de lo que sucede allí?

En Italia parece que llega el fin de la era Berlusconi y también parece que él quiere morir matando. De momento, en Milán, vi a miles de mujeres y hombres, pero sobre todo mujeres, diciendo "basta" no solo a Il Cavaliere, sino también al sistema que ha creado en tantos años de berlusconismo. La gente está harta no solo por la gestión de la crisis. En cuanto a Grecia, les ha explotado ahora algo que lleva creciendo y permitiéndose mucho tiempo, y se le ha sumado la crisis general. Todos los griegos con los que he hablado aseguran que lo peor está por llegar. Algunos ingredientes son comunes, pero ambos países tienen problemas estructurales distintos, fantasmas diferentes a los que tendrán que enfrentarse.

¿Es difícil encontrar un equilibrio en las crónicas: no pintarlo todo negro pero tampoco a la ligera?

Es difícil sobre todo intentar contextualizar lo que está pasando y hacerlo sin extenderte. Las situaciones que contamos a veces tienen mucho recorrido, como la creciente tensión en Grecia. Hay que contar lo que pasa como si fueran capítulos con su importancia cada uno, sabiendo cuál es la noticia de hoy, pero intentando explicar de dónde viene la situación y a dónde va. Últimamente parece que todo es negro porque si un equipo de televisión se desplaza a todo correr a algún lugar, difícilmente será para algo bueno. Muchas veces lo bueno puede preverse, organizarse, y los imprevistos siempre son para hacer crónicas sobre crisis o desgracias. Por eso parece que siempre cubro noticias malas.