LA rareza es tomar como noticia que María Teresa Campos se largara y dejara plantados a los integrantes de Sálvame. En una sociedad normal lo más lógico sería que se fuera todo el mundo antes de que esa cuadrilla te abra las tripas en canal y en directo. Mª Teresa se fue porque quiso y porque pudo. El problema es que la gente que habitualmente se acerca a esa cacería, se deja arrancar lo que haga falta, bien por un poco de notoriedad con la que ir tirando o por la pasta. Estos personajes que acuden a Sálvame recuerdan a esas personas que utilizan los laboratorios para comprobar los efectos de sus medicamentos. Una mezcla de necesidad y masoquismo difícilmente explicables para el resto. Los espectadores nos quedamos atrapados sabiendo que el ataque se va a producir. Usando un paralelismo de documental de TVE 2, Mª Teresa se fue pero su huida fue como diría Félix Rodríguez de la Fuente "la de una leona fuerte que se aleja por precaución; porque conoce cuándo va a llegar el inminente ataque de las hienas". "El problema, añadiría Félix, viene cuando el invitado es una gacela indefensa por un secreto y maniatada por el dinero que le han prometido. Rodríguez de la Fuente llegó a la maestría de la emoción con sus documentales dramatizados de donde se veía el trabajo coordinado de la manada y cómo uno tras otro cada atacante cumplía su función. Cada día que veo este tipo de programas (Sálvame es uno de ellos pero hay muchos más) es como revivir al maestro. La audiencia tiene la experiencia de haber asistido a cientos de ataques y pide más. La huida de Mª Teresa del espectáculo del ataque, no sé, la hizo como más vulnerable. Esto debería hacernos meditar. A unos a la hora de dar puntos de audiencia a estos programas. Quizás también a ella que coquetea con este lado oscuro de la televisión y que conoce todas las salidas en su huida.