LA frase de "me ponéis un pino en las tripas" la pronunció el rey y no Buenafuente imitándolo, es una prueba de que Juan Carlos está al día en la moda audiovisual donde proliferan los muertos vivientes y los vampiros. En realidad los amantes del género saben que donde hay que clavar la punta de las estacas de madera es un poco más arriba: en pleno corazón. Los vampiros reales cabreados por las risitas que ha provocado el rey en la opinión pública, han decidido cerrar los accesos de los plumillas a La Casa del Real. A partir de ahora los periodistas no podremos entrar en palacio, bueno, a no ser que alguno se case con algún miembro o miembra de la familia y se quede como Letizia encerrado para siempre en el castillo. Para los que ejercemos la profesión lejos de los territorios reales se nos escapa el alcance de esta decisión. ¿Cuantas declaraciones improvisadas se han publicados o recogido por las cámaras de TV en el reinado de Juan Carlos? Se podrían contar con los dedos de la mano. El problema es que la cosa tienen que estar muy mal cuando el jefe ya confunde el corazón con las tripas. La que resucita y asalta de nuevo la pantalla es Samanta Villar, ¿recuerdan aquella periodista capaz de estar 21 días fumada robando chatarra? Ayer estrenó programa en Cuatro con su propio nombre: Conexión Samanta, esto indica que ya les está pisando los talones a Mª Teresa Campos y Ana Rosa. Es toda una incógnita el por qué unos cedan su nombre al programa (que no es una cuestión de mujeres porque miren los casos de Buenafuente o Arguiñano) y a otros como Matías Prats que llevan medio siglo no les pongan su nombre a los informativos. Los caminos de la televisión sin insondables. Y a partir de mañana, cuando a los periodistas les den con la puerta real en las narices; tendrán que ingeniárselas para hacer de las tripas reales más páginas de corazón.
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