ESTE año parece que la fuerza de las imágenes de los militares en las procesiones supera la precaución de emitirlas. Me refiero a que, por ejemplo, varios de los resúmenes de la Semana Santa han incluido a los soldados de la Legión portando en procesión al Cristo de la Buena Muerte. Una procesión muy chunga todo hay que decirlo que nos retrotrae a la trastiendas oscuras y pestilentes del franquismo. Lejos de ir apartando estas imágenes, las televisiones han ido a por ellas dejando claro que si algo tienen de íntimas lo pierden a costa de salir a través de los medios. Hay otros ejemplos pero este supera al resto. Es difícil explicar las connotaciones de la radicalidad del gesto de los que portan la imagen y, todavía más inquietante, la teatralidad del desfile. Que uno no sabe si van muy en serio o se ríen a la vez que de la muerte, como fanfarronean en su lema, de todo el mundo. Pero lejos de pedir prohibiciones prefiero sacarle partido positivo a la Semana Santa. Al final los hombres y mujeres del tiempo han ido clavando las lluvias intermitentes. Durante unos cuantos días, más parecía que jugaban al gato y al ratón con las borrascas y las bajas presiones. Vamos que nunca terminaban de decir si iba a llover o si lo que era sol debajo de la nube en realidad era una tormenta tropical un Txirimiri continuado. Lo cierto es que el mal tiempo se nos ha echado y nadie sabe si alguien acertó en su predicción o nos fueron tomando el pelo. Entre los risas de los legionarios con su cristo negro a cuestas y la coña con que camuflaban los chubascos los del tiempo, uno siente que le han tomado el pelo cuando en realidad de lo que se trata era de ver las procesiones no paseos militares y disfrutar de las playas sin chubasquero, si es que los del tiempo hubieran hablado claro.