LA exageración es una herramienta que tiene muchos adeptos dentro del mundo de los que fabrican programación televisiva. Y es tal la exageración que se produce en este entorno que hasta su trabajo se valora con el añadido de los premios. Ya están con la nueva edición de las nominaciones a los tradicionales premios de la revista TP. Pura redundancia porque los premiados son básicamente los mismos. Matías Prats, Ana Blanco y Pedro Piqueras, etc. Esta consulta a los lectores es como si cada años votáramos en casa para elegir el mejor rey mago del belén. Pura redundancia: una año Melchor, otro Gaspar y al siguiente Baltasar. Otra cosa sería si estos premios estuvieran abiertos a otras cadenas y estoy pensando en las televisiones autonómicas y también las locales. Donde hay presentadores que se lo merecen, pero que no suenan conocidos para esos votantes. Acabamos de estrenar el nuevo sistema de captación de señales (TDT), resulta que la oferta tiene muros infranqueables para los espectadores de televisión que sólo se superan con la pasta de una canal digital de pago. Uno no puede disfrutar de una tertulia canaria, ni ver la película de la tarde de ETB a no ser que se desplace a las islas o esté de vacaciones por Euskadi. El caso es que los premios tienen algo de lógica cuando se aporta algo nuevo. Qué se yo: un programa, una novela, un reserva. Pero ¿qué hace el mismo presentador recibiendo año tras año la misma nominación y el mismo galardón? Lo que hace es una colección de trofeos como esos cazadores que volvían del safari con la cabeza del león enmarcada y con los años se les apolillaba. Todo un poco cutre, porque el galardón no viene fruto de la competencia, ni se elige entre los mejores. Un año más los lectores de la revista TP volverán a elegir a los más conocidos. Pero, ¿en qué tele trabajan los que se merecen el premio?
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