El COVID prolongado puede persistir durante al menos un año después de que haya pasado la enfermedad aguda, o aparecer meses más tarde, según el estudio más exhaustivo realizado hasta ahora sobre cómo se manifiestan los síntomas a lo largo de un año, según publican los investigadores en la revista 'Morbidity and Mortality Weekly Report' (MMWR), una publicación de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos.

El estudio multicéntrico, una colaboración entre la Universidad de California en San Francisco, los CDC y otros siete centros, amplía el conocimiento de las afecciones posteriores a la COVID-19, describiendo las tendencias con más detalle que las investigaciones anteriores y destacando las importantes repercusiones que la epidemia ha tenido en el sistema sanitario estadounidense.

Para aproximadamente el 16% de las personas COVID-positivas del estudio, los síntomas duraron al menos un año; pero para otros, aparecieron y desaparecieron. El estudio evaluó los síntomas cada tres meses, lo que permitió a los investigadores diferenciar entre los síntomas que mejoran y los que surgen meses después de la infección inicial.

"Era frecuente que los síntomas se resolvieran y reaparecieran meses después --afirma el doctor Juan Carlos Montoy, autor principal del estudio y profesor asociado del Departamento de Medicina de Urgencias de la UCSF--. Muchas investigaciones anteriores se han centrado en los síntomas en uno o dos puntos en el tiempo, pero nosotros pudimos describir la trayectoria de los síntomas con mayor claridad y matices. Esto sugiere que las mediciones en un único punto en el tiempo podrían subestimar o caracterizar erróneamente la verdadera carga de la enfermedad", añade.

La COVID prolongada implica una serie de síntomas que persisten o se desarrollan aproximadamente un mes después de la infección inicial. Estos síntomas se asocian a una morbilidad significativa o a una reducción de la calidad de vida.

En el estudio participaron 1.741 personas --dos tercios de ellas mujeres-- que se sometieron a pruebas de COVID en ocho importantes sistemas sanitarios de todo el país. Tres cuartas partes dieron positivo en las pruebas de COVID, pero los que dieron negativo también podían haber tenido algún tipo de infección, ya que presentaban síntomas. Entre ellos, fatiga, secreción nasal, dolor de cabeza, dolor de garganta, dificultad para respirar, dolor torácico, diarrea, falta de memoria y dificultad para pensar o concentrarse.

Los participantes COVID positivos tenían más probabilidades de presentar síntomas en cada una de las categorías de síntomas al inicio del estudio, pero al final del año no había diferencias entre los que eran COVID positivos y negativos.

"Nos sorprendió ver lo similares que eran los patrones entre los grupos COVID positivo y COVID negativo --asegura Montoy--. Esto demuestra que la carga tras COVID puede ser elevada, pero también podría serlo para otras enfermedades no relacionadas con COVID. Tenemos mucho que aprender sobre los procesos posteriores a la enfermedad por COVID y otras afecciones".