Del amor al despecho puede haber un solo paso, cuando la misma pareja estable con la que tantos momentos íntimos se han compartido se acaba convirtiendo en una persona chantajista y sin escrúpulos, a golpe de click. En ocasiones, el vídeo de carácter sexual que está a punto de difundir ni siquiera existe, aunque la víctima no lo sabe con certeza. Vive atemorizada. Llueve sobre mojado bajo el paraguas de los delitos informáticos, que siguen causando estragos en Euskadi, con un incremento de denuncias del 25% durante el primer cuatrimestre de año, según confirman a este periódico fuentes del Departamento vasco de Seguridad.
A las estafas habituales vía online –que representan el 90% de casos– se suman otras prácticas fraudulentas que acaban atrapando a las víctimas como si de un mal sueño se tratara. Es el caso de la sextorsión, que acumula ya 87 denuncias en los cinco primeros meses del año y va camino de superar las 172 registradas en 2022. La Ertzaintza alerta de la necesidad de extremar la precaución. ¿Pero cuál es la amenaza?
De entrada, como tal, la sextorsión no figura como delito en el Código Penal. Supone la conocida como extorsión común, pero con la amenaza añadida de publicar vídeos o imágenes de contenido sexual de la víctima, que han podido ser obtenidos con o sin su consentimiento previo. Se trata de un chantaje en toda regla, que generalmente se perpetra a través de mensajería por Internet. Frecuentemente, los delincuentes no disponen de ese soporte gráfico, pero tienen la habilidad suficiente para hacer creer todo lo contrario, y piden una suma de dinero, habitualmente mediante el sistema de criptomonedas. El pago debe hacerse efectivo en un plazo de 48 a 72 horas.
Este tipo de delitos adopta diferentes formas. La Ertzaintza está registrando actualmente denuncias que responden a dos modalidades. Por un lado, atiende a víctimas de esas campañas de correos electrónicos fraudulentos a quienes envían ese tipo de mensajes amenazantes. Cualquiera ha podido grabar en su intimidad esas imágenes. El temor a que puedan ser difundidas es vivido como “una tortura psicológica”.
Supuestos proxenetas
El chantaje también se perpetra a través de servicios de citas online. Basta con haberse registrado en una página web de este tipo y haber dejado el teléfono para que supuestos proxenetas se pongan en contacto con la víctima, a la que le obligan a hacer un pago por unos servicios que ni siquiera ha contratado. “Ante esa situación, en ocasiones casi paralizante, hay quien abona la cantidad. Simplemente, por miedo. Es un sentimiento que está presente porque con frecuencia amenazan con personarse incluso en casa y difundir entre su entorno que esa persona es consumidora de ese tipo de servicios”, explica Iñigo Pascual, jefe de la Sección de Delitos Informáticos de la Ertzaintza.
El experto narra diferentes situaciones de las que se deduce que, definitivamente, la delincuencia se ha desplazado de manera masiva hacia las nuevas tecnologías. Todo parecen ser ventajas para el malhechor. No hay interacción con la víctima, las penas son más leves y apenas es necesario el empleo de la violencia. Así lo viene constatando el Departamento vasco de Seguridad, también en los casos de suplantación de identidad.
“Te escriben desde tu propio correo electrónico. Engañan al sistema –email spoofing– mediante la creación de mensajes con una dirección de remitente falso. El objetivo vuelve a ser amenazar con la difusión de supuestos vídeos sexuales. Advierten de que no contactemos con nadie porque tienen un control absoluto sobre nuestro sistema. En realidad, no tienen control sobre nada, pero el que pica, paga”, describe Pascual.
Las 87 denuncias registradas en lo que va de año, que superarán con toda probabilidad a las 172 computadas en 2022, no dejan de ser más que la punta del iceberg. Por las propias circunstancias que rodean a esta actividad delictiva, se desconoce su verdadera dimensión ya la mayor parte de ilícitos no se denuncian.
“Que la gente no tenga vergüenza. Cuando se recoge en comisaría el parte de lo ocurrido, existe un deber de confidencialidad, y esas imágenes no las va a ver nadie. No es una relación médico paciente, pero casi casi”, describe la Ertzaintza.
La práctica diaria demuestra que por lo general las víctimas solo acuden a comisaría a dar cuenta de lo ocurrido cuando comprueban que tras realizar un primer pago vuelve a llegar el requerimiento para volver a pasar por caja. Comienza así una espiral que parece no tener fin.
“Una recomendación principal es no pagar, no caer en el chantaje”, advierte el responsable de la Ertzaintza. Tras esas amenazas, frecuentemente no hay más que humo, aunque en las comisarías también se atienden denuncias de particulares que vienen atravesando un calvario al comprobar que han comenzado a difundirse vídeos o imágenes íntimas sin su consentimiento. “La ciudadanía debe tener muy presente que todo aquello que haga delante de una webcam, aunque inicialmente esté basado en una supuesta relación de confianza, es como si lo estuviera haciendo delante de la plaza del pueblo. Es la única manera de concienciarse, de hacerse una idea del riesgo al que se expone. Si no pagas, puede que se llegue a publicar una imagen íntima, pero hay que tener en cuenta que si nos hemos desnudado en la plaza del pueblo, seguir pagando a la larga va a ser inútil. Lo mejor es denunciar desde un primer momento. El negocio de los delincuentes es sacar el mayor provecho. Ellos siempre van a tener esa información ahí, e incluso van a poder vender la imagen a una página web de pornografía”, desvela el agente.
Futuro incierto en pareja
Conviene aclarar que esta variada casuística que confluye en lo que se conoce como sextorsión no es lo mismo que el sexting, que hace referencia al envío de contenido de carácter sexual o erótico sin que necesariamente se esté incurriendo en un delito. Puede ser una forma como cualquier otra de que una pareja viva y disfrute de su relación, siempre y cuando lo haga sin perjudicar a ninguna de las partes. Eso sí, advierte Pascual, “lo que hay que tener muy en cuenta en todo lo que sean relaciones personales es que hoy somos pareja, pero mañana quién sabe”.
Para la víctima, la difusión de esos vídeos supone una vulneración de su derecho al honor, a la intimidad, y a su propia imagen. El envío de ese material gráfico suele tener, además, efectos colaterales, afectando a otras cuestiones personales. “Suele ser automático. En cuanto acaba esa relación, te mandan el vídeo en el que te piden dinero o determinados favores. En caso de no cumplir sus deseos, amenazan con hacerlo público, distribuyéndolo entre todos los contactos personales”, explican desde la Ertzaintza.
El abanico de casos va incluso más allá. Otro modo de engaño habitual es el de hacerse pasar por un estamento policial o judicial: FBI, Interpol, Europol, Guardia Civil o Policía Nacional. “Creo que menos en nombre de la Ertzaintza hemos visto de todo, aunque también llegará. La amenaza en esta ocasión reside en hacernos ver que estamos inversos en una investigación policial relacionada con la pornografía infantil. Nos envían un correo en el que nos dan la posibilidad de alegar. En realidad, no tienen más intención que hacerse con nuestros datos personales para pedirnos una partida económica”.
El jefe de la Sección de Delitos Informáticos de la Ertzaintza pide a la ciudadanía no dejarse atemorizar cuando el delincuente amenaza con personarse en casa. “Cuando algún particular nos comunica algo así, siempre respondemos que estaremos encantados de mandar una patrulla. Pero es que no se ha dado el caso. El océano de estos delitos es muy grande, hay muchos peces, y el delincuente que navega en la red jamás se sumerge en interacciones personales. ¿Para qué va a exponerse si puede seguir engañando a través del teléfono o por Internet?”, se pregunta. “Cuando una víctima no paga, va a ir a por la siguiente. Por eso insistimos en la recomendación de no caer en el chantaje”.